Enterrar a los difuntos con dignidad es una obra de misericordia en la fe católica, forjada en la tradición judía. Por esta devoción, José de Arimatea logró una tumba digna para Jesús, donde hoy acuden multitudes de peregrinos.

Pero en el libro de Tobit encontramos otro precedente: enterrar a los hermanos asesinados, y no informar a las autoridades indignas.

Así lo narra Tobit en el Libro de Tobías (capítulo 1, a partir del versículo 17): "Cuando yo veía el cadáver de uno de mi raza abandonado fuera de las murallas de Nínive, lo enterraba. Enterré también a los que mandó matar Senaquerib cuando vino huyendo de Judea. El Rey del cielo lo castigó por todas sus blasfemias, y él, en venganza, dio muerte a muchos hijos de Israel. Yo sustraje sus cuerpos y les di sepultura. Senaquerib los buscó sin encontrarlos. Un ninivita informó al rey de que era yo quien los había enterrado. Entonces me escondí. Tras verificar que el rey sabía de mí y que me buscaban para matarme, tuve miedo y escapé. Mis bienes, confiscados, pasaron al tesoro real. Quedé sin nada, salvo Ana, mi mujer, y mi hijo Tobías. Sin embargo, menos de cuarenta días más tarde, Senaquerib fue asesinado por dos de sus hijos".

Aquí vemos a un poder que no sólo mata inocentes sino que, cuando alguien los entierra dignamente, busca los cadáveres para evitarlo. Esta historia de Nínive del año 681 a.C. (año del asesinato de Senaquerib) revive hoy en países ricos y modernos, allí donde alguien trata de enterrar fetos con dignidad y se encuentra con la hostilidad del poder favorable al aborto.

Un cura entierra más de 100 fetos, no dice dónde

Es el caso del padre William (Bill) Kuchinsky, de 62 años, al que unos activistas provida entregaron más de cien fetos humanos abortados y que él enterró en un cementerio privado de unos conocidos suyos, después de hacer una misa de funeral junto al refrigerador donde los guardaban los provida. Si le preguntan donde están, no responde. Senaquerib no tiene derecho a saberlo.

El padre Bill Kuchinsky bendice los fetos abortados guardados en la nevera. Él mismo ha difundido las fotos para ayudar a concienciar sobre su humanidad y dignidad.

"Yo mismo enterré a los bebés", explica. "Están en un sitio seguro y bien atendido. Hay una gran estatua del Inmaculado Corazón de María que los mira directamente", revela. Y más adelante contarán con una "lápida adecuada".

Bill Kuchinsky sabe que hay que respetar la ley, y también que hay que respetar la vida: como responsable del ministerio de prisiones de toda Virginia Occidental conoce de cerca ambas cosas. Y su obispo, Mark Brennan, de la diócesis de Wheeling-Charleston, declaró a la agencia CNA su apoyo al sacerdote.

"La misa funeral del padre William Kuchinsky y su entierro de unos 100 niños abortados en un centro de abortos de Washington DC siguen la larga tradición cristiana de practicar las obras corporales de misericordia por los difuntos, honrando sus restos físicos y enterrándolos con amor", declara la nota del obispo Brennan. "Apoyo plenamente las acciones de cuidado del padre Kuchinsky. Nos enseñan que eran niños humanos reales, no cosas sin vida, hasta que sus vidas les fueron injustamente arrebatadas", añade el obispo.

Misa en un sótano, cuerpos diminutos en un frigorífico

El 28 de marzo, unos activistas provida pidieron al sacerdote que acudiera a una cocina en un sótano. Allí guardaban más de 100 fetos en el frigorífico, en docenas de pequeños contenedores redondos de plástico azul. Le dijeron que el conductor de la furgoneta de residuos médicos que trabajaba con el abortorio Surgi-Clinic se los dio cuando ellos lo pidieron. La compañía de residuos médicos, llamada Curtis Bay, el 5 de abril afirmó en una nota que eso es falso porque sus empleados tienen prohibido transportar restos fetales, según publica el Washington Post.

El centro abortista Surgi-Clinic (de los pocos que hace abortos tardíos en la zona) no ha querido tratar con el Washington Post ni con la prensa. Hablar de fetos en contenedores es un tema feo, los visibiliza y hace que la gente se pregunte cuán humanos son, a qué tienen derecho. ¿A un entierro? ¿A nacer, a crecer, a vivir?

Lauren Handy y Terrisa Bukovinac son las mujeres activistas que entregaron los diminutos cuerpos al sacerdote. Unos días después, el FBI detenía a Lauren Handy acusada de manifestarse en 2020 impidiendo la entrada en un centro abortista. Ella niega haber impedido o bloqueado el paso a nadie y ya está en la calle de nuevo. Pero la policía de Washington DC registró su casa y encontró otros 5 fetos, especialmente grandes, en su nevera.

Ella dijo que los guardaba precisamente porque por su tamaño podían ser abortos ilegales y quería llevárselos a las autoridades para que los investigaran.

