El cardenal alemán Gerhard Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha valorado el Motu Proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco y cree que “la clara intención es condenar la forma extraordinaria a la extinción a largo plazo”.
Con este escrito papal el uso de la misa según el rito tradicional anterior a la reforma de 1970 quedará muy restringido y supone la derogación del Summorum Pontificum de Benedicto XVI.
En un artículo escrito para Catholic Thing y que traduce Infovaticana, el cardenal Müller cree que “más allá de la presentación de sus consideraciones subjetivas, habría sido conveniente una argumentación teológica rigurosa y lógicamente comprensible” en las argumentaciones ofrecidas por Francisco a la hora de tomar esta decisión.
Y es que según asegura el purpurado alemán, “la autoridad papal no consiste en exigir superficialmente a los fieles una mera obediencia, es decir, una sumisión formal de la voluntad, sino, mucho más esencialmente, en permitir que los fieles se convenzan también con el consentimiento de la mente”.
Más adelante, Müller recuerda que “las disposiciones de la Traditionis Custodes son de carácter disciplinario, no dogmático, y pueden ser modificadas de nuevo por cualquier papa futuro. Naturalmente, el Papa, en su preocupación por la unidad de la Iglesia en la fe revelada, debe ser apoyado plenamente cuando la celebración de la Santa Misa según el Misal de 1962 fuera una expresión de resistencia a la autoridad del Vaticano II, es decir, cuando la doctrina de la fe y la ética de la Iglesia son relativizadas o incluso negadas en el orden litúrgico y pastoral”.
En esta línea da la razón al Papa sobre que "nadie puede llamarse católico y que quiera volver atrás del Vaticano II (o de cualquier otro concilio reconocido por el papa) como el tiempo de la ‘verdadera’ Iglesia o que quiera dejar atrás esa Iglesia como paso intermedio hacia una ‘nueva Iglesia’".
Sin embargo, también encuentra cierta contradicción. “Se puede medir la voluntad del papa Francisco de devolver a la unidad a los deplorados llamados 'tradicionalistas' (es decir, a los que se oponen al misal de Pablo VI) con el grado de su determinación de poner fin a los innumerables abusos 'progresistas' de la liturgia (renovada según el Vaticano II) que equivalen a una blasfemia. La paganización de la liturgia católica -que en su esencia no es otra cosa que el culto al Dios Uno y Trino- a través de la mitologización de la naturaleza, la idolatría del medio ambiente y del clima, así como el espectáculo de la Pachamama, fueron más bien contraproducentes para la restauración y renovación de una liturgia digna y ortodoxa que refleje la plenitud de la fe católica”, asegura el cardenal Müller.
Sin embargo, añade el cardenal, “nadie puede hacer oídos sordos al hecho de que incluso los sacerdotes y laicos que celebran la misa según el orden del Misal de San Pablo VI son ahora ampliamente tachados de tradicionalistas. Las enseñanzas del Vaticano II sobre la unicidad de la redención en Cristo, la plena realización de la Iglesia de Cristo en la Iglesia Católica, la esencia interior de la liturgia católica como adoración de Dios y mediación de la gracia, la Revelación y su presencia en la Escritura y la Tradición Apostólica, la infalibilidad del magisterio, la primacía del Papa, la sacramentalidad de la Iglesia, la dignidad del sacerdocio, la santidad y la indisolubilidad del matrimonio – todo esto está siendo negado heréticamente, en abierta contradicción con el Vaticano II, por una mayoría de obispos y funcionarios laicos alemanes (aunque se disfrace bajo frases pastorales)”.
Y pese a todo, Müller recalca que aún “con el aparente entusiasmo que expresan por el Papa Francisco están negando rotundamente la autoridad que le fue conferida por Cristo como sucesor de Pedro. El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la imposibilidad de legitimar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y extramatrimoniales a través de una bendición es ridiculizado por obispos, sacerdotes y teólogos alemanes (y no sólo alemanes) como mera opinión de funcionarios curiales poco cualificados. Aquí tenemos una amenaza a la unidad de la Iglesia en la fe revelada, que recuerda a la magnitud de la secesión protestante de Roma en el siglo XVI”.
“Dada la desproporción entre la respuesta relativamente modesta a los ataques masivos a la unidad de la iglesia en la 'Vía sinodal' alemana (así como en otras pseudo-reformas) y la severa disciplina a la minoría del viejo rito, me viene a la mente la imagen de la brigada de bomberos equivocada, que -en lugar de salvar la casa en llamas- salva primero el pequeño granero de al lado”, agrega.
De esta manera, Gerhard Müller llega a la conclusión de que “sin la más mínima empatía se ignoran los sentimientos religiosos de los participantes (a menudo jóvenes) en las misas según el Misal de Juan XXIII (1962). En lugar de apreciar el olor de las ovejas, el pastor las golpea aquí con fuerza con su cayado. También parece simplemente injusto suprimir las celebraciones del ‘viejo’ rito sólo porque atrae a algunas personas problemáticas: abusus non tollit usum”.
Por ello mismo, cree que “un poco más de conocimiento de la dogmática católica y de la historia de la liturgia podría contrarrestar la desafortunada formación de partidos contrarios y también salvar a los obispos de la tentación de actuar de forma autoritaria, sin amor y con estrechez de miras contra los partidarios de la misa ‘antigua’”.