Hasta en cuatro ocasiones Jessica pidió cita y acudió a un centro de Planned Parenthood para abortar. Pero en ninguna de ellas lo consiguió. Es más, le dijo a Dios que no podía tener aquel bebé y que si quería que no abortara Él tenía que impedírselo físicamente. Y lo hizo. Gracias a aquella intervención que ella considera divina nació su hijo Ezequiel, el mayor regalo en la vida de una joven mujer que ha sufrido sobremanera desde que nació.
Jessica Barnes tenía 21 años, estaba en la universidad y tenía un novio que intentaba dejar las drogas. Fue en ese contexto cuando se enteró de que estaba embarazada. Aunque era cristiana y se consideraba provida, en aquella situación se sentía arrinconada, llena de miedo y no creía que pudiera ser madre en ese momento.
Nunca pensó que ella fuera la que se plantearía abortar, pero ahí estaba en un rincón contemplando seriamente aquella posibilidad. “Danielle era mi única amiga y me decía: 'Jessica, no puedes abortar. Nunca te perdonarás a ti misma’”, recuerda esta joven, según recoge Live Action.
La infancia de Jessica fue complicada y además vinculada al aborto. Creció en un hogar de acogida. Y sus padres biológicos la habían utilizado siempre como arma para atacarse el uno al otro. Cuando tenía 11 años, su padre le dijo con toda crudeza que ella debía haber sido “otro de los abortos de su madre” y que debía darle las gracias a él por vivir. Barnes preguntó a su madre sobre este asunto y ella se derrumbó contestando a su hija que Dios ya la había perdonado por aquello. Sin embargo y tristemente, un tiempo después su madre se acabaría suicidando.
Ahora era ella la que se encontraba con un embarazo inesperado y pensando en abortar. No tenía ni dinero ni familia para acudir en busca de ayuda, así que Jessica pensaba que si tenía al bebé ambos acabarían en la calle.
Ezequiel, el hijo de Jessica, es el mayor orgullo para esta madre que finalmente decidió seguir adelante con su embarazo
Guiada únicamente por el miedo que le impedía ver cualquier solución, Jessica programó una cita para abortar en Planned Parenthood, pero al llegar allí tuvo un ataque de ansiedad. Mientras subía en el ascensor la ansiedad pudo con ella y al ver el letrero del abortorio no pudo atravesar sus puertas. Sabía que en el momento en el que entrara allí el proceso para abortar se iniciaría, así que huyó de allí.
Seguidamente, concertó una segunda cita y una tercera. Le volvió a suceder lo mismo en ambas ocasiones. La ansiedad le impidió nuevamente entrar en el abortorio.
Por cuarta vez llamó a Planned Parenthood para programar el aborto. “Les dije que definitivamente lo iba a hacer esta vez y me dijeron: 'Está bien, estás en el límite legal para tener este aborto, así que si no vienes a este aborto no podremos hacerlo”, recuerda ella.
Fue en ese momento cuando Jessica le dijo a Dios: “voy a tener este aborto, no puedo tener este bebé. No tengo los medios para ocuparme de él, así que tendré que perdonarme a mí misma más tarde y tú tendrás que perdonarme”. Y a continuación le comentó nuevamente: “Si no quieres que aborte entonces tendrás que detenerme físicamente porque si no me sedarán y lo haré aunque esté en contra”.
Dios escuchó su petición y literalmente la paró físicamente para que no abortara. Mientras ella y el padre de su bebé se dirigían al centro abortista en la autopista el vehículo se salió de la calzada tras perder el control. Habían pinchado. Pero el hombre le dijo que no se preocupara porque tenía una de repuesto en el maletero, pero cuando se disponía a cambiarla vio que estaba totalmente desinflada.
Jessica miró un reloj y se percató entonces que su cita para abortar ya había pasado. Lejos de lamentarse sintió una sensación de liberación. Volvió a su casa dispuesta a tener aquel bebé. Dios había cumplido su parte, ahora le tocaba a ella cumplir la suya.
“Me sentí abrumada por una completa sensación de paz y nunca volví a cuestionar a Dios. Sabía que no importaba lo que pasara, todo iba a estar bien. El nombre de mi hijo es Ezequiel, que significa ‘Dios es fuerte’ y todos los que lo conocen dicen que es un niño increíble”. Aquel milagro tiene ahora 11 años.
Barnes dice que si hubiera pasado por el aborto, su vida no habría tenido sentido sin su hijo. Por ello, Jessica ahora lucha para que las mujeres que estén embarazadas, tengan miedo y hayan decidido abortar reconsideren esa decisión.
“No es culpa del niño. Siempre debes tener al niño. Es una persona. La única razón por la que estaba contemplando el aborto era porque tenía miedo. Ese es el diablo, y Dios tuvo que luchar por mi hijo y decir: 'No tengas miedo. Estará bien’”, concluye.