"Papá, ¿dónde está la gente…joven?": todo el que haya visto el último estreno de las plataformas de streaming, Los Ancianos, sabrá que con esta pregunta, un asustado y joven protagonista observa que es el único niño de la ciudad y que los jóvenes se cuentan con los dedos de una mano. Así, el invierno demográfico ha llegado a las plataformas de entretenimiento.
Lo cierto es que la reducción de matrimonios, el incremento de abortos y divorcios y una esperanza de vida cada vez más larga son los tres ingredientes de una silenciosa pero devastadora crisis social que se asienta en todo el mundo con el invisible paso de los años.
En el caso de España, la relación es evidente: en 2021 las bodas católicas no llegaron a las 9.500, de modo que solo una de cada diez se realizó ante un altar. En 2019 se dieron 36.295 enlaces católicos, 39.295 en 2018, 43.268 en 2017, 47.771 en 2016, 49.206 en 2015, 50.541 en 2014, 109.811 en 2007 y 152.067 en 2001.
En cuanto a las edades en que se contrae el matrimonio, estas también se han incrementado: los últimos datos muestran que los hombres se casan con 40,4 años, tres más que las mujeres.
La natalidad ofrece un desplome similar: si en el 2000 no se llegaba a 400.000 nacimientos al año, veinte años después apenas se han superado los 340.000.
El aborto también tiene mucho que decir al respecto de este invierno demográfico. En las mismas fechas mencionadas en torno a la natalidad, el número de abortos quirúrgicos -sin contar con la mayoría de los abortos que son cometidos químicamente- fue respectivamente de 63.000 y 88.000. Es decir, entre el 15 y el 25% del total de nacimientos en las mismas fechas.
Estos y algunos otros datos tendrán devastadoras consecuencias demográficas -como es la pérdida de 17 millones de personas en España a lo largo del presente siglo- y hacen necesario responder a una pregunta: ¿Cómo revertir esta crisis?
La evolución sostenida de estos indicadores lleva a muchos expertos a pensar que la reversión ya no es posible en el corto-medio plazo, pero cada vez son más los que apuntan en una dirección: el matrimonio ayuda.
Es una de las últimas conclusiones que se desprenden del informe elaborado por el Institute of Family Studies y el Instituto Wheathley, que afirma que los comportamientos matrimoniales están estrechamente ligados a los de la propia fecundidad. Tanto, expresan, "que es imposible promover el matrimonio o la fecundidad por sí solos o sin influir en el otro".
Uno de los aspectos destacados del informe es la necesidad de potenciar el matrimonio, directa y "empíricamente" relacionado con la natalidad.
Una de las conclusiones principales del informe que puedes consultar aquí es la recabación de la evidencia estadística de cómo se incrementan las probabilidades de que una relación concluya en matrimonio después del parto y, al contrario, como tras celebrarse un matrimonio aumentan las probabilidades de tener un hijo.
Consulta aquí el informe completo Marriage Still Matters.
Visto desde la perspectiva opuesta, el informe también observa la "relación empírica" dada en los países de la OCDE: el matrimonio, cada vez más tardío, tiende a significar una fecundidad más baja y la que se da al margen del matrimonio no compensa la pérdida de nacimientos matrimoniales por este motivo.
En este sentido, ambas organizaciones apuntan al matrimonio como una de las principales herramientas empíricas frente al invierno demográfico, ya que "el deseo de tener hijos puede llevar al matrimonio, así como el deseo de casarse puede motivar la procreación".
"Es evidente que los cambios en el comportamiento de fecundidad o matrimonio provocan cambios en el otro comportamiento. Los vínculos causales entre el matrimonio y la fecundidad son complejos y bidireccionales, pero innegablemente importantes. Así como se renuncia o pospone el matrimonio, también sucede con la procreación", afirman.
Tanto antes como después de tener un hijo, las probabilidades de casarse aumentan entre un 14 y un 16%.