La historia de Kirsten Breedlove es una prueba palpable de que los rescatadores que, a las puertas de los abortorios, rezan y ofrecen información a las madres para que no maten a sus hijos, no sólo consiguen salvar a algunos de ellos. También cambian el alma de quienes participan o incluso dirigen esos negocios.
Tenía 22 años y era enfermera. Feminista radical, tenía una amante lesbiana y trabajaba en un abortorio de Dallas (Texas) donde también se hacían abortos a fetos de más de 24 semanas.
Pero si algo la sacaba de quicio, era la presencia a las puertas del centro de un grupo de personas que permanentemente protestaban contra las atrocidades que sucedían dentro y ofrecían a las mujeres que entraban allí información sobre lo que es el aborto. En alguna ocasión les denunció ante las cámaras de televisión, y en particular a uno de ellos particularmente insistente, Mark Gabriel, consiguió que lo encarcelasen. Cada vez que llamaba a la policía se repetía la conversación: "Hola, Kirsten, ¿Mark otra vez? Vamos por él".
Kirsten, además de dirigir abortos, era la administradora de la empresa, que reportaba a su dueño de Nueva York 12.000 dólares de beneficio cada mes gracias a los cincuenta abortos cometidos a la semana. Pero el tedio se apoderaba de su vida, y no conseguía superar que su trabajo consistiese en separar las partes del cuerpo de un niño. Empezó a tomar fármacos para poder dormir, y luego se enganchó a la cocaína.
Un aborto en tres minutos y sin decir "hola"
"Los trabajadores de la clínica no estaban cualificados y aunque yo me llamaba administradora, no tenía ninguna experiencia. Mis consejeros no estaban formados como consejeros: eran personas con el bachillerato y ninguna otra formación", cuenta Kirsten para explicar que la finalidad de todo aquello era el dinero y sólo el dinero: "No dábamos a las chicas ninguna alternativa. Pasaban como en la línea de una fábrica y no les prestábamos atención alguna. Un buen doctor podía hacer el aborto por succión en tres minutos y en ocasiones empezaba sin ni siquiera decir ´Hola´. Mandábamos a las mujeres a casa diciéndoles que volviesen a las dos semanas, pero cuando volvían lo único que les hacíamos era un análisis de orina para estar seguros de que no seguían embarazadas, sin tan siquiera examinarlas".
En una de las dependencias del abortorio (el Cuarto de Productos de la Concepción, lo llamaban) había cubos con trozos humanos: "Podías ver brazos y piernas. Ahora tengo horribles pesadilla con eso. Es algo que sólo se ve en películas de terror", tanto que varios de los nueve trabajadores de la clínica jamás quisieron entrar.
Creía que la odiaban... y rezaban por ella
Según el relato de la conversión de Kirsten, algo empezó a cambiar cuando el persistente Mark Gabriel colocó cruces blancas en los alrededores del abortorio en homenaje a los niños muertos. La joven, que había ido a un colegio católico, empezó a pensar y a dar vueltas en lo que hacía.
Y un día decidió pararse a hablar con los rescatadores y se llevó la gran sorpresa: "Me mostraron mucho amor. Lo que yo pensaba que era odio, realmente era amor. Estaban ahí fuera rezando por mí. Incluso la invitaron a unirse con ellos en oración".
"Algo definitivamente cambió. Había estado todos los días yendo a la clínica oyéndoles las mismas cosas, y ahora empecé a pensar en lo que decían y a cuestionarme a mí misma", confiesa. Empezó a considerar amigos a algunos de los manifestantes.
Ver la ecografía, lo más eficaz
Y, lo que es más importante, empezó a mostrar las ecografías a las madres que acudían a abortar. Les pedía que miraran (antes las hacía sin permitírselo) y les proponía con claridad: "Tú no quieres abortar esto. Ven conmigo a conocer unas personas que te ayudarán". ¡Salía del abortorio, y presentaba a esa mujer a los rescatadores!
En muchos casos salió bien y la madre acudía a su centro de ayuda, cuyo director, Jill Busha, ayudó posteriormente a Kirsten a arrepentirse y convertirse a Jesús. La joven siguió necesitando ayuda para superar su drogadicción y las secuelas de su trabajo, pero su corazón había cambiado en un proceso que duró de enero a marzo de 1995 y ha sido rescatado ahora, en plena debacle del aborto en todo el mundo en términos de imagen, por LifeNews.
El abortorio no sobrevivió mucho más: "Acabamos en bancarrota, no teníamos dinero". Las ecografías disuadían a las mujeres. Y también a algunas de las trabajadoras. Una de ellas era Norma McCorvey, la "Jane Roe" del caso Roe vs Wade que legalizó el aborto en Estados Unidos en 1973, posteriormente convertida al catolicismo.
Gratitud a sus antiguos enemigos
En 2003, Kirsten, que para entonces había cambiado de vida completamente y tenía una hija de 6 años, escribió una carta de agradecimiento a todas las personas (Mark Gabriel, Jill Busha, Norma McCorvey) que Dios puso en su camino para apartarla de las drogas, de la avaricia y del aborto. Y lamenta una cosa de aquellos tiempos: "No haber contribuido antes a arruinar aquel lugar... "Me siento ahora feliz de llevar una vida sana, caminando en el Señor y aprendiendo a confiar en Él cada día más".