Los grupos de presión abortistas internacionales tienen en su punto de mira a Polonia por sus políticas provida. Marcin Zatyka, colaborador de la Agencia de Prensa Polaca (PAP) y de medios internacionales como el Diario de Noticias de Lisboa o la Folha de Sao Paulo, explica en este reportaje cómo se forjó la resistencia polaca al aborto desde su imposición por el régimen comunista.
Marcin Zatyka.
Fallecido en 2005, Juan Pablo II era conocido por sus buenas relaciones con la albanesa Agnes Gonxha Bojaxhiu, la famosa Madre Teresa de Calcuta. Ambos, originarios de países comunistas contrarios a la religión, compartían no solo la idea del derecho a la libertad de religión, sino también la preocupación por las cuestiones de protección de la vida desde su inicio. Durante la recepción del Premio Nobel en 1979, la Madre Teresa destacó que la mayor amenaza para la paz mundial era el aborto. Años más tarde, en una entrevista, preguntó retóricamente: “Si aceptamos que una madre puede matar a su propio hijo, ¿cómo podemos decir a otras personas que no se maten entre sí?”
Las célebres palabras sobre el aborto de la Madre Teresa de Calcula en el Desayuno Nacional de Oración en Washington, el 3 de febrero de 1994.
Las leyes de los ocupantes
No existen muchos datos para evaluar el impacto que tuvo el mensaje de la Madre Teresa de Calcuta en los polacos, pero sus publicaciones y los textos sobre ella siguen siendo de los más leídos. Cuando en 2016 uno de los portales de información publicó una carta que la misionera escribió a los polacos en 1996, en tan solo unas horas tuvo cientos de miles de lectores en Internet. El texto se refería al aborto. Así, la monja se unió al debate polaco en curso sobre la posibilidad de la interrupción voluntaria del embarazo por razones sociales. La carismática albanesa, quien trabajaba en la India, escribió: “Como saben, estoy en el hospital, pero al conocer los cambios en la ley que se están discutiendo en Polonia, siento que Dios quiere que me dirija a vosotros en nombre de los niños no nacidos (...). Lo que más destruye la paz en el mundo moderno es el aborto, porque si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué puede impedirnos a nosotros matarnos unos a otros?” -preguntó en su carta la Madre Teresa.
Las organizaciones pro vida, relativamente activas en los países occidentales, comenzaron a articularse en Polonia con los movimientos de la Iglesia como su base, y generalmente solo después de la caída del comunismo. Durante la década de 1990 se organizaron varias marchas pro vida en las mayores ciudades polacas, principalmente gracias a las comunidades parroquiales. Los participantes de los eventos muchas veces cuestionaban el acceso fácil al aborto, argumentando que la ley fue siempre impuesta a los polacos por ocupantes: primero, durante la ocupación alemana y a continuación, con la llegada de los comunistas, por los soviéticos.
En 1956, un año después de que la URSS legalizase el aborto, en Polonia se introdujeron nuevas regulaciones que permitían eliminar el embarazo por razones sociales. El número de abortos en la Polonia comunista creció significativamente.
El arzobispo Hoser, actualmente visitador apostólico en Medjugorje.
"Durante el régimen comunista hubo hasta 800 mil abortos algunos años", explica Henryk Hoser, médico y arzobispo emérito de Varsovia.
Una casa de madres solitarias
Aunque los sacerdotes polacos no evitaron criticar el fenómeno, en la mayoría de los casos evitaron la confrontación con las autoridades comunistas en este contexto. Hoser indica que muchas personas "se habituaron” al comunismo, la época donde el aborto funcionaba casi como anticonceptivo. Por lo tanto fue la Iglesia quien fundó las primeras casas de madres solteras en la Polonia comunista. Dichas instituciones para mujeres que, a pesar de las difíciles condiciones económicas y sociales, decidieron dar a luz, eran raras. En Cracovia, la primera casa para las madres solteras fue organizada por el cardenal Karol Wojtyla en la década de los 70. El futuro Papa pensaba que creando estos hogares podía en muchos casos ayudar a evitar el aborto. Según el padre Slawomir Oder, el postulador de la causa de la beatificación de Juan Pablo II, la actividad de Wojtyla no dejó de encontrar la desaprobación de algunos sacerdotes ancianos, desilusionados por el apoyo ofrecido a personas que ellos consideraban “culpables”.
Slawomir Oder, postulador de la causa de beatificación de Juan Pablo II.
Wojtyla fue claro al replicar que era necesario proteger a los niños inocentes, en aquel momento más de 1500. El cardenal cracoviano encargó la gestión de la institución a las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret. La primera madre soltera llegó a la casa de la calle Warszawska 4 en noviembre de 1974. La fama de la existencia del lugar hospitalario se extendió rápidamente y empezaron a venir allí muchas mujeres de todos los rincones de Polonia.
