Este viernes, el padre Raniero Cantalamessa hizo la tercera predicación de Adviento ante el Papa y miembros de la Curia romana, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano.
Explicando la sucesión de meditaciones que ha ido desarrollando, el predicador de la Casa Pontificia afirmó que "la meditación sobre María llena de fe nos ha llevado al misterio de la Anunciación; la del Magnificat al misterio de la Visitación, y ahora la de María Madre de Dios a la Navidad".
Cantalamessa recordó que "Madre de Dios", además de ser el título dogmático más antiguo e importante de la Virgen, "que fue definido por la Iglesia en el Concilio de Éfeso en el 431 como verdad de fe que todos los cristianos deben creer"; es un título que expresa "uno de los misterios y, para la razón, una de las paradojas más altas del cristianismo": "Es el fundamento de toda la grandeza de María".
Asimismo distinguió tres fases históricas de la comprensión de María como Madre de Dios, según recoge Vatican News: maternidad física, metafísica y espiritual.
La maternidad física de María, es aquella que se desarrolla en la fase más antigua del cristianismo, empleada para demostrar la verdadera humanidad de Jesús. "Fue en este período y en este clima que se formó el artículo del credo: nacido (o encarnado) del Espíritu Santo y de María Virgen. Esto, al comienzo, quería decir simplemente que Jesús es Dios y hombre".
En cuanto a la maternidad metafísica, esta fase sucede durante la época de las grandes controversias cristológicas del siglo V, cuando el problema central, en torno a Jesús, no era ya el de su verdadera humanidad, sino el de la unidad de su persona: "La maternidad de María no es ya vista sólo en referencia a la naturaleza humana de Cristo, sino, como es más justo, en referencia a la única persona del Verbo hecho hombre. Debido a que esta única persona que María genera según la carne no es otra que la persona divina del Hijo, como consecuencia, ella aparece verdadera Madre de Dios”, dijo Cantalamessa.
Por último está la fase de la maternidad espiritual, o de fe, "que hace de María la primera y la más santa hija de Dios, la primera y la más dócil discípula de Cristo, la criatura que –escribe incluso San Agustín– por el honor debido al Señor, no se debe ni siquiera mencionar cuando se habla del pecado”.
Según el padre Cantalamessa, en el ejercicio diario de la vida cristiana en la que el creyente busca imitar a la Madre de Dios, la clave consiste en contemplar los “pasos” individuales realizados por ella para después imitarlos en nuestra vida. ¿Pero cómo se puede imitar esta característica de la Virgen de ser Madre de Dios?
"Debemos recordar que la maternidad divina de María se realiza sobre dos planos: sobre un plano físico y sobre un plano espiritual"- dijo Cantalamessa- "María es Madre de Dios no sólo porque lo ha llevado físicamente en su seno, sino también porque lo concibió primero en el corazón con la fe". Por consiguiente, "no podemos imitar a María en el primer sentido, generando de nuevo a Cristo, pero podemos imitarla en el segundo sentido, que es el de la fe".
Para finalizar, el predicador de la Casa Pontificia recordó que en las tres meditaciones de Adviento "hemos intentado prepararnos para la Navidad en la escuela de la Madre de Dios. Ahora que hemos llegados al final no nos queda más que unirnos a ella en una contemplación silenciosa y adoradora del Dios hecho hombre por nosotros".
La conferencia concluyó con una oración de la liturgia bizantina en la víspera de Navidad:
«¿Qué podemos ofrecerte como regalo, oh Cristo nuestro Dios, por haber aparecido en la tierra asumiendo nuestra propia humanidad? Cada una de las criaturas moldeadas por tus manos te ofrece algo para darte gracias: los ángeles te ofrecen su canción, los cielos la estrella, los magos sus dones, los pastores su maravilla, la tierra una cueva, el desierto un pesebre. ¡Pero te ofrecemos una Madre virgen!».