Mientras en París marcha una imponente manifestación en contra del proyecto de ley del gobierno de Hollande, en la Curia el cardenal francés Paul Poupard defiende las razones de la protesta.
El presidente emérito del Pontificio Consejo de la Cultura explica las razones del “no” y asegura que «lo que está sucediendo en estas horas en Francia no es solo una reivindicación católica».
- No son solo los católicos los que se oponen al proyecto legislativo “Mariage pour tous” (Matrimonio para todos). Participan en la manifestación muchas personas que no forman parte de la comunidad eclesial, como el ex ministro socialista de la familia de la época de Mitterand, la esposa de Lionel Jospin y muchísimos no creyentes y homosexuales declarados.
Comparten la misma postura antropológica del mundo católico. Esto demuestra que, como nos enseña el Beato John Henry Newman, la Iglesia, al defender a la cultura católica salvaguarda a la cultura "tout court". No es ninguna casualidad que el líder de la Iglesia francesa, el cardenal Andre Vingt-Trois, el gran rabino de París, Gilles Bernheim, y el líder del Consejo Islámico, Mohammed Moussaoui, se unieron para rechazar el proyecto del gobierno.
- Los que proponen el matrimonio homosexual hablan abiertamente de un cambio de civilización. Pero se trata de una mistificiación, porque los que votaron por Hollande en las últimas elecciones no votaron por un cambio de civilización. El mérito de la marcha en contra de este proyecto de ley, profundamente erróneo, es haber creado el espacio para una reflexión sobre una cuestión decisiva para toda la sociedad.
- Se menosprecia el valor de la unión entre un hombre y una mujer, de la que surge el concepto de familia que constituye la base de la sociedad. Si se destruye el fundamento de la familia, que es la célula constitutiva de la sociedad, se va en contra del bien común.
Como ha recordado hace poco Benedicto XVI, si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora queda claro que lo que está en juego aquí es la visión del ser mismo, de lo que significa verdaderamente ser hombres.
- No podemos permanecer callados ante la destrucción de la sociedad mediante una nueva concepción de la sexualidad que provoca una revolución antropológica, que se basa en la ideología de género. Pero de esta manera, aclaró el Pontífice, el hombre niega la propia naturaleza y decide que no la ha recibido como un hecho preconstituido, sino que es él mismo quien la puede crear. Es una tarea de la Iglesia la defensa de estos valores no negociables, para que se puedan traducir en una acción política.