Durante una audiencia que el Papa concedió a unos 8.000 miembros del Camino Neocatecumenal, el Pontífice bendijo a unas 270 familias de diferentes países recibieron este viernes por la mañana la bendición del Papa Francisco.
Estas familias partirán en los próximos meses a evangelizar a los cinco continentes en 57 “missio ad gentes”, según el destino asignado esta semana durante una convivencia internacional en Italia y a pedido de los obispos de las diócesis donde acudirán.
En un principio estaban pensadas 50 “missio” pero finalmente lograron constituirse siete más en dicha convivencia.
Durante el discurso, Francisco mostró su cercanía y dijo: “los acompaño y los animo, y les pido, por favor, de no olvidarse de rezar por mí. Yo me quedo aquí, pero con el corazón voy con ustedes”.
El Santo Padre les agradeció esta decisión de abandonar todo por amor a Jesucristo y les animó en su nueva misión. “Les agradezco, en nombre mío, pero también en nombre de toda la Iglesia por este gesto de ir, pero ir hacia lo desconocido y sufrir. Porque habrá sufrimiento ahí, pero también habrá la alegría de la gloria de Dios, la gloria que está en la Cruz”, expresó.
Durante el encuentro, que contó con la presencia de varios cardenales y obispos y con los iniciadores y responsables a nivel mundial del Camino, Kiko Argüello, Carmen Hernández y el sacerdote Mario Pezzi, el Papa entregó una cruz a los sacerdotes responsables de cada una de estas “missio ad gentes”.
“Estoy contento de encontrarlos y les agradezco, porque hoy han venido numerosos. ¡Un saludo especial a aquellos que están por salir! Han recibido el llamado a evangelizar: bendigo al Señor por esto, por el don del Camino y por el don de cada uno de ustedes. Quiero subrayar tres palabras que el Evangelio les ha apenas entregado, como un mandato para la misión: unidad, gloria, y mundo”.
Sobre la unidad, el Papa recordó que se debe prestar atención al demonio porque es el que divide y siembra cizaña. “El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos”. Es más, “provoca la presunción, el juicio sobre los demás, la cerrazón, la división”.
“Él mismo es ‘el divisor’ y comienza habitualmente con hacer creer que somos buenos, mejor que los demás: así tiene el terreno listo para sembrar la cizaña. Es la tentación de todas las comunidades y se puede insinuar también en los carismas más bellos de la Iglesia”.
Francisco les animó afirmando que “ustedes han recibido un gran carisma, carisma para la renovación bautismal de la vida. Se entra en la Iglesia por el Bautismo. Cada carisma es una gracia de Dios para aumentar la comunión”.
El Pontífice también señaló que “la Iglesia es nuestra Madre” y por eso “después del Bautismo no vivimos más como individuos aislados, sino nos convertimos en hombres y mujeres de comunión, llamados a ser operadores de comunión en el mundo”.
Sobre la gloria, el Santo Padre explicó que “la gloria de Dios se revela en la cruz: es el amor, que ahí resplandece y se difunde”. “Es una gloria paradójica: sin aclamaciones, sin ganancia y sin aplausos. Pero sólo esta gloria hace el Evangelio fecundo”.
La última palabra sobre la que reflexionó fue “mundo” para la que manifestó que “Quien ama no está lejos, sino va al encuentro. Ustedes irán al encuentro de tantas ciudades, de tantos países. Dios no es atraído por la mundanidad, al contrario, la detesta; pero ama el mundo que ha creado, y ama a sus hijos en el mundo así como son, ahí donde viven, incluso si están ‘alejados’. No será fácil la vida en países lejanos, en otras culturas, no les será fácil, ¡eh! Pero es su misión”.
“Y esto lo hacen por amor, por amor a la Madre Iglesia, a la unidad de esta madre fecunda; lo hacen para que la Iglesias sea madre fecunda”, subrayó.
A las familias que saldrán en misión, el Papa también pidió mostrar “a los hijos la mirada tierna del Padre” a pesar de los problemas que encontrarán.