El capuchino italiano y predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, ha predicado en la mañana de este viernes ante el Papa y la Curia romana una de sus charlas cuaresmales, en esta ocasión sobre el tema del Espíritu Santo y la muerte de Cristo.
La charla abarcó 4 puntos:
-“El Espíritu Santo en el misterio pascual de Cristo”;
-“Uno murió por todos”;
-“La muerte ha sido devorada por la victoria”
-y “Qué ha cambiado en la muerte”.
El Predicador de la Casa Pontificia recordó que en las dos meditaciones precedentes había tratado de mostrar cómo el Espíritu Santo nos introduce en la “verdad plena” sobre la persona de Cristo, haciéndolo conocer como “Señor” y como “Dios verdadero de Dios verdadero”, mientras en las restantes meditaciones su atención se dirige a la obra de Cristo, desde el ser al actuar; a fin de tratar de mostrar cómo el Espíritu Santo ilumina el misterio pascual, y en primer lugar, en su meditación del 24 de marzo, el misterio de su muerte y de la nuestra.
Aludiendo a una entrevista concedida al periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, sobre el programa de estas predicaciones de Cuaresma, en que se le preguntó ¿cuánto espacio para la actualidad habría en sus meditaciones?, el Padre Cantalamessa recordó que en su respuesta explicó que si se entiende “actualidad” en el sentido de referencias a situaciones o acontecimientos en curso, habría muy poco de actual en sus predicaciones.
Sin embargo, explicó, “en mi opinión, ‘actual’ no es sólo ‘lo que está en curso’, y no es sinónimo de ‘reciente’”. Porque “las cosas más ‘actuales’ son las eternas, es decir, las que tocan a las personas en el núcleo más íntimo de su propia existencia, en cada época y en cada cultura. Es la misma distinción que hay entre ‘lo urgente’ y ‘lo importante’”. Porque siempre – dijo el Predicador – “estamos tentados de anteponer lo urgente a lo importante, y lo ‘reciente’ a lo eterno”. Mientras se trata de una “tendencia agudizada especialmente por el ritmo apremiante de las comunicaciones y la necesidad de novedad de los medios de comunicación”.
De modo que, ante la pregunta de ¿qué hay de más importante y actual para el creyente, e incluso para cada hombre y cada mujer, que saber si la vida tiene un sentido o no, si la muerte es el final de todo o, por el contrario, el inicio de la verdadera vida?, el Padre Cantalamessa afirmó que “el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo es la única respuesta a tales problemas”.
Y añadió que la diferencia que hay entre esta actualidad y la mediática de las noticias es la misma que hay entre quien pasa el tiempo mirando la estela dejado por la ola en la playa – ¡qué será borrada por la ola siguiente! – y quien levanta la mirada para contemplar el mar en su inmensidad. De manera que, con esta conciencia, propuso meditar sobre el misterio pascual de Cristo, comenzando por su muerte en la cruz.
Después de aludir a las diversas e inquietantes opiniones de los incrédulos del tiempo que presenta la Biblia sobre el tema de la muerte, y de analizar otros de estos remedios paliativos como la reencarnación y el movimiento de nivel mundial llamado “transhumanismo”, que tiene muchas caras, y no todas negativas, pero cuyo núcleo común es la convicción de que la especie humana, gracias a los progresos de la tecnología, ya está encaminada hacia una radical superación de sí misma, hasta vivir durante siglos ¡y quizá para siempre!; Cantalamessa afirmó que existe un único y verdadero remedio para la muerte y nosotros los cristianos defraudamos al mundo si no lo proclamamos con la palabra y la vida.
Hacia el final de su predicación, ante la pregunta de ¿qué ha cambiado, pues, con Jesús, respecto a la muerte?; su respuesta fue: “Nada para la razón” y “todo para la fe”.
Sí, porque si bien no ha cambiado la necesidad de entrar en la tumba, “se da la posibilidad de salir de ella”. El Resucitado – dijo el Padre Cantalamessa aludiendo a la representación de un icono – desciende a los infiernos y saca consigo a Adán y Eva, y tras ellos a todos los que se agarran a él, en los infiernos de este mundo”.
Lo que explica la actitud paradójica del creyente ante la muerte, tan parecida y tan diferente a la de todos los demás. Una actitud hecha de tristeza, miedo, horror, porque sabe que debe bajar a aquel abismo oscuro; pero también de esperanza porque sabe que puede salir de allí.
Y terminó invitando a rezar la oración de la liturgia: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz has redimido el mundo”. (Predicación resumida por María Fernanda Bernasconi en Radio Vaticana).