El pasado jueves el Papa Francisco recibió en una audiencia privada a una delegación de la diócesis nigeriana de Ahiara, donde se vive un conflicto eclesial que ha obligado al Papa a intervenir y a ponerse muy firme.
Desde que el Papa Benedicto XVI nombrara al sacerdote Peter Okpaleke como obispo de esta diócesis, muchos sacerdotes diocesanos se han negado a obedecerle por razones étnicas puesto que no pertenece a la etnia Mbaise.
De hecho, la gravedad del caso es tal que a pesar de los años que han pasado aún no ha podido tomar posesión de su diócesis y su ordenación episcopal tuvo que realizarse en una diócesis distinta y entre grandes medidas de seguridad ante las amenazas de muerte que sufrió.
Tras recibir a esta delegación, el Papa Francisco se ha propuesto solucionar ya esta situación y no dudará en aplicar su autoridad como Pontífice para ello.
De este modo, el Papa admitió en su discurso haber considerado incluso la posibilidad de suprimir la diócesis de Ahira aunque finalmente recordó que la Iglesia “es madre y no puede dejar a tantos hijos como vosotros”.
Sin embargo, Francisco sí ha exigido a todos los sacerdotes de la diócesis, especialmente a los rebeldes, que le escriban directamente una carta a él pidiendo perdón por lo que han hecho y por el escándalo provocado en la Iglesia.
De no ser así suspenderá ad divinisa a aquellos sacerdotes que de aquí al 9 de julio no envíen esa carta al Papa.
El Papa, visiblemente enfadado, dijo que “quien se opone a este obispo, quiere destruir la Iglesia”.
En su intervención, Francisco específico cómo debía ser la carta que le deben enviar estos sacerdotes que se oponen al obispo. En ella deben manifestar “total obediencia al Papa” y su disposición “a aceptar al obispo que el Papa envía”. “Quien no lo haga, será suspendido a divinis inmediatamente”, afirmó.
“Esto parece muy duro, pero ¿por qué el Papa hace esto? Porque el pueblo de Dios está escandalizado”, dijo el Papa a los presentes. Y además recordó que “quizá alguno ha estado maniobrando sin una plena conciencia de la herida infligida a la comunidad eclesial”.