De hecho, el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, en la víspera de este llamamiento confirmó que el Papa Francisco y el líder palestino Ahammoud Abbas se hablaron por teléfono sobre el tema del traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén.
La conversación que tuvo lugar por iniciativa de Abbas, se enmarca en una serie de contactos del Presidente de la ANP después de su coloquio con el Presidente de Estados Unidos, en el que, según señaló el portavoz del mandatario palestino, Donald Trump ha comunicado su intención de trasladar la embajada estadounidense.
El Papa comentó el asunto durante su audiencia pública de este miércoles 6 de diciembre.
«Mi pensamiento se dirige ahora a Jerusalén. Al respecto, no puedo callar mi profunda preocupación por la situación que se ha creado en los últimos días y, al mismo tiempo, dirigir un apremiante llamamiento para que sea empeño de todos respetar el status quo, en conformidad con las pertinentes Resoluciones de Naciones Unidas.
Jerusalén es una ciudad única, sagrada para los judíos, los cristianos y los musulmanes, que veneran en ella los Lugares Santos de sus religiones respectivas y tiene una vocación especial para la paz. Ruego al Señor que dicha identidad sea preservada y fortalecida en beneficio de Tierra Santa, Oriente Medio y el mundo entero y que prevalezcan sabiduría y prudencia, para evitar añadir nuevos elementos de tensión a un panorama mundial ya convulsionado y marcado por tantos conflictos crueles».
El Papa comentó también el inicio del Adviento.
«Queridos amigos, en este tiempo de comienzos de Adviento, estamos invitados a salir al encuentro de Jesús, que nos espera en todos los necesitados a los que podemos llevar la luz del Evangelio y el consuelo de la caridad. El Señor nos invita, en este tiempo de Adviento a ir al encuentro con Él, que se deja reconocer en los más pequeños, en los enfermos, en los necesitados. Que el Espíritu Santo los guíe en su camino»
El Papa Francisco siempre saluda a los recién casados en sus audiencias de los miércoles, pero este miércoles ha sido especial al celebrarse la fiesta de San Nicolás de Bari, que es uno de los santos patronos de los recién casados. El Papa ha dicho: «Hoy es la memoria de San Nicolás de Bari. Queridos jóvenes, pongan por encima de todo la búsqueda de Dios y de su amor; queridos enfermos, que el ejemplo de los santos sea ayuda y consolación en los momentos de mayor necesidad; y ustedes, recién casados, con la gracia de Dios, hagan cada vez más firme y profunda su unión».
El tema principal de la catequesis del Papa Francisco fue el recuerdo de su reciente viaje a Asia, a Myanmar y Bangladés, su trato con las minorías católicas, donde son abundantes las vocaciones, sus encuentros con refugiados y enfermos y el diálogo con las comunidades de otras religiones, allí mayoritarias. Era la primera vez que un Papa visitaba Myanmar, y esto ha sucedido poco después que se hayan establecido las relaciones diplomáticas entre este país de mayoría budista y la Santa Sede.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera hablar del Viaje Apostólico que he realizado en los días pasados a Myanmar y Bangladés. Ha sido un gran de Dios, y por eso le agradezco a Él por cada cosa, especialmente por los encuentros que he podido tener. Renuevo la expresión de mi gratitud a las Autoridades de los dos Países y a los respectivos Obispos, por todo el trabajo de preparación y por la acogida reservada a mí y a mis colaboradores. Un “gracias” sincero quiero dirigir a la gente birmana y aquella bangladesí, que me han demostrado tanta fe y tanto afecto: ¡gracias!
Por primera vez un sucesor de Pedro visitaba Myanmar, y esto ha sucedido poco después que se han establecido las relaciones diplomáticas entre este País y la Santa Sede.
He querido, también en este caso, expresar la cercanía de Cristo y de la Iglesia a un pueblo que ha sufrido a causa de conflictos y represiones, y que ahora está lentamente caminando hacia una nueva condición de libertad y de paz.
Un pueblo en la cual la religión budista está fuertemente enraizada, con sus principios espirituales y éticos, y donde los cristianos están presentes como una pequeña grey y levadura del Reino de Dios. A esta Iglesia, viva y fervorosa, he tenido la alegría de confirmar en la fe y en la comunión, en el encuentro con los Obispos de los países y en las dos celebraciones eucarísticas.
