Uno de los nombramientos del Papa Francisco dados a conocer ayer miércoles junto al del prefecto del nuevo
discasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (el hasta ahora obispo de Dallas, Kevin Farrell), fue el de Vincenzo Paglia, hasta ahora presidente del Pontificio Consejo para la Familia, como presidente de la Academia Pontificia por la Vida (donde sustituye al obispo Ignacio Carrasco de Paula), y gran canciller del Pontificio Instituto Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia.
El Papa ha dirigido posteriormente a monseñor Paglia una carta invitando a las instituciones que le son confiadas para que trabajen “cada vez más claramente en el horizonte de la misericordia”.
Según informa Zenit, el Santo Padre le recuerda que desde el Concilio Vaticano II hasta hoy el Magisterio de la Iglesia profundizó y amplió su conocimiento sobre matrimonio y familia, incluso con el reciente sínodo sobre la familia y con la exhortación apostólica Amoris Laetitia: “Es mi intención que los institutos puestos bajo tu guía se empeñen de manera renovada para profundizar y difundir el Magisterio, confrontándose con los desafíos de la cultura contemporánea”, dice el Papa.
Y le exhorta a que “en el estudio teológico no falte nunca la perspectiva pastoral y la atención a las heridas de la humanidad”, de manera que los estudios del Instituto Juan Pablo II favorezcan la reflexión “para ayudar a las familias a vivir su vocación y misión en la Iglesia y el mundo de hoy”.
En particular citó diversos aspectos que conciernen el cuidado de la dignidad de la persona humana en las diferentes fases de la existencia: "El respeto recíproco entre géneros y generaciones, la defensa de la dignidad de todo ser humano, la promoción de una calidad de vida humana que integre el valor material y espiritual, en la perspectiva de una auténtica ‘ecología humana’, que ayude a volver a encontrar el equilibrio original de la Creación entre la persona humana y el universo entero”.
Por ello Francisco invita a ”favorecer el diálogo cordial y activo con otros institutos científicos y centros académicos, también en el ámbito ecuménico o interreligioso, ya sea de inspiración cristiana así como de otras tradiciones culturales y religiosas”. Porque “inclinarse ante las heridas del hombre para comprenderlas, curarlas y sanarlas, es la tarea de una Iglesia confiada en la luz y en la fuerza de Cristo resucitado”.
Y pidió que no se olvide afrontar las situaciones de conflicto “como un ‘hospital de campaña’, que vive, anuncia y realiza su misión de salvación y de curación precisamente ahí donde la vida de los individuos está más amenazada por las nuevas culturas de la competencia y del descarte”.