Wojtyla había recomendado, en particular, que se acogiera a todas las embarazadas, sin ninguna excepción, independientemente de la parte del país de donde procediesen. En 1978 la casa comenzó a ser demasiado pequeña para albergar a las jóvenes. Así, poco antes de iniciarse el cónclave, el cardenal ampliaba la casa, comprando un nuevo edificio. La casa se trasladó a la calle Przybyszewskiego, 39 y Wojtyla ofreció por adelantado una cantidad de su propio bolsillo, mientras que el resto del dinero vino de la curia diocesana. El proceso de la beatificación confirmó que la defensa de la vida fue una de sus prioridades. Un testigo del proceso contó que un día Juan Pablo II, “mientras estaban discutiendo esta problemática, lo miró con una mirada penetrante y levantó la mano en un gesto poderoso”. Luego exclamó: "Debemos tomar todas las medidas posibles contra el abominable crimen del aborto". El interlocutor quedó como paralizado: en aquel gesto y en aquella mirada estaba la misma energía que había inflamado sus palabras de condena de la mafia en Valle dei Templi, así como la determinación con que se había enfrentado en Nicaragua a las contestaciones de los sandinistas mientras celebraba misa, explicó el padre Oder.
La peregrinación con una protesta de fondo
En diciembre de 1977, es decir, unos meses antes de la elección de Karol Wojtyla para el papado, en Polonia se realizó el primer intento de abolir la ley del aborto por razones sociales introducida más de dos décadas antes. Aunque esta iniciativa no dio resultados, mostró que a muchos ciudadanos no les gustaba la legislación existente. Marian Baranski, el jefe del Comité Polaco para la Defensa de la Vida, la Familia y la Nación, con su organización reunió 12.000 firmas para la abolición de la ley del aborto, pero la moción fue rechazada. El activista explicó que desde el principio sabía que los comunistas no harían concesiones. Indicó que solo quería abrir el debate en sectores más amplios de la sociedad polaca.
Marian Baranski logró una gran cantidad de apoyos en la lucha provida incluso bajo el régimen comunista.
Después del colapso del comunismo en Polonia, en 1989, los pro-vida ganaron un aliado de peso: el Papa. Durante su peregrinación en 1991, Wojtyla repetidamente apeló por una prohibición del aborto en su país. Uno de sus discursos más emocionantes tuvo lugar en Kielce, donde Juan Pablo II gritó a sus oyentes, lo que sucedía muy raramente: “¡No se puede crear una ficción de libertad que supuestamente libere al hombre, pero lo esclavice y lo deprave! ¡A partir de esto se debe hacer un examen de conciencia, en el umbral de la Tercera República Polaca! ¡Tal vez por eso lo digo como lo digo, porque es mi madre esta tierra, es mi patria esta patria, estos son mis hermanos y hermanas! (...) Entended que estos asuntos no pueden no preocuparme, no pueden hacerme daño. ¡También os debería doler!”
Unos días después, en Radom, Juan Pablo II volvió nuevamente al tema del aborto, admitiendo que “todavía no puede liberarse” de las escenas de la película del ginecólogo estadounidense Bernard Nathanson, llamada El grito silencioso, que muestra el asesinato del feto humano.
El grito silencioso, del doctor Bernard Nathanson, antiguo médico abortista: un documental de 1984 que ya es un hito en la lucha provida e impresionó al Papa polaco. Aviso: contiene algunas imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador.
¿Existe un caso humano, existe un parlamento que tenga derecho a legalizar el asesinato de una persona inocente e indefensa?, preguntó retóricamente el Papa, cuya peregrinación fue estimada de manera negativa por los círculos de ex comunistas, así como por varios liberales de la antigua oposición antirégimen. Más tarde, en una carta a Jerzy Turowicz, director del semanario liberal-cristiano Tygodnik Powszechny, el Papa se quejó del ataque de estos grupos y la pasividad de los liberales cristianos. Juan Pablo II escribió: “Lo percibí especialmente en el contexto de mi reciente visita a Polonia en 1991. Hubo una intención de borrar lo que la Iglesia era en la vida de la nación en los últimos años. Hubo acusaciones o reproches de clericalismo, de supuesta voluntad de gobernar Polonia por parte de la Iglesia o inhibición de la emancipación política de la sociedad polaca". La repercusión de esta influencia también se sintió de alguna manera en el Tygodnik Powszechny.
