En un mensaje por vídeo, como han hecho el resto de los participantes, Francisco se dirigió a la 75ª Asamblea General de las Naciones Unidas animando para que la ONU "sea un verdadero signo e instrumento de unidad entre los Estados y de servicio a la entera familia humana".
Asimismo, abogó por el "multilateralismo, expresión de una renovada corresponsabilidad mundial, de una solidaridad fundamentada en la justicia y en el cumplimiento de la paz y de la unidad de la familia humana, proyecto de Dios sobre el mundo", frente a "las actitudes de autosuficiencia, nacionalismo, proteccionismo, individualismo y aislamiento, dejando afuera los más pobres, los más vulnerables, los habitantes de las periferias existenciales".
Con una dicotomía similar, defendió que la pandemia sirva como "una oportunidad real para la conversión, la transformación, para repensar nuestra forma de vida y nuestros sistemas económicos y sociales, que están ampliando las distancias entre pobres y ricos, a raíz de una injusta repartición de los recursos", y no para "una 'retirada defensiva' con características individualistas y elitistas".
El Papa lamentó que, en su respuesta a la pandemia, "los países y las instituciones internacionales también están promoviendo el aborto como uno de los denominados 'servicios esenciales' en la respuesta humanitaria".
"Es triste ver", añadió, "cuán simple y conveniente se ha vuelto, para algunos, negar la existencia de vida como solución a problemas que pueden y deben ser resueltos tanto para la madre como para el niño no nacido".
Asimismo, el "horrible flagelo del abuso infantil y de la pornografía" han crecido con la difusión mundial de la covid, cebándose en particular con los menores refugiados y no acompañados.
En la misma línea, el Papa lamentó la "desintegración de la familia" y recordó que "los primeros educadores del niño son su mamá y su papá" y que "con demasiada frecuencia, la familia es víctima de colonialismos ideológicos que la hacen vulnerable y terminan por provocar en muchos de sus miembros, especialmente en los más indefensos -niños y ancianos- un sentido de desarraigo y orfandad".
Francisco recordó que "los creyentes religiosos continúan sufriendo todo tipo de persecuciones, incluyendo el genocidio debido a sus creencias". En particular, los cristianos: "¡Cuántos sufren alrededor del mundo, a veces obligados a huir de sus tierras ancestrales, aislados de su rica historia y de su cultura!".
El discurso del Papa ante la ONU reiteró por lo demás algunos de los temas que la Santa Sede ha defendido ante el organismo, como el acceso universal a las vacunas contra el covid, y que "si hay que privilegiar a alguien, que ése sea el más pobre, el más vulnerable, aquel que normalmente queda discriminado".
Abogó también por impulsar "un mercado laboral cada vez más impulsado por la incertidumbre y la 'robotización' generalizada", y que deja a muchos en sus márgenes. Es la cultura del descarte, cuyo origen es "una gran falta de respeto por la dignidad humana, una promoción ideológica con visiones reduccionistas de la persona, una negación de la universalidad de sus derechos fundamentales, y un deseo de poder y de control absolutos que domina la sociedad moderna de hoy".
"Es doloroso ver cuántos derechos fundamentales continúan siendo violados con impunidad", dijo.
El Papa criticó también el potencial creciente de las armas, la carrera armamentista y la disuasión nuclear: "Hay que desmantelar las lógicas perversas que atribuyen a la posesión de armas la seguridad personal y social. Tales lógicas sólo sirven para incrementar las ganancias de la industria bélica, alimentando un clima de desconfianza y de temor entre las personas y los pueblos".
Francisco abogó por "los refugiados, los migrantes y los desplazados internos", que son "víctimas de la trata, la esclavitud sexual o el trabajo forzado". Denunció el "rápido aumento de la desigualdad entre los súper ricos y los permanentemente pobres" y pidió "un modelo económico que promueva la subsidiariedad, respalde el desarrollo económico a nivel local e invierta en educación e infraestructura", así como por la condonación de la deuda de los países pobres.
En continuidad con otros discursos, el Papa se unió a la "sensibilidad ecológica integral" contra la "crisis ambiental" y los "efectos negativos del cambio climático".
Animó a continuar la senda de promoción de la mujer, sin olvidar a las que "quedan rezagadas: víctimas de la esclavitud, la trata, la violencia, la explotación y los tratos degradantes", ante cuya situación la humanidad "con su silencio y no actuación efectiva, se hace cómplice".
"De una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores", concluyó el Papa: "Esta crisis subraya aún más los límites de nuestra autosuficiencia y común fragilidad" y debe abordarse con "honestidad y coherencia en el diálogo, a fin de mejorar el multilateralismo y la cooperación entre los Estados".