En la Navidad del año 2000, la italiana Lucrecia Tresoldi recibió un milagro: su hijo Maximiliano despertó del estado de inconsciencia en el que vivió por casi diez años tras sufrir un accidente automovilístico. Tenía sólo 20 años cuando quedó paralizado como “un tronco muerto sin posibilidad alguna de recuperación”, tal como los médicos le diagnosticaron el 15 de agosto de 1991.
El 28 de diciembre de 2000 Lucrecia Tresoldi acostó a Max como cada noche desde que salió del hospital. En esta ocasión no tomó su mano para hacerle el signo de la cruz, se sentía deprimida y sin fuerzas: “Mira, esta noche ya no puedo más, no quiero ni rezar ni nada”, le dijo.
No obstante, como explica Lucrecia “el signo de la cruz fue realmente su salvación”: y en ese instante Max sacó las fuerzas para consolar a su madre, alzó la mano y se hizo él mismo el signo de la cruz. Después, la abrazó.
Para Lucrecia fue el mejor regalo de Navidad. Desde ese momento, Max comenzó a exteriorizar sus sentimientos y emociones. En declaraciones a ACI Prensa, Max afirma que él “siempre ha estado contento a pesar de su parálisis”.
Lucrecia señala que las primeras palabras que dijo Max fueron: “Yo soy feliz, estoy contento de estar con vosotros”. Acto seguido, dijo que había sido consciente de todo cuando no tenía fuerzas para expresarse, e incluso sabía la equivalencia de la lira italiana al euro.
La madre de Max está segura de que Dios tenía un proyecto para su hijo: recordar al mundo que las personas con discapacidad tienen derecho a una vida digna, son fuente de vida y deben ser amadas y respetadas.
Maximiliano nació un 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen, y el accidente fue un 15 de agosto, día de la Asunción. Para Lucrecia, el primer milagro que obró Dios en ella fue el de aceptar enseguida lo que estaba pasando y poner a su hijo en las manos del Señor: “El día del accidente le dije a la Virgen: el 15 de agosto mi hijo estaba en tus manos, lo hiciste nacer el 8 de septiembre a pesar de tener que nacer un mes después, y no sé qué proyectos hiciste tú para tu hijo, pero yo lo dejo en vuestras manos. Sólo dadme las fuerzas de ir hacia adelante y aceptar todo esto’”.
Lucrecia explica que siempre fue una mujer muy frágil, pero la fe es lo primero que la sostuvo, junto a la unidad de su familia. "Cuando ocurrió todo, les dije: somos una familia y tenemos que trabajar todos unidos. Y también se unieron sus amigos y los voluntarios. Y así hemos formado un gran grupo, donde hoy son ellos los que nos dan las gracias porque han aprendido mucho”.
"Algunos que ya se han casado y tienen familia me dicen: lo que hemos aprendido en tu casa es realmente vida que hoy nos permite caminar adelante con nuestros hijos y no tener miedo de nada. Ésta es la fuerza que tenemos que dar a todas las familias que viven este drama tan horrible, decirles: no tengáis miedo”, anima Lucrecia.
Ahora la madre de Max lo explica todo en su libro: E adesso vado al Max. La obra fue coescrita con ayuda de los periodistas italianos Lucia Bellaspiga y Pino Ciociola y ganó el premio literario Mujer es Vida 2012. Max recibió otro galardón por su testimonio: una escultura en cerámica del artista Gianni Celano Giannici que representa esa misma mano que después de 10 años de estado vegetativo se movió para hacer el signo de la cruz.
“Este libro explica precisamente que la vida de una persona, sea cual sea su estado, es siempre una vida y debe afrontarse. Es verdad que es difícil de afrontarlo, porque tener un hijo totalmente perfecto, y después encontrarte con un hijo que es totalmente distinto del que salió de casa, no es fácil. Pero desde el momento en que te das cuenta de que la vida debe seguir y se acepta, llega lo hermoso, la fuerza, la esperanza… es ahí donde llega todo”, concluye Lucrecia. Ahora Max también es capaz de escribir y lo demostró incluso ante el Papa Benedicto XVI. El 2 de junio de este año tuvo un encuentro con él en Milán y le entregó el libro firmado y con una dedicatoria.