El Catecismo de la Iglesia Católica, en su texto de 1992, permitía la pena de muerte aunque lo limitaba a casos casi de ciencia ficción en el siglo XXI: cuando fuese "el único camino" o "absolutamente necesario" para defender la vida de los ciudadanos.
Ahora el Papa Francisco ha ordenado que se cambie el párrafo del Catecismo de forma que se considere, directamente, "inadmisible" y que el texto proclame el compromiso de la Iglesia por abolir esta práctica penal.
Lo que dice el nuevo texto
El nuevo párrafo queda redactado así:
» 2267. Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.
» Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.
» Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona» [discurso del Papa Francisco del 11 de octubre de 2017] y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.
Lo que decía el texto anterior
La versión que se venía manteniendo hasta ahora decía:
» 2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.
» Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.
» Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos» (EV 56)
El cardenal Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Una "Carta a los obispos" de Ladaria explicando el cambio
Para explicar este cambio, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal mallorquín Luis Ladaria, ha publicado una "Carta a los obispos" comentando que el cambio (o "desarrollo doctrinal") se debe a que la enseñanza antigua se daba "a la luz de la responsabilidad primaria de la autoridad pública de tutelar el bien común, en un contexto social en el cual las sanciones penales se entendían de manera diferente y acontecían en un ambiente en el cual era más difícil garantizar que el criminal no pudiera reiterar su crimen".
"Ciertamente, queda en pie el deber de la autoridad pública de defender la vida de los ciudadanos, como ha sido siempre enseñado por el Magisterio y como lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2265 y 2266", añade el texto de Ladaria.
Juan Pablo II contra la pena de muerte
Ladaria también recuerda la intensa actividad de San Juan Pablo II para lograr que más países rechazasen la práctica de la pena de muerte. Por ejemplo, hace veinte años, en el Mensaje navideño de 1998, el Papa "auguraba «en el mundo el consenso sobre medidas urgentes y adecuadas… para desterrar la pena de muerte»".
San Juan Pablo II visita en prisión a Alí Agca, el pistolero que le hirió y casi le mata;
el Papa polaco fue un firme activista contra la pena de muerte
La nueva formulación, explica, "quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor".
Es decir, el texto de Ladaria sugiere que la Iglesia espera que este cambio en el Catecismo ayude a convencer a los gobiernos a que abandonen esta práctica y también a que se defienda una mentalidad a favor "de cada vida humana".