El estudio realizado por investigadores daneses de la Universidad de Aarhus («Aborto provocado en el primer trimestre y riesgo de trastorno mental») ha de tenerse en cuenta por su magnitud (365.550 mujeres entre 1995 y 2007) y por el prestigio de la publicación que lo acogió y dio a conocer el pasado jueves, el New England Journal of Medicine. Pero el doctor Carlo Bellieni, ilustre neonatólogo y miembro de la Academia Pontificia por la Vida, ha señalado a Catholic News Agency algunas deficiencias que cuestionan bastante sus resultados.
La conclusión de los resultados fue que en las mujeres que abortaron (84.620) no había diferencia entre la petición de una primera atención psiquátrica antes y después del aborto, mientras que en las mujeres que dieron a luz (280.930) sí había una mayor petición de una primera atención psiquátrica tras el parto, en relación al periodo anterior.
Pero, según Bellieni, diversos criterios con los que se analizaron los resultados eran o erróneos o ausentes, y por tanto no permiten llegar a esa conclusión.
La discusión es relevante, pues la industria abortista está muy interesada en negar la existencia del síndrome postaborto, que alegan los grupos provida (con el apoyo de numerosos informes psiquiátricos) para alertar a las mujeres que deciden matar a su hijo antes del término del embarazo.
Los fallos metodológicos
En opinion de Bellieni, la metodología del estudio danés no es correcta por las siguientes razones:
- lo relevante no es la petición de atención psiquiátrica, sino el diagnóstico, que es lo relevante, pues puede haber consulta sin que haya trastorno;
- los investigadores midieron un periodo de nueve meses anteriores al aborto/parto, y de un año posterior a él, con los siguientes datos: 1% antes, 1,5% después para el aborto (un 50% más); 0,3% antes, 0,7% después para el parto (un 120% más). Pero, según Bellieni, lo que deberían haber estudiado los investigadores es por qué las mujeres que abortan acuden al psiquiatra un 233% más que las mujeres que dan a luz antes del aborto/parto, y un 114% más después;
- tampoco se tuvo en cuenta un hecho conocido, como es que en los países donde está extendida la cultura del aborto, un porcentaje importante de mujeres que abortan y querrían luego atención psicológica, no la piden por temor a la reacción profesional/social, que ve mal esa opción; lo que introduce un sesgo en las cifras;
- otro planteamiento erróneo que desvía los resultados es el periodo del estudio anterior al parto/aborto. Puede entenderse que la mujer que va a dar a luz pueda tener necesidad de pedir atención psicológica durante los nueve meses del embarazo, pero si se está estudiando el aborto dentro del primer trimestre, ¿por qué razón vinculada al embarazo debería acudir al psiquiatra la mujer que va a abortar, en los seis meses anteriores a quedarse embarazada? Este sesgo es decisivo para inclinar las cifras «en contra» de las mujeres que dan a luz respecto a las que abortan;
- además, es bien conocida la existencia de la «depresión postparto», que puede requerir atención profesional, y sin embargo genera unos síntomas de menor duración y que suelen decrecer con el tiempo, mientras que los síntomas de ansiedad que caracterizan el «síndrome postaborto» son más largos y de intensidad no decreciente;
- por último, los investigadores no interpretaron datos que sin embargo están en su estudio, como que la posibilidad de que a una mujer que visita al psiquiatra por primera vez tras el aborto se le diagnostique un trastorno de la personalidad o del comportamiento es un 50% mayor que durante el año anterior al aborto.
«Por supuesto, tenemos que considerar este estudio con respeto», afirma Bellieni: «Pero, junto con el respeto, debemos manifestar también nuestras críticas. El estudio necesita una valoración cuidadosa».