Mientras en España la tramitación de la ley que legalizará la eutanasia avanza rápidamente son abrumadoras las voces médicas que critican que se apruebe esta práctica y ni siquiera se hayan planteado ampliar y promover los cuidados paliativos como una alternativa eficaz y real a la que ofrece la eutanasia.
Médicos y expertos en Bioética defienden estos cuidados paliativos, y la experiencia les dice que donde se cuida al paciente en su dimensión física, psicológica y espiritual no hay demanda de eutanasia.
Sobre este aspecto pocos saben más que el doctor Eduardo Bruera, oncólogo y uno de los mayores expertos en cuidados paliativos del mundo. Este médico argentino que se define como católico creó y es el jefe del departamento de cuidados paliativos, rehabilitación y medicina integrativa del MD Anderson Cancer Center de Houston, el centro de cuidados paliativos más grande de EEUU.
Uno de sus grandes retos es hacer ver la verdadera importancia de este acompañamiento al final de la vida en los sistemas de salud, en las facultades de medicina y en los propios directivos de los hospitales. Es su gran desafío y para ello ha publicado Algunos consejos para médicos que se plantean iniciar una carrera en cuidados paliativos (Ediciones i), para que no les sea tan difícil.
En una entrevista en la contraportada de La Vanguardia, el doctor Bruera arroja mucha luz en un asunto de candente actualidad y con la eutanasia a las puertas de los hospitales españoles:
-La suya es una especialidad con poco glamur...
- Cierto, los cuidados paliativos no tienen nada de sexy, ya me lo decía mi madre.
- ¿Y por qué se metió ahí?
- Era un oncólogo consciente de que el sufrimiento humano era casi dejado de lado. Estaba convencido de que los cuidados paliativos iban a ser algo brillante, que todos los sistemas de salud y facultades los incluirían. Me equivoqué.
- Curioso, porque la muerte es el momento más importante de la vida.
- Un momento en el que siempre va a haber sufrimiento físico, emocional y espiritual; pero es innecesario sufrir tanto, podemos hacerlo mejor.
- Hábleme de ese dolor.
- Cuando el enfermito me dice: “Doctor, me duele la espalda”, yo pienso en la metástasis, pero también entiendo que tiene ante sí todos esos sueños que ya no va a poder cumplir; y ese dolor es todavía peor y hay que contemplarlo. Pero esa demanda de humanidad debe venir de la sociedad, porque no vendrá de las instituciones médicas ni académicas.
- ¿Por qué no?
- El sesgo, la influencia biomédica, de la farmacología, de los laboratorios y de la omnipresencia de la enfermedad lo controla todo de tal modo, que no puedes ni sacar la cabeza para ver que la razón por la que la medicina existe es para tratar enfermos y no para tratar enfermedades.
¿Cuál es el desafío?
-Cómo rehacerme, cómo volver a recobrar mi persona por el tiempo que me queda de vida es el desafío, y nosotros trabajamos para eso.
- ¿Cómo ponerte en la piel del que muere?
-Si yo no soy capaz de entender que la prioridad de mí paciente es estar en la boda de su hija, me va a costar ayudarle. Debo saber qué le da sentido a su vida, así puedo entender lo que está perdiendo y ver cómo reemplazarlo.
-¿Y si no lo puede hacer?
- Si no lo puedo hacer, me quedo contigo. El mejor instrumento médico es la silla, me siento a tu lado y te permito que me digas todo lo que has perdido, que llores, que confíes. Identificar y expresar lo que te ocurre es un gran alivio.
- Hábleme de su experiencia.
- Hay un montón de estudios no solo científicos sino también sobre el comportamiento humano detrás de lo que le digo. Y existe una enorme evidencia en la literatura médica que ratifica que si tú pones un grupo de paliatólogos en un hospital ahorras millones de euros por año.
- ¿Crear una unidad nueva reduce gastos?
- Si tú ves a Don Juan y a su familia y enfatizas el bienestar, les vas a hacer sentir mejor con tratamientos más simples que necesitan menos resonancias nucleares y terapias costosísimas que al final de la vida no son útiles.
- ¿Qué ha entendido de la muerte?
- Traté a una señora con un cáncer de ovario que sufría muchísimo pero se resistía a la muerte porque tenía un hijo con problemas mentales y físicos. Le ayudamos a entender que debía encontrar a alguien que se encargara de ese hijo. Contactamos con la familia extensa y buscamos con ella a la persona. Murió aliviada.
- Sin duda fueron de gran ayuda.
- Recuerdo a otra enfermita con cáncer de mama, que no podía levantar a su hijo por su dolor. Yo le repetía: “Señora, es normal que le duela”, y luego me sentía horrible.
- ¿Por qué?
- ¿Cómo es posible que nosotros, oncólogos, normalicemos el dolor? Aprendí mucho más a través de mis errores que de mis aciertos.
-¿Hace falta compasión en la profesión?
- Es esencial aprender a empatizar. Uno no puede empatizar con un hígado ni con un pulmón, pero sí con un arquitecto de 40 años, fan del Atleti, al que se le ha muerto un hijo y que no puede ir a pescar como siempre le ha gustado.
- Me está enterneciendo.
- Para poder ejercitarlo, el músculo de la empatía debe convertirse en una parte fundamental de la historia clínica, de las prioridades del hospital y la universidad. Mientras los cuidados paliativos sigan siendo algo optativo, secundario, es más difícil que la gente sea compasiva.
- ¿Qué ha comprendido de la muerte?
-Desde que éramos cucarachas está en nuestro genoma que morirse no es una buena idea, y por tanto acercarnos al final es una causa de sufrimiento. Pero morirse, y eso es algo que me costó entender, tampoco es tan mala idea.
- ¿...?
- Creer que no nos vamos a morir no nos ayuda a vivir. He aprendido el valor del momento viendo como pacientes que antes eran presidentes de una compañía y tenían sirvientes, en ese momento, en la silla de ruedas, muy enfermos, encuentran el valor en ver un pajarito en el árbol.
- ¿Nunca es tarde?
- Sé que los cuidados paliativos no son un tema brillante y puede ser interpretado como deprimente. Le aseguro que ayudar a gente que está sufriendo, física y psicológicamente, es una fuente de satisfacción personal y profesional.
- Vaya, que no es usted el doctor muerte.
- Soy el doctor vida, vivir en condiciones difíciles todo lo posible y lo mejor posible. Creo que, como bien hizo el Quijote, hay que reconocer que vale la pena pelear, o como Borges decía, los caballeros solo deberían luchar por causas perdidas. Me siento orgullosísimo.