En el extenso comentario a la obra de Maike Hickson en One Peter Five, se destaca que el prólogo está firmado el 22 de febrero de 2016, aunque el director de la editorial, Stephan Weber, apunta que aún trabajó en el texto hasta bien entrado el verano: posteriormente, pues, a Amoris Laetitia, de fecha 8 de abril.
Un dato que tiene su relevancia, pues aunque en el libro no hace referencia a dicho documento (y sí a otros anteriores como Evangelii Gaudium o Laudato Si), algunos párrafos parecen escritos a propósito o del debate abierto a raíz de la exhortación apostólica postsinodal.
Por ejemplo:
-"La indisolubilidad del matrimonio sacramental y los otros bienes del matrimonio son esenciales e inherentes... Ni siquiera la más elevada autoridad eclesiástica podría intervenir en la 'sustancia del sacramento'. La Iglesia ha preferido, y sigue prefiriendo, padecer graves desventajas antes que disolver un único matrimonio sacramental válido, como en el caso de las disputas con gobernantes cristianos (por ejemplo, la separación de la Iglesia católica de Inglaterra respecto a Roma con Enrique VIII de Inglaterra) o con la opinión pública dominante. La Iglesia tiene en esto que obedecer a Dios antes que a los hombres y no puede sacrificar la Verdad del Evangelio -que sobrepasa la mera razón natural- por un mero cálculo humano".
-La debilidad y concupiscencia del hombre a consecuencia del pecado no debe utilizarse "como pretexto para relativizar los Mandamientos de la Ley de Dios y el deber de vivir una vida cristiana con los siete sacramentos. Es una doctrina católica irreversible: el hombre justificado en Cristo puede, con la ayuda de la gracia, cumplir los Mandamientos del Decálogo y las exigencias éticas de los sacramentos".
-"No puede interpretarse que la misericordia consista en ignorar el pecado, y en este caso especialmente, como un permiso para una segunda unión de aperiencia matrimonial cuando según los estándares humanos la vida marital se ha convertido en insoportable o aburrida".
-"La Iglesia tiene que permanecer fiel a la Palabra de Dios en la Escritura y en la Tradición y en la interpretación vinculante del Magisterio. De otra forma, se haría culpable respecto a la salvación de las almas. En Cristo (Maestro de la Verdad y Buen Pastor) la enseñanza y la vida de Su Iglesia son inseparables".
-"Si [la Iglesia] ofreciese los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía sólo para no perturbar el sentimiento de inclusión -sin señalar que hay que quitar el obstáculo objetivo para la recepción de los sacramentos-, daría al pueblo la falsa sensación de una salvación esencialmente segura... El sacramento de la Penitencia no está ahí para discutir con la gente sobre su conciencia de pecado, sino más bien para despertar en ellos el arrepentimiento y la resolución de enmendar la propia vida, de modo que, con la absolución, la culpa realmente es eliminada".
-No se pueden cambiar "los criterios inherentes de admisión a los sacramentos". Un Papa no podría "dar la absolución sacramental y permitir la Santa Comunión a un católico que está en estado de pecado mortal sin arrepentimiento o un firme propósito de evitar ese pecado en lo sucesivo, sin pecar con ello él mismo en cuanto a la Verdad del Evangelio y la salvación de los fieles, a quienes se deja así perdidos en el error".