Francisco presidió este lunes el consistorio ordinario de cardenales para aprobar la canonización de siete beatos que fueron beatificados en distintas fechas entre 1963 y 2011. Queda por determinar la fecha en la que se inscribirán oficialmente en el libro de los santos en función de las circunstancias de la pandemia.
Charles de Foucauld, un hermano en el desierto
El más conocido de los nuevos santos es el sacerdote Charles de Foucauld (1858-1916), pobre entre los pobres del desierto y apóstol entre los musulmanes. El milagro para su canonización se produjo precisamente tras el grave accidente laboral de un joven no cristiano.
Nacido en Estrasburgo (Alsacia), quedó huérfano de padres a los seis años. Criado por su abuelo, siguió sus pasos y emprendió la carrera militar. Aunque en la adolescencia perdió la fe, durante una misión en Marruecos en 1884 le surgió la cuestión de Dios: "Dios mío, si existes, permíteme conocerte", oró.
De regreso a Francia, pidió a un sacerdote que le instruyera. Luego peregrinó a Tierra Santa y allí, en los lugares de la vida de Cristo, encontró su vocación: consagrarse totalmente a Dios, imitando a Jesús en una vida oculta y silenciosa. Ordenado sacerdote a los 43 años (1901), fue al desierto argelino del Sahara, primero a Beni Abbès, pobre entre los más pobres, y luego más al sur, a Tamanrasset, con los tuareg del Hoggar. Llevaba una vida de oración, meditando continuamente la Sagrada Escritura, con el deseo incesante de ser el "hermano universal" para cada persona. Murió a la edad la noche del 1 de diciembre de 1916, asesinado por una banda de delincuentes.
Noble, converso y mártir
Lázaro, conocido como Devasahayam (1712-1752), fue el primer laico indio en ser beatificado. Hijo de un brahmán del reino hindú de Travancore, pertenecía a la alta casta de los guerreros. Se convirtió al cristianismo de adulto y recibió el bautismo a los 33 años. Esta conversión fue considerada una traición y un peligro para la solidez del reino. Por ello, fue detenido, humillado y torturado por los funcionarios, que luego ordenaron matarlo por abjurar del hinduismo.
Fundadora y viajera
Nacida en el Piamonte, la hermana María Francisca de Jesús, en el siglo Anna Maria Rubatto (1844-1904), se dedicó durante años a ayudar a los pobres de Turín, visitando a los enfermos en el Cottolengo y trabajando constantemente en el Oratorio de Don Bosco. Fundó el Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas y luego partió hacia América. En 1892 llevó a sus hermanas a Montevideo, en Uruguay, donde moriría, y de allí, al poco tiempo, a Argentina y Brasil. Siete veces cruzó el océano para acompañar y visitar a sus hijas.
Espiritualidad y servicio
Maria Domenica Mantovani (1862-1934) fue la primera superiora del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia, que fundó junto con el beato Giuseppe Nascimbeni, su guía espiritual, que la quiso como colaboradora para la fundación del Instituto. Fue una figura determinante en el desarrollo del carisma y la espiritualidad. Dedicó toda su vida, hasta el final de sus días, al humilde servicio de los pobres, los huérfanos y los enfermos.
Predicador y catequista
César de Bus (1544-1607), nacido en Provenza y educado por los jesuitas, fue un sacerdote que se dedicó a la predicación y a la catequesis y fundó la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana en 1572, con el objetivo de formar a los fieles. Llevó a cabo esta tarea con un estilo sencillo y pobre, cercano a la gente, a través de una catequesis fácilmente comprensible.
Inspirador de vocaciones
Luigi Maria Palazzolo (1827-1886), sacerdote de Bérgamo, fundó las Congregaciones de las Clarisas y de los Hermanos de la Sagrada Familia para acoger a niñas huérfanas y pobres. También creó escuelas nocturnas para jóvenes y adultos. La labor educativa y la formación religiosa que ofreció fueron tan eficaces que unos cuarenta jóvenes del Oratorio optaron por hacerse sacerdotes. Sometido a un sufrimiento físico y moral, murió a la edad de 58 años.
Catequesis permanente
Giustino Maria Russolillo (1891-1955), sacerdote de Pianura, en la provincia de Nápoles, vivió su vida y su ministerio al servicio de las vocaciones, para lo que fundó una sociedad de sacerdotes. Fue predicador, conferenciante y escritor. La catequesis permanente y la atención pastoral a las familias transformaron su comunidad parroquial, que se convirtió así en una "casa de santidad" y en la cuna de numerosas vocaciones. También extendió sus actividades a los sacerdotes y religiosos con dificultades. También ayudó a los jóvenes a formar familias cristianas. Debido a su incansable trabajo, sufrió varias incomprensiones; siempre ofreció estos sufrimientos a la Virgen María.