Kelly Clinger es muy conocida en Estados Unidos dentro del movimiento provida. Llegó a él tras sufrir la experiencia de dos abortos provocados que provocaron en ella un fuerte sentimiento de culpa. Fueron sendos errores de juventud de una actriz y cantante que participaba, entre otros espectáculos, como vocalista de Britney Spears. Luego continuó su profesión como cantante, y acaba de grabar un disco de música cristiana.
Ahora está casada y tiene otros dos hijos. Su vida cambió en 2003 cuando Jesucristo apareció en ella. En noviembre de 2010 se unió, con su testimonio sobre el horror que había supuesto para ella convivir con el recuerdo de aquellos dos grandes errores, a la campaña No Más Silencio, que quiere llamar la atención sobre los "devastadores efectos" del aborto en las mujeres que optan por ese camino.
La última entrada de su blog, este jueves, cuenta un hecho muy cotidiano que le sirvió para salvar una vida.
Kelly había ido temprano a la peluquería, y confiesa que, de no haber concertado cita, se habría quedado en la cama tras unos días de mucho trabajo. Estaba esperando a su estilista, cuando escuchó, al otro lado de la pared, una conversación entre otras dos clientas, dos chicas.
Una (Chica 1, digamos) le dijo a la otra: "Siempre he sido partidaria del aborto si algo va mal". Y la otra (Chica 2, la embarazada) le respondió: "Sí, llevo un mes fatal. Creo que no haría esto si no hubiese este problema con el niño".
"Tras recuperarme del shock, comencé a rezar. Yo creía que estaba allí para teñirme el pelo, pero Tú tenías otros planes, Jesús", cuenta Kelly que pensó, mientras la conversación continuaba.
La Chica 1 reforzó su argumentación: "Creo que hiciste lo correcto al pedir cita. Es más duro comerte la cabeza con ello que ir y hacerlo. ¿Te llevará tu marido?". La Chica 2, la embarazada, comentó la realidad: "No, él no sabe que estoy pensando abortar. Creo que le diré que fue un aborto espontáneo".
Fue entonces cuando Kelly decidió intervenir, y sintió como si el Espíritu Santo le recomendase "humildad y amabilidad" para enfrentarse a las posibles reacciones a su intervención.
No se anduvo con rodeos: "No he podido evitar oír lo que estabais hablando, chicas, y nunca he estado tan convencida de algo en mi vida, como de que fue Dios quien me situó en la habitación de al lado".
Las chicas se le quedaron mirando con la boca abierta.
"No sé si conoces a Dios, pero Él ama a tu niño", le dijo a la que reconoció como embarazada: "Él ya ha planificado su vida. Él te dio ese niño porque creyó que su vida estaría a salvo en tu vientre. Por favor, no hagas lo que yo hice hace muchos años. No mates a tu hijo".
Tras treinta segundos de silencio que a Kelly se le hicieron eternos, tanto la chica en estado como su amiga se echaron a llorar. La Chica 2 le explicó sus motivos: "Dicen que creen que mi niño tiene síndrome de Down. No sé cómo cuidaría a un niño retrasado".
"Tu niño no es retrasado", contestó Kelly: "Tu niño puede tener necesidades especiales que serán un desafío, pero la alegría que ese niño te traerá ensombrecerá todo lo demás".
Y sacó su móvil, con el que ¿casualmente? había sacado días antes unas fotos a Mattie, un niño con síndrome de Down adoptado por una amiga suya: "Mira la sonrisa de este niño. Tiene mucho amor dentro. Si crees que tú no puedes dárselo, por favor, no le quites la vida. Deja que se lo dé otro. Yo querré a tu hijo como si fuera mío".
Deshecha en lágrimas, la Chica 2 cogió a Kelly de la mano: "Es mío. Sé que es mío. Puedo hacerlo. Dios me ayudará".
Para entonces las tres lloraban ya sin remisión. Luego Kelly supo que aquella mañana que ella había pensado pasar en la cama, la Chica 2 había entrado en esa peluquería por primera vez.
Y confiesa que, aunque el corazón le latía en el pecho hasta casi salírsele cuando se acercó a las chicas, "Jesús, Mattie y yo habíamos salvado a un niño. Fue un gran día".