"La Iglesia de Inglaterra se rinde en la lucha contra el matrimonio gay", titula John Bingham, el redactor de asuntos religiosos de THE TELEGRAPH.
El martes los obispos anglicanos presentaron su última resistencia en la Cámara de los Lores. Después de perder la votación, cambiaron su discurso y ahora hablan de, simplemente, incorporar retoques menores al nuevo matrimonio redifinido para que mantenga "tantas virtudes como sea posible" del antiguo.
La defensa del matrimonio en la cámara de los Lores no fue especialmente brillante ni unitaria por parte de los obispos anglicanos. Son 25 los obispos anglicanos con asiento en los Lores, sólo 14 acudieron, y de ellos sólo 9 votaron a favor de eliminar la ley del matrimonio gay aprobada en el Parlamento, como proponía Lord Dear.
Era una propuesta osada: la Cámara de los Lores sólo suele aportar enmiendas; casi nunca ha rechazado de pleno una propuesta votada en los Comunes: sólo 148 lores secundaron el veto, pocos frente a los 390 que prefirieron dejar que siga avanzando hasta una tercera lectura en la que hacer enmiendas, que es lo habitual. En esa tercera lectura, sin duda muchos abstencionistas e indecisos incorporarán restricciones al matrimonio gay.
Pero los obispos anglicanos tampoco destacaron por unos discursos claros ni unitarios. Como señala William Oddie en CatholicHerald.co.uk , "además del arzobispo Welby, sólo tres obispos activos han hecho alguna contribución al debate".
Oddie lamenta que Welby, arzobispo de Canterbury y Primado de la Comunión Anglicana, dedicase la mitad de su discurso a adular al poder político, aunque señala que dio un par de buenos argumentos contra la redefinición del matrimonio.
Welby avisó de que redefinir el matrimonio minaría la "piedra angular" de la sociedad, denunció que la redefinición confunde matrimonio con bodas, que igualdad no debe ser uniformidad, que dos cosas pueden ser "equal" (equivalentes) pero ser distintas, y que de hecho la norma británica no tratará igual a los matrimonios del mismo sexo (aludió a la proposición 4, que especifica que sólo se puede adulterar con una persona de distinto sexo; un hombre "casado" con otro hombre que mantenga relaciones con un tercero no cometerá adulterio, lo cual tiene efectos en las leyes de divorcio, etc...).
Otros lores señalaron (y Lady Stowel, la portavoz pro-gay del Partido Conservador lo admitió sin problemas) que también hay desigualdad en lo que respecta a "consumar el matrimonio": a las parejas de sexo distinto la ley les exige "intercourse" (relación sexual con penetración vaginal) para considerar consumado el matrimonio; a las parejas del mismo sexo, no. De nuevo, tiene efectos en herencias y divorcios.
En cualquier caso, aún el martes 4 de junio los obispos planteaban todavía resistencia pública. El obispo de Exeter preguntaba, por ejemplo, por qué no basta con las leyes de parejas civiles que ya existen y dan prácticamente las mismas ventajas que el matrimonio, "y si quedara alguna diferencia, se puede arreglar la ley fácilmente. No consigo oír qué es lo que les falta". Nadie le respondió.
Pero después de la votación de los lores, los obispos anglicanos pro-familia se han retirado a los cuarteles de invierno y han pasado el micrófono a los obispos "progres" o, simplemente, acomodaticios ante el poder político. Para empezar, justo al día siguiente, 5 de junio, se hizo público el nombramiento de un nuevo obispo anglicano para Manchester, David Walker, que lo primero que hizo fue anunciar que él no habría votado contra la ley del matrimonio gay.
A continuación, Tim Stevens, obispo de Leicester y portavoz de los obispos en la Cámara de los Lores, que se abstuvo en la votación, enumeró la nueva línea de acción de la Iglesia de Inglaterra: dejar de intentar bloquear la norma y buscar enmiendas, pero no sólo enmiendas para proteger a los objetores (notarios, clérigos, maestros, terapeutas de familia, hosteleros, etc... que se opongan a celebrar o apoyar bodas gays) sino enmiendas que refuercen el matrimonio gay.
Por ejemplo, la norma tal como está redactada especifica que una lesbiana que se casa con otra lesbiana con hijos no se convierte en otra madre de los hijos: eso les parece mal ahora a los obispos, quieren que esos niños no figuren como hijos uniparentales. También quieren que se defina de alguna manera lo que es el adulterio en los matrimonios gays, porque piensan que así lograrán uniones más estables.
Tim Stevens lo explica así: "es crucial que el matrimonio redefinido esté equipado para llevar en sí tantas virtudes como sea posible del matrimonio que sustituye".
La ley tal como está redactada explícitamente prohíbe a los ministros anglicanos de Inglaterra y Gales oficiar bodas del mismo sexo, pero con los obispos más cercanos al homosexualismo político dando carta de naturalidad a la nueva institución redefinida, parece previsible que en pocos años cambie esto.
Los anglicanos de Estados Unidos (episcopalianos) tienen obispos abiertamente homosexuales y obispesas lesbianas, que conviven con sus parejas bajo una "bendición". La Iglesia luterana de Suecia, oficial y en intercomunión con Canterbury, directamente casa a la obispesa lesbiana de Estocolmo con su pareja, pastora luterana.
Mientras tanto, los grupos pro-familia, los católicos, evangélicos y anglicanos conservadores de Inglaterra se centrarán en las próximas semanas en incorporar tantas enmiendas como puedan al matrimonio redefinido para intentar que al menos no se use como arma contra las personas que objeten a ese matrimonio.
Ante la docilidad de los obispos anglicanos y los parlamentarios a la nueva norma, muchos recuerdan el discurso final de San Tomás Moro en el s.XVI, antes de ser ejecutado en la película "Un hombre para la eternidad": "no es por esa supremacía por lo que me quitáis la vida, ¡sino porque no me inclino ante ese matrimonio!" (el matrimonio adúltero de Enrique VIII con Ana Bolena, origen de la Iglesia anglicana).
Pero aunque es evidente que Tomás Moro no se inclinaba ante ese matrimonio, las palabras reales que dijo en esa ocasión, recogidas por sus contemporáneos, fueron algo distintas a las de la película, aunque también adecuadas a la ocasión.
Los jueces pidieron a Tomás que firmase el Acta de Supremacía de Enrique VIII sobre la Iglesia, tal como habían hecho todos los obispos ingleses(menos San Juan Fisher), todas las universidades y todos los doctos del reino.
El argumento no convenció a Tomás, que miraba más allá de los estrechos límites de la isla inglesa: «Aun cuando el conjunto de los obispos y de las universidades fuera tan importante como Su Señoría parece creer, yo no veo en absoluto, Milord, por qué razón esto tenga que suponer un cambio en mi conciencia, puesto que yo no pongo en duda que en toda la cristiandad, ya que no en este reino, no son pocos los que son de mi parecer al respecto. Pero si hablara de los que ya están muertos, y de los cuales muchos son ahora santos del cielo, estoy muy seguro de que la mayor parte de ellos, cuando estaban vivos, pensaban como ahora lo hago yo; es por esto, Milord, por lo que no me siento obligado a conformar mi conciencia al concilio de un solo reino en contra del Concilio general de la cristiandad.»
Le costó la cabeza, pero los ingleses y el mundo entero pueden seguir revisitando sus palabras y su ejemplo.
(En este blog puede leer los dos discursos finales de Tomás Moro: el de la película y el real; ambos son inspiradores y complementarios).