Un comunicado difundido por el vaticano afirma que “en el curso de los cordiales coloquios fueron evocadas las relaciones bilaterales entre la Santa Sede y Turquía y se habló de la situación del país, de la condición de la Comunidad católica, del compromiso de acogida de los numerosos prófugos y de los desafíos a este relacionado. Luego se detuvieron sobre la situación en Oriente Medio, con particular referencia al Estatuto de Jerusalén, evidenciando la necesidad de promover la paz y la estabilidad en la Región a través del diálogo y el negociado, en el respeto de los derechos humanos y de la legalidad internacional”.
El encuentro con el Papa duró unos 50 minutos, presentes sólo los intérpretes.
A Erdogan le acompañaba un séquito de unas 20 personas que entraron después del encuentro privado. Entre ellas estaba la esposa y la hija del presidente y cinco ministros. Eran seis las mujeres en total (de las cuales 4 llevaban velo).
En el momento de los intercambios de los dones, Francisco donó a Erdogan un medallón con una representación de un ángel y explicó. “Este en un ángel de la paz que estrangula al demonio de la guerra. Es símbolo de un mundo basado sobre la paz y la justicia”.
Se da la circunstancia de que Turquía mantiene cruentas operaciones militares contra las guerrillas turcas en territorio sirio.
El Papa ofreció también a Erdogan un aguafuerte con un dibujo de la basílica de San Pedro tal como era en 1600, una copia de la encíclica “Laudato si” (que suele regalar a casi todos los mandatarios le que visitan) y el mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año.
Erdogan donó al Papa un gran cuadro de cerámica con el panorama de Estambul y un cofrecito de libros del teólogo musulmán Mevlana Rumi, el místico sufí persa del siglo XIII, fundador de la orden sufí mevlevi (famosa por sus derviches giróvagos).
La visita de Erdogan al Papa Francisco es la primera visita de un jefe de Estado de Ankara al vaticano desde hace 59 años. El último fue Celal Bayar, que fue recibido por Juan XXIII, que conocía bien Turquía porque había sido nuncio allí entre 1934 y 1943.
Como señala AsiaNews, más allá del clima cordial y de las buenas relaciones existentes en el plano diplomático, no se puede afirmar que en Turquía se pueda hablar de plena libertad religiosa, no obstante la Constitución deseada por Ataturk afirmase la substancial laicidad del Estado. Más allá de los episodios de intolerancia también violenta-culminados con el asesinato del p. Andrea Santoro y de Mons. Luigi Padovese en 2010-no son raros los episodios, si bien afortunadamente no cruentos.
Por otro lado, en el país, las Iglesias cristianas no tiene personalidad jurídica, lo cual impide que posean edificios religiosos. Obstáculo a veces superados con la creación de falsas fundaciones pero que recaen en el derecho civil ordinario. Así, también hace pocas semanas, se confiscaron algunas propiedades religiosas, también históricas y antiquísimas.
A las iglesias se les prohibe tener un crucifijo que se vea desde la calle. Es así incluso hasta para la sede del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, máxima expresión de la ortodoxia.
Y al Patriarca Ecuménico ortodoxo, al que no le es reconocido ningún rol supranacional, se le exige ser ciudadano turco.