Este es el caso concreto de una mujer brasileña que a través de su cáncer terminal y la oración silenciosa durante años consiguió que su marido dejara el alcohol, su hija la depresión que la había llevado a intentar suicidarse en varias ocasiones y evitar la separación de su hijo, que ya estaba en marcha.
La historia la cuenta un testigo de excepción, el sacerdote que atendió a esta mujer en el hospital. Su nombre es Delton Alves, que cuenta maravillado en un libro la acción de Dios en esta familia. “Nunca imaginé que mi encuentro con aquella mujer sería para mí una de las lecciones más importantes de mi vida”, asegura este cura brasileño. Él fue a visitar a una joven que había dado a luz cuando de repente una mujer le pidió que visitara a su madre, desahuciada ya por los médicos.
Ante la reacción de sorpresa del sacerdote la mujer le contó su historia, algo que jamás el padre Delton podrá olvidar. “Nunca he sido tan feliz como después del cáncer”, dijo de primeras. Ya entre lágrimas su relato continuaba: “he sufrido durante 37 años un matrimonio marcado por las traiciones y el alcoholismo; mi marido era un hombre derrotado por el vicio”.
La mujer dijo al sacerdote que “oraba mucho pidiéndole al Señor que lo librara de aquella vida. Después de descubrir esta enfermedad noté que mi marido quedó tan golpeado que algo cambió dentro de él”. En ese momento empezó el cambio de este hombre aunque la cosa no acabó ahí. “Hace unos días él me pidió perdón por todo el dolor que me causó, pero ya desde hace tiempo he notado que mi enfermedad curó la de él”. Por ello, desde la cama del hospital ella podía decir exultante, pese a su precario estado físico, que “mi matrimonio se salvó”.
Su arma durante años había sido silenciosa pero luego se confirmó eficaz. “¡Cuántas veces lloré con el rosario en la mano, implorando un milagro para esta hija!”. Y sucedió. “Tras haber comenzado el tratamiento del cáncer esta hija mía se recuperó inmediatamente y pasó a acompañarme de un análisis a otro, de hospital en hospital”. De hecho, esta madre afirmaba que “cuando me sentía abatida era ella la que me hacía sonreír con historias alegres y con el testimonio de su amor”.
Ante este acontecimiento, cuenta la madre, “yo quedé desecha, porque a pesar de haber sufrido tanto con mi esposo nunca acepté la idea de la separación para mí. Para respetar el espacio de mi hijo y su esposa, yo me quedé callada y oré”.
De nuevo, la oración obró el milagro. “Lo que mis palabras no dijeron, lo dijo mi cáncer. Hace ya tres meses que están bien, me vienen a visitar todos los días, rezamos juntos el rosario y mi hijo renovó su fe y su respeto por la Iglesia”.
Poco después esta mujer falleció a causa de su enfermedad pero como ella misma dijo su muerte no fue en balde. Salvó una familia, que ahora tiene un ángel más cuidando de ellos y fortaleció sobremanera en el ministerio sacerdotal a este cura que aquel día pasaba por los pasillos de un hospital y que ahora permite que esta historia pueda ser conocida.