Antes del rezo del Angelus, el Papa Francisco comentó el Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma, en el que se narra el episodio de la mujer adúltera, “poniendo a la luz el tema de la misericordia de Dios, que no quiere nunca la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.

“Él es la gracia, que salva del pecado y de la muerte”, subrayó. “Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido” sino que “nos quiere liberar, y quiere que nosotros también lo queramos junto a Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien, y esto es posible con su gracia”, dijo desde la Plaza de San Pedro.

Francisco explicó que a Jesús “le tienden una trampa” aquellos que le preguntan qué hacer con la mujer. “Si Jesús siguiera la severidad de la ley, aprobando la lapidación de la mujer, perderá su fama de manso y bondadoso que tanto fascina al pueblo; si en lugar de eso quiere ser misericordioso, deberá ir contra la ley, que Él mismo ha dicho no querer abolir sino cumplir”.

Jesús con su respuesta al inclinarse y escribir con un dedo en la tierra “invita a todos a la calma, a no actuar por la impulsividad, y a buscar la justicia de Dios”. “Pero los otros insisten y esperan de Él una respuesta”, recordó el Papa. “Entonces Jesús alzó la mirada y dijo: Quien de vosotros no tenga pecado que tire la primera piedra”.

"¡Cuánto bien nos hace ser conscientes de que también nosotros somos pecadores! Cuando hablamos de los otros, porque todos hacemos esto, cuánto bien nos hará tener la valentía de hacer caer por tierra las piedras que tenemos para arrojar contra los otros, y pensar un poco en nuestros pecados", añadió.

Finalmente, se quedan solos la mujer y Jesús: “La miseria y la misericordia, una frente a la otra”. Y "esto ¡cuántas veces sucede con nosotros cuando nos detenemos en el confesionario!".

La mirada de Jesús “está llena de misericordia y de amor, para hacer sentir a esa persona –quizás por primera vez- que tiene una dignidad, que ella no es su pecado, que puede cambiar de vida, puede salir de sus esclavitudes y caminar en un camino nuevo”.

El Pontífice señaló entonces que “esta mujer nos representa a todos nosotros, pecadores, es decir, adúlteros delante de Dios, traidores de su fidelidad". Y "su experiencia representa la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena sino nuestra salvación a través de Jesús”.


Después de rezar a la Madre de Dios, el Pontífice regaló a todos los presentes un Evangelio de bolsillo, que fue repartido por voluntarios: “Se trata del Evangelio de Lucas, que leemos los domingos de este año litúrgico. El librito ha sido titulado así: El Evangelio de la Misericordia de San Lucas. En efecto, el Evangelista relata las palabras de Jesús: ‘Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso’ (6,36), del que ha surgido el tema de este Año Jubilar. Los voluntarios del Dispensario pediátrico ‘Santa Marta’ del Vaticano lo distribuirán gratuitamente, junto a algunos ancianos y abuelos de Roma", dijo el Papa, quien tuvo unas palabras para ellos: "¡Cuán dignos son los abuelos y las abuelas que transmiten la fe a los nietitos!

"Los invito a recibir este Evangelio y a leerlo, un pasaje cada día; así la Misericordia del Padre habitará en su corazón y podrán llevarla a cuantos encuentren", añadió, antes de recordar que "al final, en la página 123, están las siete obras de misericordia corporales y las siete obras de misericordia espirituales: pero, sería hermoso que las aprendan de memoria, ¡así es más fácil hacerlas! Los invito a recibir este Evangelio y a leerlo cada día. De este modo la misericordia del Padre habitará en su corazón y podrán llevarla a cuantos encuentren”.