Los rescatadores de San Diego (California), muy activos a las puertas de los abortorios para ofrecer consejo a las madres que allí acuden, dan periódica cuenta de sus éxitos. Que son abundantes siempre que la mujer o su pareja, o ambos, se detienen a hablar con ellos, porque son los casos en que más dudas tienen y más sensibles resultan a la explicación de lo que el aborto es, de lo que supone para quien muere y para quien mata, del lucro que con él reciben quienes lo practican y, sobre todo, la posibilidad de ayudas y alternativas.
Con esa experiencia muy presente, una rescatadora se acercó a una pareja que se disponía a entrar en la clínica de Family Planning Associates en Miramar Road. Acababan de descender del coche, y cuando el guarda del abortorio detectó la "maniobra de aproximación", empezó a chillar para impedirla. Con todo, la militante provida, miembro de la ONG norteamericana Cultura de la Vida, que presta servicios de atención familiar, consiguió llegar hasta ellos.
Entonces se dio cuenta de que prácticamente sólo hablaban árabe. La madre, nada de inglés. El padre comprendía algunas palabras. Pero con un poco de esfuerzo y "la gracia de Dios" -añade ella-, accedieron a pasar de las voces del vigilante, entrar de nuevo en el coche y acompañarla hasta la oficina que tienen en Hillcrest.
Allí, lo primero que hicieron los provida fue buscar un intérprete para que hablase con ellos. Y así supieron que tenían dos hijos, que esperaban el tercero, y que la madre nunca había querido abortar, sobre todo después de que la pequeña les dijera que quería otro hermanito. Era el padre quien la había convencido, porque consideraba que dos hijos ya era demasiado para ellos.
"Es más", señaló, "en este país nadie tiene más de dos hijos. Yo sólo veo familias con dos, y en alguno con tres".
Preferían asimilarse.
A ambos les sorprendió entonces que la rescatadora sacase de la cartera una foto de la suya: siete niños. En cuanto a los dos consejeros que la acompañaban... cinco cada uno.
Este hecho rompió el hielo, y entraron en materia para explicarles la realidad del aborto. Al cabo de un rato, marido y mujer comentaron entre ellos y le comunicaron su decisión al intérprete. Y a todos les cambió la cara cuando tradujo que habían optado por olvidarse de abortar, y por tener al niño o niña que viniese.
Luego todos dieron gracias a Dios, unos en árabe, otros en inglés. Ahí no hizo falta intéprete alguno.