Este miércoles se ha celebrado en el Vaticano el consistorio público en el que Papa Francisco ha creado cinco cardenales, entre ellos el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, y el auxiliar de San Salvador, Rosa Chávez. Los otros tres purpurados son Jean Zerbo (Mali), Anders Arborelius (Suecia) y Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun (Laos).
El nuevo cardenal español ha sido el encargado de dirigirse al Papa Francisco en nombre de todos ellos. “Hemos sido convocados de iglesias geográficamente distantes pero orgullosas de su fidelidad al Evangelio, pero en circunstancias no fáciles, incluso dramáticas”, dijo el prelado aragonés.
"Un signo vocacional de un nuevo despojo de nuestros intereses"
Por ello, dirigiéndose al Papa, Omella agregó que “este color bermejo, de fuego, que no sea para nosotros de orgullo, sino que sea de memoria de nuestro redentor, que nos rescató con el precio de su sangre. Se convertirá como un signo vocacional de un nuevo despojo de nuestros intereses, despojarnos de todo, para que con amor del pueblo de Dios y a su vicario en la Tierra, se consuman todos nuestros recursos”.
"Este servicio a la Iglesia y a la Humanidad, que nos pide vuestra Santidad, nos lleva a trabajar llenos de alegría y esperanza para entregar al mundo la Buena Nueva de Jesús. Sí, es justamente el tesoro del Evangelio, aún si es llevado pobre y modestamente en vasos de arcilla”, agregó el neocardenal.
El arzobispo Omella fue el encargado de dirigirse al Papa en nombre de los cinco nuevos cardenales
"Servir como él y con él"
Por su parte, el Papa pidió a estos nuevos cinco purpurados y al resto que estaban presentes en la celebración que no se conviertan en “príncipes” de la Iglesia sino que Jesús los “llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos. Los llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también ustedes caminan delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor”.
El Papa recordó que Jesús caminaba delante de los apóstoles de camino a Jerusalén sabiendo “bien lo que le espera allí”, algo que delo que ha hablado con sus discípulos, pero éstos no le escuchaban sino que pensaban como Juan y Santiago quien se sentaría a su derecha y su izquierda.
La realidad "son los inocentes que sufren"
"No miran la realidad: creen que ven pero no ven. Que saben, pero no saben y la realidad es muy distinta, la realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo para erradicar de los hombres y las mujeres. La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas”.
De izquierda a derecha los neocardenales Zerbo, Omella, Arborelius, Mangkhanekhoun y Chávez
Una visita a Benedicto XVI
Dirigiéndose a los nuevos cardenales, Francisco les dijo que "Jesús camina delante de vosotros, y os pide que lo sigáis con decisión en su vida. Os llama a mirar la realidad, a no dejaros distraer por otros intereses o perspectivas. Él no os ha llamado para que os convirtáis en príncipes de la Iglesia, os llama a servir, como él y con él".
"Os llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy, siguiéndolo también vosotros camináis delante del pueblo de Dios", concluyó.
Una vez acabada la celebración, los nuevos cardenales acudieron junto al Papa Francisco al convento Mater Eclesiae a ver al Papa emérito Benedicto XVI con el que tuvieron un pequeño encuentro.
Homilía íntegra del Papa Francisco
«Jesús caminaba delante de ellos». Esta es la imagen que nos ofrece el Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,32-45), y que hace de escenario también para el acto que estamos realizando: un Consistorio para la creación de nuevos Cardenales.
Jesús camina con decisión hacia Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha hablado ya de ello muchas veces a sus discípulos. Pero entre el corazón de Jesús y el corazón de los discípulos hay una distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar. Jesús lo sabe; por esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les precede, camina delante de ellos.
A lo largo del camino, los discípulos están distraídos por intereses que no son coherentes con la «dirección» de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre. Así como —hemos escuchado— los dos hermanos Santiago y Juan piensan en lo hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda del rey de Israel (cf. v. 37). No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden…
La realidad en cambio es otra muy distinta, es la que Jesús tiene presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de los hombres y de las mujeres. La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas.
Esto es lo que Jesús ve mientras camina hacia Jerusalén. Durante su vida pública él ha manifestado la ternura del Padre, sanando a todos los que estaban bajo el poder del maligno (cf. Hch 10,38). Ahora sabe que ha llegado el momento de ir a lo más profundo, de arrancar la raíz del mal y por esto camina decididamente hacia la cruz.
También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en esta vía. De modo particular me dirijo a vosotros, queridos nuevos cardenales. Jesús «camina delante de vosotros» y os pide de seguirlo con decisión en su camino. Os llama a mirar la realidad, a no distraeros por otros intereses, por otras perspectivas. Él no os ha llamado para que os convirtáis en «príncipes» en la Iglesia, para que os «sentéis a su derecha o a su izquierda». Os llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos. Os llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también vosotros camináis delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor.
Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con fe el Espíritu Santo, para que reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, y toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos.