Para cualquiera que esté siguiendo la campaña electoral norteamericana es muy llamativo el dramatismo con el que los grupos provida estadounidenses están encarando la elección entre Barack Obama y Mitt Romney.
Nunca se había producido una movilización semejante, pero no se debe sólo al descarado apoyo del actual presidente a la cultura de la muerte, plasmada en hasta 241 decisiones que directa o indirectamente han ido en esa línea en los últimos cuatro años, o en su reiterada oposición, siendo senador, a que el personal sanitario atienda a los fetos que quedan vivos en abortos que "salen mal".
Hay otra razón de mayor calado temporal.
Actualmente, el aborto es legal en Estados Unidos no en virtud de la voluntad de los norteamericanos expresada a través de referendos o en leyes de sus órganos legislativos, sino en virtud de una decisión (por un voto) del Tribunal Supremo, quien en 1973, en la célebre sentencia Roe vs Wade (cuya protagonista, ahora provida, ha declarado que se basó en una mentira) estableció que las leyes que prohibían el aborto violaban el derecho a la intimidad de la madre. Se trató, según muchos juristas, de una interpretación forzada de la Constitución para sortear el claro derecho a la vida presente en el texto constitucional.
Desde esa sentencia, y tras 55 millones de abortos legales en Estados Unidos, ni el presidente ni la Cámara de Representantes ni el Senado, ni tampoco los estados, pueden ilegalizar el aborto, sólo restringir parcialmente su aplicación o su financiación pública.
Eso podría cambiar si se conformase una nueva mayoría en el Tribunal Supremo que respondiese, además, al claro avance del rechazo al aborto en Estados Unidos, donde por primera vez en décadas ya es mayoritario el sentimiento provida. Y eso puede suceder durante la próxima presidencia.
De los nueve jueces en activo en el Tribunal Supremo, dos fueron nombrados por Ronald Reagan (Antonin Scalia y Anthony Kennedy), uno por George Bush padre (Clarence Thomas), dos por Bill Clinton (Ruth Bader y Stephen Breyer), dos por George Bush hijo (John Roberts, quien ejerce de presidente, y Samuel Alito) y dos por Obama (Sonia Sotomayor y Elena Kagan, ambas partidarias del aborto).
La edad media en que se retiran los jueces del Tribunal Supremo (un cargo vitalicio, salvo deposición por incapacidad) es de 71 años. De los nueve actuales, cuatro superan con creces esa edad: Bader (79), Scalia (76), Kennedy (76) y Breyer (74), dos de Reagan y dos de Clinton.
Es más que probable, por tanto, que en el próximo periodo presidencial deban cubrirse algunas o todas esas posibles vacantes por dimisión de sus titulares. De hecho, la elevada edad de estos jueces obedece a cálculos sobre conformación de mayorías en diversas cuestiones, y el aborto es una de ellas. Serán, pues, Obama o Romney quienes -con la aprobación del Senado- elegirán unos u otros sustitutos.
Por dónde irá Obama -salvo que tras las elecciones del 6-N haya en el Senado una mayoría republicana muy clara, que en cualquier caso tampoco está garantizado que sea monolíticamente provida- ya se ha visto con Sotomayor y Kagan.
Por su parte, Romney parece apuntar -sin comprometerse a ello- a cambiar la mayoría proabortista en el Tribunal Supremo si está en su mano: "Creo [en relación al aborto] que el siguiente paso más eficaz es devolver la decisión al respecto al pueblo americano y a sus representantes electos", dijo este mes, según recoge LifeNews. Esto es, revocar Roe vs Wade.
"Mi preferencia", continuó el aspirante a la Casa Blanca, es devolver a los estados y al pueblo y a sus representantes electos la cuestión del aborto, y no que sea una imposición del gobierno federal, y que el Tribunal Supremo imponga su criterio por un voto. Pero eso tiene que decidirse en el Tribunal Supremo. No es algo que pueda decidir yo como presidente, sino el Tribunal Supremo".
De ahí que su composición sea decisiva. Los grupos provida norteamericanos aprecian que entre los asesores de Romney en materia jurídica figuren personalidades provida como Robert Bork y Mary Ann Glendon. Durante las primarias republicanas se le reprochó a Romney su tibieza ante el aborto, pero la presión de los grupos provida le ha obligado a decantarse cada vez más por esa línea.
Lo que haría en la Casa Blanca es hoy por hoy un misterio, porque tampoco todo el Partido Republicano es provida ni está por convertir ese asunto en centro de la vida nacional, con repercusiones mundiales.
Los hasta cuatro jueces que podrían nombrar uno u otro candidato decidirán el futuro de la causa provida no para cuatro años, sino durante décadas. Si se conforma una mayoría abortista sólida en un Tribunal Supremo con hasta 6 jueces designados por Obama (2 en su primer mandato, 4 en un hipotético segundo), el viraje en la opinión pública, que ya se ha traducido en normas concretas en muchos estados, será incapaz de dar la vuelta a Roe vs Wade.