Francisco autorizó este sábado al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, la promulgación de un decreto de canonización, dos de beatificación de mártires y una declaración de virtudes heroicas.
Una nueva santa
La nueva santa será la beata italiana Elena Guerra (1835-1914), por cuya intercesión se ha reconocido el milagro para la canonización. Fundadora de la congregación de las Oblatas del Espíritu Santo, provenía de una familia noble de Lucca (Toscana), donde fue educada cristianamente. Desde los veinte años empezó a crear iniciativas de apostolado dirigidas a jóvenes, como el Jardincito de María o las Amistades Espirituales.
Durante una visita a Roma con su padre, viendo al Papa Pío IX decidió consagrarse a Dios, pese a la oposición familiar. En 1882 fundó la Congregación de las Hermanas de Santa Zita para la educación cultural y religiosa de la juventud. Sufrió en sus últimos años por las críticas de algunas de sus hermanas, por lo que dejó el cargo de superiora. Fue beatificada en 1959 por Juan XXIII.
Dos mártires españoles
El Papa beatificará también a dos mártires españoles víctimas del Frente Popular en 1936, al principio de la Guerra Civil.
Cayetano Clausellas Ballvé (1863-1936), natural de Sabadell (Barcelona), era sacerdote diocesano y capellán de una residencia de ancianos. Fue capturado por los milicianos el 14 de agosto de 1936 y fusilado por la espalda al amanecer del día siguiente.
Antonio Tort Reixachs (1895-1936), nacido cerca de Barcelona, era padre de once hijos y muy devoto de la Eucaristía y de la Santísima Virgen. Fue asesinado en odio a la fe por haber dado cobijo a religiosos que huían de la persecución religiosa. Los milicianos entraron en su casa, la saquearon, destrozaron imágenes sagradas, se lo llevaron, lo torturaron en un convento convertido en checa y lo fusilaron la noche del 3 al 4 de diciembre cerca del cementerio de Montcada, lugar célebre por las matanzas que allí tuvieron lugar.
Una venerable contemporánea
También se reconocen las virtudes heroicas de Teresa Lanfranco (1920-1989, en el siglo Annunziata Addolorata), religiosa de la congregación de las Hijas de Santa María de Leuca.
De familia modesta y cristiana, en 1937 conoció a la Beata Elisabetta Martínez (1905-1991), que acababa de fundar un instituto de vida religiosa dedicado al apostolado parroquial y a la formación de las jóvenes. Teresa entró en la comunidad y se convirtió en fiel colaboradora de la fundadora.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se trasladó con su noviciado a la Casa General de Roma, y dentro de la comunidad llevó a cabo una constante labor de pacificación y mediación, ofreciendo una contribución particular cuando en los años 60, según recoge Alessandro De Carolis en Vatican News, el Instituto experimentó una grave crisis interna, debido a la rebelión de algunas hermanas.
En 1987, la Beata Elisabetta Martínez dejó el cargo de Superiora General por motivos de salud, pero Teresa, aunque fue elegida en su lugar, no aceptó, prefiriendo seguir siendo vicaria de la recién elegida. Además de la Virgen, la unía una particular devoción a San José, a quien consideraba el santo de la Providencia y a quien se encomendaba constantemente.