Según un artículo publicado en Scientific American (la revista de alta divulgación científica más conocida del mundo), "el vínculo entre madre e hijo es profundo, y una nueva investigación sugiere una conexión física incluso más profunda de lo que nadie pensaba".
El fenómeno del microquimerismo, es decir, la presencia persistente en un organismo de células genéticamente distintas a las suyas, es bien conocido y parece relacionado con determinadas enfermedades autoinmunes, pero sus razones no están claras.
Como explica el autor, Robert Martone (jefe del área de Neurociencia terapéutica en el Covance Biomarker Center of Excellence en Greenfield, Indiana, EE.UU.), se descubrió precisamente hallando células con el cromosoma Y circulando en la sangre de mujeres después del embarazo. Como son células masculinas "no podían provenir de la mujer, sino más probablemente de sus niños durante la gestación", en virtud del intercambio que se produce a través de la placenta.
Lo que se ha descubierto ahora es que "las células microquiméricas no sólo circulan en la sangre, sino que están incrustadas en el cerebro".
Las células pueden migrar a través de la placenta y residenciarse en diversos órganos: pulmón, músculos, hígado, corazón, riñón y piel. Las posibilidades de este hallazgo son múltiples, desde la reparación tisular a la prevención del cáncer o el tratamiento de enfermedades autoinmunes.
Según este estudio, la presencia de esas células en el cerebro femenino era menos frecuente en mujeres con enfermedad de Alzheimer, por lo cual parecía vinculada a la salud del cerebro. El resultado es paradójico, dado que las mujeres con muchos embarazos (y por tanto con presumiblemente más células en el cerebro de sus hijos e hijas) tienen más probabilidad de tener enfermedad de Alzheimer.
Este estudio, en concreto, partió del estudio del cerebro de una mujer muerta en la que se buscaron células con cromosoma Y, hallándose en el 60% del cerebro y en muchas de sus regiones.
Es más, una mujer puede tener en sí tanto células de sus hijos como células de su madre, pues el proceso a través de la placenta es inverso.
Pero es más: en animales se ha descubierto que células microquiméricas se habían convertido en células nerviosas, "sugiriendo que podrían estar funcionalmente integradas en el cerebro. Es posible que lo mismo pueda ser verdad en el caso de células en el cerebro humano", afirma Martone.
Quien, tras discutir otros aspectos del experimento en su vertiente terapéutica, concluye que "este nuevo campo de investigación" es -y he aquí la parte más poética de lo que no deja de ser un estudio muy concreto y definido- "un recordatorio de nuestra interconexión". De la interconexión máxima, entre madre e hijo, que perduraría más allá de la muerte de ella... o de él, en caso de aborto.
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