El padre Kuchinsky celebró misa de difuntos con 8 activistas provida. Solo cuatro eran católicos, pero todos sintieron la reverencia del momento.

Una nota de la policía dijo que "parecía" que habían sido abortados según la ley municipal. La alcaldesa de Washington DC, Muriel Bowser, del Partido Demócrata, es pro-aborto; en vez de pedir a la policía investigar si hubo abortos ilegales, declaró que los activistas "probablemente" quebrantaron alguna ley.

La activista sintió que un sacerdote era necesario

Handy, que es católica, explicó al Washington Post que cuando abrió la caja con los restos de fetos sintió que era necesario que viniera un sacerdote a rezar por ellos y a enterrarlos. No muchos curas, pensó, se prestarían a eso, pero conocía a Kuchinsky y sí confiaba en él. “Estábamos en un sitio emocionalmente oscuro, esa idea me pareció algo bueno", comentó también Bukovinac.

El padre Kuchinsky no dice donde están los fetos enterrados, pero cuenta con detalle todo lo demás: la ceremonia que rezó, los detalles que adaptó y hasta ha entregado fotos a la prensa del momento, con la vela y el ritual sobre la mesa, sus vestiduras negras y él apoyando la mano sobre la nevera que guardaba los fetos para bendecirlos.

Los detalles del funeral

El sacerdote explicó a los periodistas que se le vino una idea a la cabeza ("no digo que fuera del Señor"): que "el buen Dios no nos dijo 'enterrad a la gente en Arlington' [el famoso cementerio memorial militar] ni 'enterradlos junto a un río con buenas vistas'. Sólo nos dijo que enterremos a los muertos".

Dando por supuesto que nadie bautizó a los fetos antes de abortarlos, usó la liturgia que la Iglesia emplea para los niños que mueren sin bautismo. Retocó un par de palabras, porque normalmente menciona el duelo y la pérdida de los padres. Pero aquí al menos uno de los padres había pagado para que mataran a sus hijos.

"En mi corazón recordé a los padres, pero en ese momento, los que estábamos allí reunidos éramos como padres adoptivos", detalla. Eran 8 los activistas provida en esa misa peculiar, de los que cuatro eran católicos.

"Todo ese tiempo juntos hubo una gran sensación de reverencia, casi palpable", explicó el sacerdote a la agencia CNA.

Dieron nombre a los 115, y los pronunciaron uno a uno

No todos los activistas del grupo provida eran católicos, algunos eran ateos e incluso bastante anticatólicos, detalla Handy. Pero entre todos habían puesto nombres a los 115 bebés, nombres intencionadamente variados.

Sarah. María-José. Hadassah. Amir. Phoenix. Christopher X. Tras el Padrenuestro, leyeron en voz alta, sin prisas, los 115 nombres. Cada uno merecía un nombre pronunciado en voz alta ante Dios. "Se sentía fuerza al decir esos nombres", detalla Handy.

Lista de nombres de 115 niños abortados por los que rezó el padre Kuchinsky. Cada uno se pronunció en voz alta. Los 5 últimos los guarda la policía, en teoría para investigar cómo murieron.

Después cantaron una canción estilo folk, escrita por Bukovinac, llamada Prolife Revolution, que a veces cantan en sus concentraciones. "Hablaba del deseo de un mundo sin aborto, y creo recordar que en paz", recuerda el sacerdote. Kuchinsky dice que vio muchas lágrimas en esa misa y que "esos bebes fueron amados por los que estaban allí".

El sacerdote se llevó los contenedores y los enterró tal cual el 1 de abril, sin buscarles más caja o ataúd. "Los niños necesitaban ser enterrados, no tenía tiempo de buscarles una caja", explica.

Congresistas republicanos piden a la alcaldesa investigar los abortos

El tema lleva tiempo coleando. El 5 de abril 23 congresistas republicanos pidieron a la alcaldesa, al jefe de policía y al departamento de justicia que investiguen si esos abortos fueron legales. Una autopsia que reconociera que llegó a haber aire en los pulmones, por ejemplo, sería señal de que se dejó morir a un feto nacido vivo. La policía respondió que el caso está "bajo investigación activa", aunque sin hacer autopsias a los fetos. Responsables sanitarios de Washington DC se negaron a hablar del tema con el Washington Post.

Handy y Bukovinac siguen haciendo su vida normal de activistas provida, ante centros abortistas y ante la oficina de la alcaldesa. Bukovinac dice que a veces tiene pesadillas. Algunos provida desinformados que piensan que estuvieron haciendo cosas raras o groseras con los fetos les han insultado y eso les ha entristecido.

El padre Kuchinsky admite que la misa en el sótano fue rara, pero que tiene claro que "la decisión de enterrar a los muertos... pienso que la comparten todas las líneas religiosas". Tampoco tuvo tiempo de pedir un permiso especial a su obispo, pero el obispo después expresó todo su apoyo. Y añade el sacerdote: "los encomendé al Señor Nuestro Dios tal como yo Le conozco. No pretendí faltar al respeto a la religión de nadie. Fue un acto de amor".