Eva es una mujer extremeña que trabaja como voluntaria en Provida Mérida ayudando a mujeres embarazadas con problemas para que puedan seguir adelante y traer a este mundo a sus hijos. Y sabe de lo que habla porque con tan sólo 18 años ella misma se quedó embarazada y pese a las dificultades que se encontró se negó a abortar.
En una entrevista con Iglesia en Camino, Eva habla de su experiencia y por qué quiere ayudar a otras mujeres. “Comprendo a estas chicas que, en un momento inesperado de su vida, se quedan embarazadas y no encuentran salida. Yo me encontré en esa situación a los 18 años, tuve un embarazo inesperado en un momento muy inoportuno: acababa de fallecer mi madre y mi padre era un hombre muy católico, muy conservador, con siete hijos… En ese contexto su hija pequeña se queda embarazada”, relata esa mujer.
De hecho, recuerda que “a mí no se me pasó por la cabeza abortar, pero siempre hay quien te lo propone. Un familiar médico me llamó por teléfono para decirme que era una atrocidad tirar para adelante con un embarazo, que era muy joven y me iba a arruinar la vida, que lo mejor era abortar”.
"¿Cómo voy a matar a mi hijo?"
Sin embargo, ante esta posibilidad Eva pensó: “¿cómo voy a matar a mi hijo? Y tiré hacia adelante”. Y reconoce que tomar esa decisión “ha sido lo mejor que he hecho en mi vida”.
Con respecto a su padre, Eva afirma recordar “dos momentos malos en mi vida: la muerte de mi madre y cuando me entero que estoy embarazada por el disgusto de mi padre. El disgusto le duró un día, recuerdo que se quedó paralizado pero luego me arropó, me acompañó e hizo lo que mi madre hubiese hecho”.
La niña nació y según Eva “vino a rellenar el hueco que dejó mi madre”. Ahora a sus 22 años ha terminado la universidad y está muy involucrada en proyectos de acción social, concretamente en la reinserción de los presidiarios.
Su propia experiencia hizo que sintiera esa llamada a ayudar a otras mujeres que puedan pasar por su situación. “Me siento muy identificada con ellas porque sé lo que se sufre en ese momento, cuando recibes una noticia así y tienes otros proyectos. Yo tuve la suerte de tener respaldo pero conozco a chicas que no. Conocí a la asociación Provida y me lancé a realizar un voluntariado con ellas”, explica.
Su labor concreta en Provida consiste en “hablar con las chicas y darles la luz que en ese momento ellas no ven. No tienen apoyo para querer a sus hijos pero, como me decías antes, no falta quien le diga que aborte. Como me pasó a mí. En esta sociedad pasa cada día más: quítate el problema lo más rápido posible”.
El perfil de las mujeres que llegan a la asociación suele ser en la mayor parte de los casos el de chicas “que no tienen relaciones estables, muchas con bajo nivel económico, con problemas familiares y no se sienten arropadas”.
“El apoyo es fundamental. Una mujer cuando se siente sola con un bebé se le viene el mundo encima, piensa que no va a poder asumir la responsabilidad que supone un bebé, que no lo va a poder alimentar… Esa responsabilidad es cosa de dos, no solamente de la madre. Yo entiendo su miedo, por eso es clave el apoyo de la familia. En mi caso, gracias a Dios, mi padre hizo de padre y madre y estuvo ahí. Me da muchísima pena que algunas chicas, teniendo padre y madre, no se sientan arropadas”, agrega.
Por último, Eva explica que en Provida Mérida atienden en estos momentos a 60 mujeres y asegura que “es un orgullo ver cómo van cambiando y, después de que se sienten escuchadas, valoradas y ayudadas, te dicen: ¡Dios mío! ¿Cómo pensé yo en matar a mi niño? Tarde o temprano las mujeres se arrepienten de abortar, pero ninguna de haber tenido a su hijo”.