Vittorio Messori, el escritor católico más leído en el mundo, el único que puede presumir del récord de libros-entrevistas a Papas (dos en total: a Juan Pablo II y a Ratzinger cuando era aún cardenal), no le importa todo lo “políticamente (y clericalmente) correcto”.
En el denominado mundo católico, en su opinión, circula desde hace tiempo una imagen edulcorada y azucarada de la familia. Una imagen lejos de la “sal” del Evangelio.
- Los católicos tienen que ser conscientes de un hecho: el matrimonio monogámico e indisoluble, lo tenemos sólo nosotros, es una especie de exclusiva. En las demás religiones, al igual que en la versión protestante y ortodoxa del cristianismo, el divorcio, de una forma más o menos disfrazada, está permitido.
Ahora bien, desde el punto de vista sólo humano, defender este tipo de familia es imposible: por naturaleza, es difícil que un hombre sea fiel a la misma mujer hasta la muerte. Sólo la fe en Jesús, que por nuestro bien nos ha “ordenado” este tipo de relación, puede justificar dicha unión indisoluble. La nuestra es una apuesta por la fe que, para los no creyentes resulta justificadamente “insensata” .
- Es una sana provocación. Si el matrimonio no es un continuo flirteo emotivo, sino también un pacto de vida, entonces por qué no revalorizar el saber del pasado en el que los padres escogían el marido de sus hijas. Muchas de mis amigas cuarentonas, solteras o separadas, me lo han insinuado: se debería redescubrir esa costumbre. En lugar de dejarlo en manos de la providencia, mejor confiar en la experiencia de quien ya haya vivido y sepa evaluar no sólo en base a la emotividad, sino que también tenga en cuenta factores como la edad, la solidez y, por qué no, el patrimonio,….
- Es justo esta concepción romántica del amor, del Siglo XIX, llena de la retórica típica de las novelas de amor, de “ángeles del hogar” que ha arruinado la familia desde el punto de vista católico. Actualmente, los católicos tienen el deber de combatir contra el amor romántico.
El matrimonio, insisto, no se puede basar sólo en el sentimiento, porque el sentimiento tiene una naturaleza mutante. Sin la fe en Jesús, el “para siempre” entre un hombre y una mujer es irracional. El matrimonio católico pertenece al mundo al revés y paradójico (¿recordáis “ama a tus enemigos”? del Evangelio. Cristo ya nos avisó diciendo que no todos lo entenderían. De hecho, una vez comprendida la antífona, hasta los discípulos exclamaron: “Pues, si es así, mejor no casarse….
- Terrible: si mis padres se hubieran separado habría sido mejor para todos. Pero mi padre era un empleado y tenía pocos recursos económicos.
- Hoy en día, en Occidente, vivimos en una condición de “poligamia sucesiva”: si tengo dinero para mantener a mis ex, puedo pasar de una mujer a otra. Lo confieso: cuando hubo el referéndum, aunque me acabara de convertir al catolicismo, voté a favor del divorcio. No participé en las campañas clericales contra el divorcio y no he seguido, en esto, a mis correligionarios. Pero la cuestión es: si mi vecino se casa, por así decirlo, no tiene fe en Jesús, ¿qué sentido tiene impedirle que deje a su mujer para irse con una más joven y guapa?