En su recepción a los miembros de la congregación de Don Orione, que celebraban su capítulo general, el Papa recordó la importancia de la alegría y la santidad de vida para suscitar vocaciones, y pidió que las virtudes sobrenaturales de fe y caridad no se desnaturalizasen por su mundanización.
La vida genera vida, el religioso santo y contento suscita nuevas vocaciones. Así lo aseguró el papa Francisco en su discurso a los participantes del Capítulo General de la Pequeña Obra de la Divina Providencia (San Luis Orione), según recoge Zenit.
Toda la Iglesia, recordó, está llamada a caminar con Jesús por las calles del mundo, para encontrar la humanidad de hoy que necesita, como escribía don Orione, del "pan del cuerpo y del divino bálsamo de la fe". Además, explicó que el “camino maestro” es tener siempre unidas las dos dimensiones de la vida: la personal y la apostólica.
El Papa, recordando a los allí presentes su llamada a servir a los pobres y excluidos de la sociedad, precisó que en ellos tocan y sirven “la carne de Cristo” y crecen “en la unión con Él, vigilando siempre para que la fe no se convierta en ideología y la caridad no se reduzca a filantropía”. Asimismo, ha observado que “el ser siervos de Cristo cualifica todo lo que se es y se hace, garantiza la eficacia apostólica, hace fecundo el servicio”.
El Papa exhortó a los presentes a no permanecer cerrados en sus ambientes, sino a salir “fuera”. Hay mucha necesidad de sacerdotes y religiosos que no se detengan solo en las instituciones de caridad –necesarias– sino que sepan ir más allá de sus confines, para llevar a cada ambiente, también al más lejano, el perfume de la caridad de Cristo. Del mismo modo, les ha pedido que no pierdan nunca de vista “ni la Iglesia” ni “la comunidad religiosa”, es más, “el corazón debe estar allí donde vuestro cenáculo”, pero “es necesario salir para llevar la misericordia de Dios a todos, indistintamente”.
También aconsejó a los presentes que su servicio a la Iglesia será más eficaz cuanto más se esfuercen en cuidar su adhesión personal a Cristo y a su familia espiritual. “Testimoniando la belleza de la consagración, la vida buena de religiosos ‘siervos de Cristo y de los pobres’, se es ejemplo para los jóvenes”, concluyó.