A partir de ahora, la misa del tercer domingo del Tiempo Ordinario (que cae entre finales de enero y mediados de febrero) contará con signos litúrgicos especiales para reforzar simbólicamente la importancia de la Palabra de Dios. Por ejemplo, se entronizará un ejemplar de las Escrituras o se instituirán clérigos o laicos con el oficio de lectores. Ese domingo será, cada año, el "Domingo de la Palabra de Dios".
Así lo decreta para la Iglesia universal el Papa Francisco con una carta apostólica en forma de Motu Proprio titulada “Aperuit Illis”, anunciada este 30 de septiembre de 2019, cuando se cumplen 1.600 años de la muerte del gran traductor de la Biblia al latín, San Jerónimo. El objetivo de esta festividad, asegura el texto, es "que podamos anunciar por todo el mundo esa riqueza inagotable” que es "el tesoro de su Palabra".
El Pontífice explica que esta decisión busca “responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el Domingo de la Palabra de Dios”.
Precedentes del Vaticano II y Benedicto XVI
El Papa Francisco recuerda que, “el Concilio Vaticano II dio un gran impulso al redescubrimiento de la Palabra de Dios con la Constitución dogmática Dei Verbum”.
Además, en 2008 Benedicto XVI ya convocó un Sínodo de los Obispos sobre el tema “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”, publicando a continuación la Exhortación Apostólica Verbum Domini. “En este Documento – precisa el Papa – en particular se profundiza el carácter performativo de la Palabra de Dios, especialmente cuando su carácter específicamente sacramental emerge en la acción litúrgica”.
Gestos para que sea un domingo solemne con la Palabra
El Pontífice anima a vivir este Domingo de la Palabra como un día solemne. “Será importante que en la celebración eucarística se entronice el texto sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. En este domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor”.
Los obispos pueden celebrar el rito del Lectorado (instituir personas ante el pueblo que sean lectores) o confiar un ministerio similar para recordar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia.
Es fundamental, subraya el Papa, que no falte ningún esfuerzo para que algunos fieles se preparen con una formación adecuada a ser verdaderos anunciadores de la Palabra, como sucede de manera ya habitual para los acólitos o los ministros extraordinarios de la Comunión y poder resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina (la oración que lee la Biblia, la medita en presencia del Espíritu Santo y busca aplicarla en la vida concreta del orante).
La Biblia no es "para unos pocos privilegiados"
El Papa Francisco recuerda que la Biblia “no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados”. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra.
A menudo, denuncia el Pontífice, "se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo a ciertos círculos o grupos escogidos. No puede ser así. La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo".
Que los pastores expliquen la Biblia al pueblo
Para mejorar esa unidad, el Papa recuerda a los pastores que tienen la gran responsabilidad de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura. Puesto que es el libro del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra deben sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad.
La homilía, en particular, tiene una función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi sacramental», afirma. Ayudar a profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha, le permite al sacerdote mostrar también la «belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien».
Recuerda también las palabras de San Pablo a los Romanos: “la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo”. Por eso, los fieles necesitan escuchar la Palabra en la oración litúrgica y en la oración personal.
El día dedicado a la Biblia debe ayudar, dice el Papa, a tener "familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura; si no, el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera".
"Está en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas"
El Papa concluye invitando a que, el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor del Deuteronomio lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas». Y recuerda el Pontífice que en el camino de escucha de la Palabra de Dios, "nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho".
El análisis del arzobispo Rino Fisichella
El arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, ha comentado en una entrevista con VaticanNews el sentido de este texto.
- ¿Cómo surgió esta Carta?
- Nace porque el Papa recibió muchas peticiones de pastores y laicos después del Jubileo de la Misericordia. En aquella época, en su Carta Apostólica “Misericordia et Misera”, al final del Año Santo extraordinario, mencionaba que en las iglesias, según su propia creatividad – de modo que ya se está haciendo mucho al respecto – se diera vida a un domingo en el que la Palabra de Dios se situaba en el centro de la vida de la comunidad cristiana. Un signo unitario para hacer emerger aún más la fuerza de la Palabra de Dios para la comunidad, pero también la responsabilidad que la comunidad siente a través de una acción auténticamente evangelizadora.
