Sara Fernanda Giromi, más conocida como “Sara Winter” era una influyente líder feminista tras cofundar la rama brasileña de Femen, las violentas activistas que con los senos al aire atraen la atención de los medios sobre sus demandas. El nacimiento de su segundo hijo marcó un punto de quiebre con lo que creía y hacía. Así, en octubre de 2015 difundió su personal “Manifiesto” por redes sociales:
“Me arrepiento de haber abortado y hoy pido perdón. Yo me arrepiento mucho, no quiero que les pase lo mismo a ustedes… El feminismo debería centrarse más en cuidar a las mujeres que en poner sus vidas en riesgo con el aborto. Mañana hará un mes desde que mi bebé nació y mi vida ha ganado un nuevo sentido. Me ha llenado de amor y ha cambiado mi vida. Entiendo que cometí un gran error, y pido perdón desde el fondo de mi corazón. El camino para conquistar políticas públicas para las mujeres no tiene nada que ver con burlarse de las religiones”.
Invitada a compartir su testimonio ante alumnos del Instituto México (Ciudad Juárez, México), la ex feminista brasileña y hoy activista pro-vida Sara Winter conversó con la prensa local y de esa entrevista se ha hecho eco la web Portaluz, sobre el por qué ve hoy como incompatible ser una feminista radical y ser católica. “Se tiene que elegir a cuál Dios quiere servir, a Cristo o al demonio, no se puede servir a los dos señores”, sentenció.
Sara Winter, con uno de sus hijos
- ¿Qué puede decir hoy del feminismo?
- Lo veo como siempre fue. Hoy dicen que hay un feminismo radical y mi intención es decir que antes también era radical. Hay una radicalidad en el movimiento feminista porque parte del presupuesto de división de clase, de que es necesario hacer una revolución en contra de lo que sería la clase opresora para buscar la igualdad, y que no hay nada más radical que un movimiento que quiere luchar para matar niños indefensos. Creo que no hay nada más radical que exterminar a bebitos. No importa si está vestida o desnuda, la radicalidad está en las intenciones.
- ¿Existe un feminismo cristiano? ¿Es posible conciliar ambos?
- Jamás. Principalmente con el catolicismo. No se puede ser feminista y ser católica porque son doctrinas extremamente antagónicas. El feminismo lucha por la división de clases, y el católico, del latín, significa para todos. Mientras unos quieren dividir la clase, el otro quiere la unidad, ahí empieza el antagonismo. Según lo que el feminismo quiere es una revolución sexual con pastillas contraceptivas, con todo tipo de aborto, unión homosexual. La Iglesia, el Derecho Canónico, el Catecismo, la Tradición, las Escrituras, todo nos dice exactamente lo contrario. No se puede ser feminista y ser católica, incluso el aborto, la familia, es todo antagónico. Se tiene que elegir a cuál Dios quiere servir, a Cristo o al demonio, no se puede servir a los dos señores.
- ¿Cuáles son los desafíos más fuertes que enfrentan los cristianos ante el embate de este feminismo radical que se ha difundido en todo el mundo y de la ideología de género?
- No existe el feminismo radical, solo la palabra feminismo basta, porque cuando decimos feminismo radical estamos legitimando otro feminismo que sería bueno. Los mayores desafíos son mantener a los jóvenes en la Iglesia y no perderlos para el feminismo y la ideología del género. Un consejo que siempre doy es que utilicen las pastorales para mantener a los jóvenes ocupados, en servicio, pastoral de la música, de la comunicación, de la juventud. Ellos quieren grupos, quieren estar en colectivos, tienen estas ganas de colectividad, de pertenecer a un grupo y mejor que pertenezcan a un grupo sano y no a un grupo que vaya a utilizarlos como marionetas políticas. Creo que la mayor dificultad es mantener a los jóvenes dentro de la Iglesia, evitar que las mujeres dentro de la Iglesia se envenenen con anticonceptivos, y que acepten la vida, que acepten tener un matrimonio abierto a la vida sin control de natalidad, este es un desafío muy fuerte, incluso la propia cuestión de la modestia, de vestir de una manera que no sea vulgar.
Sara, durante una protesta feminista
- ¿A qué se ha enfrentado tras su conversión de pro-aborto a defensora de la vida y la familia?
- A un montón de cosas. Perdí todos mis amigos, perdí oportunidades, la televisión ya no me llamó para nada, los medios de comunicación me ignoraron, pero eso no hace diferencia en mi vida. También gané enemigos, pero gané mi familia. Hoy es más arriesgado salir sola. Ya me pegaron algunas veces en la calle, un feminista me metió un puñetazo en la calle que me rompió un diente, sufrí mucha violencia porque son intolerantes, es difícil, pero “felices los que son perseguidos en nombre de Dios”. Estamos en la lucha.
- ¿Algo más que desee agregar?
- Muchas veces nos engañamos creyendo que la Iglesia es un lugar equivocado, donde está todo muy retrógrado, pero la Iglesia existe desde hace dos mil años. No podemos pedir o solicitar que la Iglesia cambie y se adapte a nosotros que somos jóvenes, nosotros jóvenes debemos cambiar y adaptarnos a la Iglesia porque todo lo que Dios Padre nos regaló como alguien que nos ama, y nos ama más que todos, es algo bueno para nuestra vida, aunque no parezca. Más que estar en las redes sociales, más que perder el tiempo con eso y hacer protestas, hay que ayudar al prójimo con la virtud de la caridad, así nos enseñó Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mí.