La primera ha sido en la gran área deportiva en el centro de Rangún, y el Evangelio de ese día ha recordado que las persecuciones a causa de la fe en Jesús son normales para sus discípulos, como ocasión de testimonio, pero “ni siquiera un cabello se les caerá” (Cfr. Lc 21,1219). La segunda Misa, último acto de la visita a Myanmar, estuvo dedicada a los jóvenes: un signo de esperanza y un regalo especial de la Virgen María, en la catedral que lleva su nombre.
En los rostros de esos jóvenes, llenos de alegría, he visto el futuro de Asia: un futuro que será no de quien construye armas, sino de quien siembra fraternidad. Y siempre en el signo de esperanza he bendecido las primeras piedras de dieciséis iglesias, del seminario y de la nunciatura, dieciocho.
Además de la Comunidad católica, he podido encontrar a las Autoridades de Myanmar, animando los esfuerzos de pacificación del País y deseando que todos los diversos componentes de la nación, ninguna excluida, puedan cooperar en este proceso en el respeto recíproco. En este espíritu, he querido encontrar a los representantes de las diversas comunidades religiosas presentes en el País. En particular, al Supremo Consejo de monjes budistas he manifestado la estima de la Iglesia por su antigua tradición espiritual, y la confianza que cristianos y budistas puedan juntos ayudar a las personas a amar a Dios y al prójimo, rechazando toda violencia y oponiéndose al mal con el bien.
Dejando Myanmar, me he dirigido a Bangladés, donde en primer lugar he rendido homenaje a los mártires de la lucha por la independencia y al “Padre de la Nación”. La población de Bangladés es en grandísima parte de religión musulmana, y por ello mi visita – siguiendo las huellas del Beato Pablo VI y de San Juan Pablo II – ha marcado un paso más en favor del respeto y del diálogo entre cristianismo e islam.
A las Autoridades del País he recordado que la Santa Sede ha sostenido desde el inicio la voluntad del pueblo bangladesí de constituirse como nación independiente, como también la exigencia que en ella sea siempre tutelada la libertad religiosa. En particular, he querido expresar solidaridad a Bangladés en su empeño de socorrer a los prófugos Rohingya llegados en masa a su territorio, donde la densidad de población está ya entre las más altas del mundo.
La Misa celebrada en un histórico parque de Daca fue enriquecida por la Ordenación de dieciséis sacerdotes, y esto ha sido uno de los eventos más significativos y gozosos del viaje. De hecho, sea en Bangladés como en Myanmar y en los otros países del sureste asiático, gracias a Dios las vocaciones no faltan, signo de comunidades vivas, donde resuena la voz del Señor que llama a seguirlo. He compartido esta alegría con los Obispos de Bangladés, y los he animado en su generoso trabajo por las familias, por los pobres, por la educación, por el diálogo y la paz social.
Y he compartido esta alegría con tantos sacerdotes, consagradas y consagrados del país, como también con los seminaristas, las novicias y novicios, en quienes he visto los brotes de la Iglesia en aquella tierra.
En Daca hemos vivido un momento fuerte de diálogo interreligioso y ecuménico, que me ha dado modo de subrayar la apertura del corazón como base de la cultura del encuentro, de la armonía y de la paz. Además he visitado la “Casa Madre Teresa”, donde la santa se hospedaba cuando se encontraba en esta ciudad, y que acoge a muchísimos huérfanos y personas con discapacidad. Allí, según su carisma, las religiosas viven cada día la oración de adoración y el servicio a Cristo pobre y sufriente. Y jamás – jamás – se pierde de sus labios la sonrisa: religiosas que oran tanto, que sirven a los que sufren continuamente con la sonrisa. Es un bonito testimonio. Agradezco mucho a estas religiosas.
El último evento ha sido con los jóvenes bangladesíes, rico de testimonios, cantos y danzas. ¿Y qué bien danzaban, estos bangladesíes? ¡Saben danzar bien! Una fiesta que ha manifestado la alegría del Evangelio acogido por esta cultura; una alegría fecundada por los sacrificios de tantos misioneros, de tantos catequistas y padres cristianos. En el encuentro estaban presentes también jóvenes musulmanes y de otras religiones: un signo de esperanza para Bangladés, para Asia y para el mundo entero. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez, SpC)