- ¿Cada domingo no debería ser el domingo de la Palabra de Dios?
- Cada domingo que celebramos es el domingo en el que se celebra el sacrificio de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús, por lo que la acción litúrgica con la celebración de la Eucaristía se convierte en el culmen de la vida cristiana. Esto no significa que, a partir del año 1200, también celebremos la fiesta del Corpus Christi. En el domingo de la Palabra de Dios, en toda la Iglesia, en todas las comunidades cristianas, la Palabra puede ser proclamada con mayor solemnidad, una reflexión especial acompañada de signos más visibles sobre la importancia que esta Palabra tiene para la Iglesia. El Papa eligió celebrar este domingo el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, cuando todas las lecturas proclamadas en el Evangelio presentan la figura de Jesús como heraldo del Reino de Dios.
- ¿Cuál es la relación entre la vida diaria de los cristianos y la Palabra de Dios? Porque a veces sucede que la Palabra es sólo un libro escrito....
- Desafortunadamente, tenemos que tocar un punto de tristeza. La gran mayoría de nuestros cristianos no conocen la Sagrada Escritura. La Biblia es el libro más difundido, pero también es quizás el más polvoriento porque no está en nuestras manos. Con esta Carta el Papa nos invita a tenerla en nuestras manos todos los días, en la medida de lo posible, para hacerla nuestra oración.
» Pensamos que es importante redescubrir la oración hecha con los Salmos porque cada salmo llama a una condición del pueblo cristiano y de la vida de cada hombre y de cada mujer. Luego la Lectio divina y, por tanto, la capacidad de ver cómo se vive esta Palabra en el curso de nuestra historia y cómo ha sido iluminada, cómo su interpretación conduce a una riqueza de sentidos, de significados. Pero sobre todo es la Palabra de Dios que se expresa en nuestro testimonio.
» El Papa recuerda enormemente la dimensión de la caridad porque cuando escuchamos la Palabra de Dios nos volvemos más atentos, vigilantes y sensibles a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los más marginados, y no es casualidad que Francisco recuerde la parábola del rico y del pobre Lázaro. La capacidad de escuchar la Palabra nos hace más sensibles a las situaciones más difíciles y extremas de la vida, las que ahora se denominan "periferias existenciales" de las que somos testigos diariamente.
- Estas últimas son indicaciones concretas que el Papa sugiere a los bautizados, pero en la Carta también hay indicaciones para sacerdotes y obispos.
- El Papa recuerda a los sacerdotes el valor de la homilía. Nos dice que es una ocasión pastoral que no hay que perderse en absoluto. Los sacerdotes, en primer lugar, estamos llamados al contacto cotidiano con la Palabra que debemos explicar a nuestro pueblo que tiene derecho a una explicación inteligente y coherente, que toca la vida y las necesidades presentes en cada uno. Pero también recuerda a los obispos para que en este domingo puedan celebrar, por ejemplo, la institución del ministerio del Lector.
» El Papa va más allá, sin embargo, y dice que con vistas a este domingo, a partir de los próximos años, es bueno que se subraye más el papel de un servicio extraordinario, de un ministerio y de un mandato particular con el que las personas se preparan primero para un contacto más inmediato de estudio, de reflexión con la Palabra de Dios, como es el caso del servicio extraordinario de la Comunión. Creo que esto es también una provocación pastoral.
» Sabemos cómo sucede en nuestras iglesias: la primera persona que encontramos disponible va a leer. Este, sin embargo, no es el valor que debe darse a la Palabra de Dios. La Palabra de Dios debe encontrar mujeres, hombres capaces de proclamar auténticamente y en el anuncio capaces también de comprender el texto sagrado.