Los jóvenes contra el aborto
A pesar de una recepción diferente durante la visita de Juan Pablo II a los políticos de la Polonia democrática, dos años después, en 1993, el parlamento polaco adoptó la ley contra el aborto. Según las nuevas reglas la interrupción del embarazo solo se permitía en tres casos: por indicación médica en caso de peligro para la vida y la salud de la mujer, en el caso de que el embarazo fuese resultado de un acto delictivo, o cuando las pruebas prenatales determinan que el feto está gravemente dañado.
La entrada en vigor de las restricciones sobre el aborto no frenó a Juan Pablo II en sus declaraciones sobre el aborto. El Papa apeló a sus compatriotas sobre la necesidad de proteger la vida desde el momento de la concepción. El profesor del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Jagellónica de Cracovia, Zdzislaw Mach, recordó que una vez más, durante su peregrinación a Polonia en 1997, Juan Pablo II demostró su compromiso para condenar la práctica del aborto.
El profesor Mach recuerda la dureza de Juan Pablo II al condenar el aborto en sus viajes a Polonia.
"Durante la visita a Kalisz, el Papa dijo que la nación que mata a sus propios hijos es una nación sin futuro", señaló el profesor Mach.
Aunque después de 1993 Polonia fue gobernada por varios grupos políticos, a veces hostiles a la Iglesia, ninguno de ellos decidió cambiar la ley del aborto. Tampoco se produjo en la sociedad polaca una reacción contraria al endurecimiento de la ley del aborto: aumentó la aversión a esta práctica. Mientras que en 1992, el 32% de los polacos estaban en contra del aborto por razones sociales, en 2010 su porcentaje subió hasta el 63%, y seis años después ya alcanzaba el 66%.
El presidente del Instituto de Cultura Jurídica Ordo Iuris, Jerzy Kwasniewski, indica que en Polonia hay más y más oposición al aborto en el caso de malformaciones o deficiencias en el niño no nacido, pero indica que las opiniones también cambian. Mientras que en 2007 alrededor del 21% de los polacos estaba contra el aborto en ese supuesto, aumentó en los diez años siguientes hasta el 30%.
Jerzy Kwasniewski, de Ordo Iuris, señala el crecimiento de la oposición de la sociedad polaca al aborto.
Según algunos estudios, la creciente renuencia al aborto se debe al efecto del mensaje del Juan Pablo II. Uno de los sondeos fue realizado entre los estudiantes de la Universidad de Lodz en 2011. Alrededor del 40% de las personas que participaron en la encuesta consideraron el aborto “totalmente inaceptable” y casi el 20% como “inaceptable”. En el mismo año el Centro de Juan Pablo II de Varsovia realizó un estudio conjunto con el CBOS sobre el impacto de la enseñanza del Papa en sus compatriotas. El sondeo demostró que casi 50% de los encuestados, después de escuchar la cita contra el aborto del Papa, afirmó que no estaba de acuerdo con el aborto en caso de defectos graves en el feto.
La iniciativa de los ciudadanos
El rechazo de los polacos contra el aborto se manifiesta claramente en la creciente popularidad de los movimientos pro-vida, cuyo rostro es Kaja Godek, de la Fundación Vida y Familia. La activista de 34 años organiza desde 2013 numerosos piquetes y campañas contra el aborto en Polonia. Su mayor éxito fue reunir casi 850.000 firmas en solo dos meses y medio en favor del proyecto de ley cívica que prohíbe el aborto. Ya ha sido considerado este año en el parlamento. El documento, llamado Frena el aborto, elimina la posibilidad de la interrupción del embarazo debido a defectos graves e irreversibles del feto. Godek señala que el proyecto contrario, Salva las Mujeres, que facilita los procedimientos de aborto hasta el final de la semana 12, no encontró apoyo suficiente en el parlamento en enero de 2018, sino que fue firmado por un número significativamente pequeño de los ciudadanos.
Kaja Godek es uno de los rostros más populares de la actual lucha provida en Polonia.
"Este comité ha proporcionado información falsa en la carta al Presidente del Parlamento. De hecho, no reunió casi 400,000, como anunció, sino solo un poco más de 200.000 firmas", dijo Kaja Godek.
El tiempo dirá si los diputados polacos estarán a favor de endurecer la ley del aborto. Los expertos indican que en las últimas dos décadas, los polacos no solo se han acostumbrado a las regulaciones existentes que dificultan los abortos, sino que también los consideran correctos. La encuesta del centro de investigación de Ibris realizada en junio de 2018 muestra que el 56,2% los ciudadanos creen que las regulaciones actuales no deben ser cambiadas. El 29% de los encuestados están a favor de la liberalización, mientras que el 8,5% por su endurecimiento.