Una familia se encuentra en misa y se acerca el momento de la consagración cuando se escucha un sonoro grito. "Se ha vuelto a caer del banco", piensa el padre. Las miradas de los fieles se vuelven hacia la familia, pacientes con quien por enésima vez trata de mantener a sus hijos en un imposible estado de perfección adulta. Finalmente, uno de los progenitores toma la decisión, se levanta y saca al pequeño de la iglesia, aunque el resto de fieles le anima a quedarse. Los padres, ahora divididos, podrían tener que enfrentar lo que queda de misa tratando de mantener el control de unos hijos que exigen apremiantemente salir y disfrutar, como su hermano, de una brisa de aire fresco o simplemente de jugar entre ellos.

La descrita no es una situación anómala. Muchas familias acuden hasta con miedo a misa, dando incluso por imposible la idea de rezar unos minutos, aún a sabiendas de que el resto de fieles comprende la situación. Pero, ¿y si hubiese solución? ¿Y si los padres no solo no debiesen conformarse con unos minutos de conexión espiritual, sino que también pudiesen tenerlo sus hijos? ¿Y si ir a misa con ellos se convirtiese en motivo de alegría y, quizá, de oración en familia?

Desde hace años, el asesor en salud mental y licenciado en Teología y Filosofía Jacob Francisco ha consagrado su carrera al trabajo con niños y familia en situación de acogida. A su amplia experiencia psicológica y conductual en torno a traumas, ansiedad o problemas de comportamiento infantil, Francisco añade la adquirida en el Instituto de Soluciones Pastorales Catholic Counselors, desde donde busca ofrecer esperanza a matrimonios y familias, ya sea en crisis o en problemáticas cotidianas como la descrita.

Según él, la respuesta a esas preguntas no solo es afirmativa, sino que se atreve a afirmar  que "un niño de dos años puede aprender a sentarse en el banco y comportarse relativamente bien".

Tal y como ha escrito en uno de los últimos artículos de Catholic Counselors, hay una serie de métodos y medidas que se pueden aplicar. Y no solo tendrán su resultado en la propia misa, sino que se extenderán a otros ámbitos de la vida del pequeño conforme crezca.

Extraemos algunas de sus propuestas:

1º El primer consejo, de fondo: Por qué se debe obedecer

Para Francisco, la pregunta es: ¿Por qué se debe obedecer? Cuenta que hay dos extremos para los padres, ser demasiado estrictos o demasiado "blandos". Pero mientras que el primero puede dañar la relación entre padres e hijos, el segundo puede llevar a una falta de disciplina. Y en su caso, propone algo similar a un "punto medio" pero que, en su opinión, está cargado de significado. Se trata de comprender la disciplina como una conexión por la que los hijos acuden al padre en busca de ayuda y orientación. La disciplina, dice, "consiste en generar confianza para que quieran escucharte y seguirte, porque saben que tienes en mente lo mejor para ellos".

"Lo que le estás enseñando a tu hijo es que, en realidad, la verdadera obediencia proviene del amor. Si realmente amamos a alguien, vamos a querer obedecerlo. Vamos a querer seguirlo y esa es la relación que estamos tratando de que nuestros hijos tengan con Dios", explica. Así entendido, explica que muchas otras cosas "encajan". También el comportamiento en misa.

2º Parece obvio, pero hay que anticiparse a la necesidad

Aunque resulte obvio, explica que algo tan sencillo como asegurarse de que los niños coman y vayan al baño antes de ir a misa reducirá las posibles complicaciones.

3º Mantenerlos conectados

Siguiendo la primera premisa, los padres no solo buscarán "mantener tranquilos" a sus hijos en misa con comida o juguetes,  sino que en la medida de lo posible se buscará una "conexión" con el entorno que les rodea. Por eso, "pueden pasar una hora leyendo libros o simplemente estando en brazos o sentados en el regazo de sus padres, o pueden decir en voz baja las cosas que ven en la iglesia".

En lugar de jugar, Jacob Francisco invita a tratar de `conectar´ a los hijos con el ambiente de la iglesia para captar su atención, incluso mencionando lo que se ve en el edificio. 

4º Si su único momento de silencio es la misa, será imposible

Según el experto, la mentalidad es similar a la de preparar una carrera antes de que tenga lugar. Así, "si el único momento en el que esperas que tu hijo esté en silencio es durante la misa, será mucho más difícil lograr que se calle", subraya. Sin embargo, "si están acostumbrados a tener que estar en silencio durante un periodo de tiempo, entonces la misa será pan comido". Por ello, recomienda seleccionar un momento de cada día en el que los niños participen en actividades tranquilas, como leer o dibujar, lo que le ayudará a aprender a controlar su comportamiento en un entorno controlado y eso facilitará aplicar estas habilidades en la iglesia.

5º Y llega el caos: ¿a la habitación del pánico?

Sin embargo, el experto es consciente de que tarde o temprano se desata la tormenta y las rabietas emergen. Ante las crecientes salas de guardería o "habitaciones del pánico" en las iglesias, no es raro que muchos padres lleven a sus hijos o sacarles de la iglesia, lo que para Jacob Francisco podría ser contraproducente: "Si quieres enseñarle a tu hijo a estar callado y comportarse durante toda la misa, eso no va a funcionar. "Lo único que estás haciendo es enseñarle que podemos ir a la sala de llanto y luego puedo jugar", advierte.

6º No darlo por perdido: explicar, empatizar y poner límites

Lejos de ignorar al niño al sacarlo de la misa, su propuesta es sujetarlo todo el tiempo y solo una vez calmados podrán volver al banco, lo que les ayudará a "aprender que la misa no es un juego". Tampoco recomienda negociar en plena "rabieta", lo que suele ser contraproducente. En lugar de ello, invita a empatizar con el niño al mismo tiempo que se establecen "límites claros". Como ejemplo ante un niño enrabietado al fondo de la iglesia, invita a explicarles: "Sé que quieres sentarte con mamá, pero ahora es el turno de tu hermano. Podrás sentarte con mamá cuando él haya terminado".

7º Tener en cuenta cada edad y 3 consejos válidos "para casi cualquier momento"

Antes de finalizar, recuerda que se ha de enfocar cada actuación de forma proporcionada y  adecuada a la edad y condiciones de cada niño, pero observa tres "elementos clave" que serán los mismos en casi cualquier situación:

Muéstrale a tu hijo que estás de su lado y listo para ayudarlo a superar sus momentos difíciles.

Establece límites claros y consistentes y respétalos. Evita los castigos severos y no permitas el mal comportamiento.

Recuerda que tu objetivo principal es ayudar a tu hijo a aprender a ser la persona que Dios quiso que fuera.

"En cierto modo, ayudar a un niño problemático en la misa es una buena práctica para ayudar a ese mismo niño a atravesar cualquier otra pequeña crisis durante su niñez, adolescencia y juventud. En definitiva, se trata de darles a nuestros hijos el ejemplo de la relación que queremos que tengan con Dios. Y no hay mejor lugar para empezar que la misa", concluye el orientador.