Paul Richard Gallagher, el representante de la Santa Sede ante Naciones Unidas, ha hablado en la 73° asamblea general de la ONU que se realiza en estos días en Nueva York, planteando dos grandes temas: abolir la pena de muerte en los Estados del mundo actual, todos ellos capaces de mantener un sistema carcelario y penal suficiente, y trabajar por la paz desde la "conversión de los corazones".
Gallagher, arzobispo de 64 años, natural de Liverpool (Inglaterra) recordó que “en el último medio siglo la Santa Sede consistentemente ha buscado la abolición de la pena de muerte y en las últimas décadas esa posición se ha hecho mucho más articulada”.
En su intervención sobre el tema “Pena de Muerte: Pobreza y el derecho a la representación legal”, el Arzobispo resaltó que “hace 20 años el tema se enmarcó dentro del adecuado contexto ético de defender la dignidad inviolable de la persona humana y el rol de la autoridad legítima para defender de manera justa el bien común de la sociedad”.
Mejoras en el sistema penal: matar al reo, innecesario e indigno
"Como resultado de las mejoras en la organización del sistema penal, parece evidente ahora que existen medios distintos a la pena de muerte ‘para defender las vidas humanas contra el agresor y para proteger de él el orden público y la seguridad de las personas’”. Citando la encíclica Evangelium vitae (El Evangelio de la vida) de San Juan Pablo II, Gallagher dijo que “por esta razón ‘la autoridad se limitará a emplear solo esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana’”.
El Arzobispo recordó lo dicho por el Papa Francisco en octubre de 2015 a los delegados de la asociación internacional de derecho penal, a quienes recordó “la primacía de la vida humana y la dignidad de la persona humana” ante la posibilidad de que, “por un error judicial y por el uso de regímenes dictatoriales o totalitarios”, la pena de muerte sea utilizada “como un medio para suprimir la disidencia política o para perseguir a las minorías culturales o religiosas”.
El representante de la Santa Sede también recordó la última modificación ordenada por el Papa Francisco al Catecismo de la Iglesia Católica en agosto de este año, según la cual la pena de muerte es considerada ahora inadmisible. “‘La pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona’ y (la Iglesia) se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”, indica el nuevo texto.
“La abolición universal de la pena de muerte sería una reafirmación valiente de la creencia de que la humanidad puede ser exitosa al lidiar con el crimen y de nuestro rechazo a sucumbir a la desesperanza ante los actos del mal, ofreciendo así al criminal una oportunidad para reformarse”, concluyó el Arzobispo.
Por la paz: reconocer al otro como hermano o hermana
También propuso, en una ocasión previa, que para alcanzar la paz es necesaria una conversión de los corazones, reconociendo al otro como hermano o hermana. Lo hizo en la "Cumbre de Paz Nelson Mandela", realizada el 24 de septiembre como preámbulo a la Asamblea General de la ONU que se desarrolla en Nueva York (Estados Unidos).
Gallagher destacó que la Declaración Política adoptada por los representantes mundiales al comienzo de la cumbre “reconoce que debemos ‘buscar la conversión del corazón y la mente que pueda marcar la diferencia’”.
“De hecho, se necesita una conversión de corazones; tenemos que reconocer en el otro a un hermano o hermana que cuidar y trabajar para construir una vida plena para todos. Este es el espíritu que inspira muchas iniciativas de la sociedad civil, incluidas las organizaciones religiosas, para promover la paz”, señaló el representante de la Santa Sede.
En ese sentido, recordó que cada Año Nuevo la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz “para llamar la atención sobre el bien inmenso y universal de la paz”.
Gallagher afirmó que la cumbre realizada el 24 de septiembre “también es una especie de ‘Día Mundial de la Paz’ en el que proclamamos que la paz es un regalo de Dios confiado a todos nosotros. Es nuestra tarea cuidarlo”. “La Santa Sede se une a los Estados miembros en todos los esfuerzos para trabajar enérgicamente por la paz verdadera y expresa la esperanza de que ‘el compromiso diario de todos continuará dando frutos y que habrá una aplicación efectiva en el derecho internacional del derecho a la paz, como el derecho humano y un prerrequisito necesario para cualquier otro derecho’”. “Este sería el tipo de conversión de mente y corazón” que ayudará a los demás a “florecer en paz y libertad”.
"Si quieres hacer la paz con tu enemigo, trabaja con él"
El diplomático vaticano recordó que en su autobiografía Mandela aconseja que “si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se convierte en su compañero".
“La inspiradora perseverancia de Mandela en su búsqueda de justicia, libertad y paz, es para esta ‘familia de naciones’ una motivación para redoblar nuestros esfuerzos y nuestra dedicación en la búsqueda de un mundo más justo y pacífico”, afirmó.