El Papa Francisco envió un mensaje a los católicos de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda con motivo de la Jornada anual por la vida que en Escocia se celebró el pasado 28 de mayo, mientras en Inglaterra y Gales se celebrará el próximo domingo 28 de julio, y en Irlanda el primer domingo de octubre. 

El lema de la edición de este año: “Cuiden la vida; vale la pena” ha sido tomado de la homilía pronunciada por el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio durante una misa celebrada en el año 2005, en la conmemoración de San Raimundo Nonato, patrono de las mujeres embarazadas.

En aquella ocasión el hoy Papa Francisco afirmaba: “Todos nosotros debemos cuidar la vida y protegerla, con ternura, con calor... Dar la vida es abrir nuestro corazón y cuidar la vida es entregarse con ternura y calor a los demás, preocuparse por los demás. Cuidar la vida desde el principio hasta el final. ¡Qué sencillo y que hermoso es! Sigan adelante y no se descorazonen. Cuiden la vida; vale la pena”.

Este año la Jornada de la vida en Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda, se centra en el cuidado de los niños no nacidos y de sus madres, de los ancianos, de los suicidas y sus familias. La colecta de las parroquias de Inglaterra y Gales del domingo 28 se destinan al Centro Anscombe Bioethics y a las actividades en favor de la vida sostenidas por la Iglesia.

En el texto integral del mensaje el Papa escribe:

“Recordando la enseñanza de San Ireneo de que la gloria es la persona humana viviendo en plenitud, el Santo Padre los invita a que dejen que la luz de la gloria resplandezca tanto que todos puedan llegar a reconocer el valor inestimable de cada vida humana. Incluso los más débiles y vulnerables, los enfermos, los ancianos, los no nacidos y los pobres, son obras maestras de la creación de Dios, hechos a su imagen, destinados a vivir para siempre, y merecedores de la máxima reverencia y respeto.

Su Santidad reza para que la Jornada de la vida contribuya a garantizar que la vida humana reciba siempre la protección que le corresponde, de modo que “todo lo que respira alabe al Señor” (Salmo 150, 6).