Durante la mañana de este 1 de diciembre, el sacerdote Michel Fédou y el escritor y profesor judío de la Universidad de Nueva York, Joseph Halevi Horowitz, han recibido el premio Ratzinger en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano de manos del Papa Francisco. Los premios Ratzinger, que este año celebran su duodécima edición, son concedidos anualmente a académicos que se han distinguido por méritos particulares en la publicación y/o investigación científica.
Los premiados, dijo Francisco, destacan "por la notable labor que han realizado en sus respectivos campos de estudio y docencia. Son campos distintos, pero ambos cultivados por Joseph Ratzinger y considerados por él de vital importancia".
En el caso de Fédou (Francia, 1952), profesor de teología dogmática y experto en patrística y cristología, Francisco le destacó como "un valiente heredero y continuador de la gran tradición de la teología francesa" que a lo largo de las últimas décadas ha alumbrado personalidades como Henri De Lubac o la colección de textos patrísticos Sources chrétiennes (Fuentes cristianas).
El caso del profesor Horowitz Weiler ha sido especialmente destacado al ser la primera personalidad judía en recibir el Premio Ratzinger, lo que en palabras de Francisco supone la plasmación de uno de los objetivos del Papa Benedicto, "promover todos los pasos de la reconciliación entre cristianos y judíos desarrollada desde el Concilio". El Papa expresó ser "profundamente feliz" por este hecho, ya que hasta ahora el premio solo se había concedido a académicos pertenecientes a diferentes denominaciones cristianas.
"Armonía" con Benedicto frente a la secularización
En este sentido, destacó también "la armonía" entre el Papa Emérito y el profesor Weiler, que se plasma en "asuntos de gran importancia" como "la relación entre fe y razón en el mundo contemporáneo; la crisis del positivismo jurídico y los conflictos generados por la extensión ilimitada de los derechos subjetivos" o "la correcta comprensión del ejercicio de la libertad religiosa en una cultura que tiende a relegar la religión al ámbito privado".
"El Papa Benedicto siempre consideró estos temas centrales para el diálogo de la fe con la sociedad contemporánea. Y el profesor Weiler no solo ha realizado estudios en profundidad sobre ellos, sino que también ha tomado posiciones valientes, descendiendo del nivel académico a la discusión cuando ha sido necesario", expresó, así como al "discernimiento", para la búsqueda de consenso sobre valores fundamentales y la superación de conflictos para el bien común. "Que los creyentes judíos y cristianos puedan unirse en esto es un signo de gran esperanza", valoró.
Durante la ceremonia, el presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Federico Lombardi, se dirigió y saludó al Papa Francisco recordando también "el pensamiento y orientaciones de Benedicto XVI" para "demostrar su fecundidad para el camino de la Iglesia en el contexto de la cultura y los problemas de nuestro tiempo".
Tal y como mencionó Lombardi, los premios dedican especial atención "a cultivar la relación de diálogo entre fe y razón característica del pensamiento del Papa emérito, esencial para mantener viva la presencia de la Iglesia en la cultura del mundo contemporáneo".
De este modo, los académicos premiados se suman a los 24 galardonados provenientes de 16 países de los cinco continentes y de variadas disciplinas que abarcan desde los estudios bíblicos o la teología histórica hasta la filosofía, ciencias sociales, música o arquitectura.
Una puesta en valor de la obra de Benedicto
Durante el evento, el Papa Francisco también dirigió unas palabras al Papa Emérito, con quien "no faltan momentos de encuentro personal, fraterno y afectuoso".
Sesenta años después de la apertura del Concilio Vaticano II, el Papa recordó el papel que desempeñó Joseph Ratzinger, primero como experto durante los trabajos, y luego como guía de la comunidad eclesial en la realización de aquel acontecimiento fundamental:
"Nos ayudó a leer en profundidad los documentos conciliares”, proponiendo una “hermenéutica de la reforma y de la continuidad" y mostrando su función crucial en la "reformulación de la cuestión central de la naturaleza y de la misión de la Iglesia en nuestro tiempo".
"Todos nosotros sentimos su presencia espiritual y su acompañamiento en la oración por toda la Iglesia. Esta es una ocasión importante para reafirmar que la contribución de su obra teológica y en general de su pensamiento sigue siendo fecunda y eficaz", mencionó Francisco.
"Además del magisterio pontificio del Papa Benedicto XVI, sus aportes se ofrecen nuevamente a nuestra reflexión a través de la publicación de Opera Omnia, cuya edición en alemán está casi terminada. Estas contribuciones nos ofrecen una base teológica sólida para el camino de la Iglesia: una Iglesia viva que nos ha enseñado a ver y vivir en comunión y que es un camino guiado por el Espíritu del Señor, siempre abierto a la misión para anunciar el Evangelio y servir al mundo en el que vive", concluyó.