A partir de 2018 el Vaticano dejará de vender tabaco a sus empleados, según una decisión de Francisco que según el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, obedece a razones sanitarias: "La Santa Sede no puede colaborar a una práctica que perjudica claramente la salud de las personas”, afirmó a los medios este jueves, recordando que, según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren en el mundo siete millones de personas a causa de este consumo.
Burke explicó que la medida perjudicará económicamente al Vaticano, que vendía cigarrillos con descuento a sus empleados y pensionistas: "Ningún beneficio puede ser legítimo si pone en peligro la vida de las personas”.
Actualmente, informa Aciprensa, los empleados del Vaticano pueden adquirir cigarrillos en un pequeño centro comercial conocido como el Magazzino, en el lugar donde se ubicaba la estación ferroviaria. El Vaticano es el tercer estado en el orbe que prohíbe la venta de cigarrillos. Los otros dos que tienen normas similares son Bután y Turkmenistán.
No todos los predecesores de Francisco bendecirían la medida, aunque a medida que avanzó el siglo XX la costumbre de fumar, que parte del clero compartía con la población general, fue perdiéndose también entre los Papas. León XIII y San Pío X fueron fumadores; Benedicto XV, no; Pío XI lo hacía de forma ocasional; Pío XII, nunca; y San Juan XXIII ha sido el último Papa con este hábito, pues Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II no lo tenían, y Benedicto XVI parece que solo en alguna ocasión excepcional. En cuanto a Francisco, tampoco va a estar entre los perjudicados (en el bolsillo, que no en los pulmones) por su propia media.