Quienes critican a la Iglesia (Antonio Gala este mismo domingo) suelen acusarla de favorecer la expansión del sida por oponerse a combatirlo mediante el reparto masivo de preservativos.
En realidad el debate sobre las distintas formas de lucha contra esta pandemia va más allá de lo confesional, e incluso revistas médicas como la prestigiosa The Lancet han recogido la eficacia de la estrategia ABC: "Abstinence", abstinencia, para los jóvenes; "Be faithful", fidelidad, para los adultos; "Condom", preservativo, en caso de incumplimiento de los anteriores.
La Iglesia no hace suya esta estrategia precisamente por el tercer punto, pues su oposición al preservativo es moral, no sanitaria, pero sí defiende los dos primeros puntos porque considera que, además de ajustados a la moral, son eficaces contra la enfermedad.
Y así lo respalda, por primera vez con datos concretos, Matthew Hanley, doctor en Salud Pública por la Emory University de Atlanta (Estados Unidos) y experto en Bioética, con experiencia directa de campo en diversos países africanos.
Hanley publica el próximo 17 de junio un informe, The Catholic Church and the Global AIDS Crisis, donde cuantifica el número de contagios que podrían haberse evitado en África si se hubiesen aplicado políticas públicas de promoción de la abstinencia en los jóvenes y de fidelidad en los adultos, en vez de aplicar políticas de distribución masiva de condones.
Desde que se identificó la enfermedad a mediados de los ochenta, se calcula que han muerto 25 millones de personas en todo el mundo a consecuencia de ella, y que hay ahora 65 millones de portadores del virus.
"Se está ocultando un dato: las políticas de difusión del preservativo no han conseguido invertir el signo de las epidemias africanas más severas; sin embargo, la modificación de las conductas, sí", afirma Hanley: "Los responsables de salud pública deberían reconocer este hecho, pero la mayoría de ellos rechazan insistir en aproximaciones basadas en el comportamiento, en beneficio de soluciones técnicas como el condón".
Hay un país que es perfecto exponente de la eficacia de la abstinencia y la fidelidad. Entre 1991 y 2001, Uganda consiguió reducir un 10% el número de personas infectadas, a base de invertir en políticas públicas de recomendación de esas conductas. Sin embargo, cuando los organismos inversores insistieron en que se aplicasen los fondos a la difusión de preservativos, el número de infectados volvió a crecer.
Junto a algunos medios científicos, la Iglesia se ha quedado sola frente a los gobiernos en la defensa de esta aproximación. Sin embargo, esta actitud parece estar cambiando. Según declaró a CNA el representante permanente de la Santa Sede ante la ONU en Ginebra, el arzobispo Silvano Tomasi, "está empezando a haber una convergencia, en el sentido de que los funcionarios de las instituciones internacionales y las personas de los grupos que luchan contra el SIDA basados en la fe están cruzando las líneas y empezando a respetarse un poco más".