La exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonía, que la Santa Sede dio a conocer este miércoles, no recoge la petición del documento de conclusiones del sínodo panamazónico celebrado en octubre, de abrir la posibilidad de ordenación sacerdotal de hombres casados. Tras resaltar la necesidad de la Eucaristía para las comunidades amazónicas, Francisco señala que, "en las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal" (n. 89). Pero la respuesta que pide a los obispos es "promover la oración por las vocaciones sacerdotales" y "ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia" (n. 90).
Del mismo modo, tras resaltar que en buena medida la fe se ha sostenido y transmitido en la Amazonia "gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo" (n. 99), Francisco considera que sería un "reduccionismo" "pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al Orden sagrado", porque eso "nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable" (n. 100). Y recuerda que "Jesucristo se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote" (n. 101).
Sin embargo, las mujeres sí "deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio. Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo" (n. 103).
El conjunto de la exhortación apostólica se centra en los "cuatro grandes sueños" que la Amazonia inspira al Papa, y a los que consagra el texto: que luce "por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos", que preserve "esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana", que "custodie celosamente" su "hermosura natural" y que sus "comunidades cristianas" regalen a la Iglesia "nuevos rostros con rasgos amazónicos" (n. 7).
Documento conclusivo: que se lea y se aplique
Al principio de Querida Amazonia, Francisco mantiene respecto al Documento conclusivo del sínodo una posición algo particular: "No desarrollaré aquí todas las cuestiones abundantemente expuestas en el Documento conclusivo. No pretendo ni reemplazarlo ni repetirlo" (n. 2), dice. Al mismo tiempo, sin embargo, afirma que quiere "presentar oficialmente" el Documento. "He preferido no citar ese Documento en esta Exhortación", añade, "porque invito a leerlo íntegramente" (n. 3). Es más: "Dios quiera que toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo, que los pastores, consagrados, consagradas y fieles laicos de la Amazonia se empeñen en su aplicación, y que pueda inspirar de algún modo a todas las personas de buena voluntad" (n. 4).
Sobre el respectivo valor de ambos documentos se pronunció, en la rueda de presentación de la exhortación, el cardenal Michael Czerny, que fue secretario especial del sínodo, quien afirmó que "aparte de la autoridad magistral formal, esta presentación oficial y el estímulo confieren al Documento Final una cierta autoridad moral. Ignorarlo sería una falta de obediencia a la autoridad legítima del Santo Padre, mientras que encontrar difícil uno u otro punto no podría considerarse una falta de fe".
Cuatro sueños: social, cultural, ecológico y eclesial
En el inicio de la exhortación Francisco resume su espíritu en "cuatro grandes sueños" (uno por cada capítulo del texto) que le inspira la Amazonia: "Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida. Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana. Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas. Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos" (n. 7).
"Me avergüenzo y pido humildemente perdón"
Al introducir su "sueño social", el Papa denuncia "los intereses colonizadores que expandieron y expanden -legal e ilegalmente- la extracción de madera y la minería, y que han ido expulsando y acorralando a los pueblos indígenas, ribereños y afrodescendientes" (n. 9), y afirma "el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo" (n. 14), considerando "injusticia y crimen" los emprendimientos que los contradigan.
"Las historias de injusticia y crueldad ocurridas en la Amazonia aun durante el siglo pasado deberían provocar un profundo rechazo" (n. 15), dice Francisco. Pero va más atrás en la Historia y afirma que, aunque "muchos misioneros llegaron allí con el Evangelio, dejando sus países y aceptando una vida austera y desafiante cerca de los más desprotegidos" (n. 18) e inspiraron las Leyes de Indias, "no siempre los misioneros estuvieron del lado de los oprimidos" (n. 19): "Me avergüenzo y una vez más «pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América»", afirma citando un discurso suyo en Bolivia en julio de 2015.
Centrándose luego en la problemática sociopolítica actual, el Papa denuncia los mecanismos de perpetuación de la injusticia que merman la confianza en las instituciones y lamenta que "miembros de la Iglesia hayan sido parte de las redes de corrupción, a veces hasta el punto de aceptar guardar silencio a cambio de ayudas económicas para las obras eclesiales" (n. 25).
"Identidad amazónica"
El "sueño cultural" del Papa es que la "identidad amazónica" (n. 35) sea respetada y cultivada. No puede verse a los habitantes de la Amazonia como "salvajes 'incivilizados'" (n. 29), sino como creadores de "culturas diferentes" que "llegaron a ser muy desarrolladas".
Según Francisco, la "creciente desertificación" por la explotación de los recursos expulsa a sus habitantes hacia "las periferias o las aceras de las ciudades a veces en una miseria extrema", a lo que se añade "una fragmentación interior a causa de la pérdida de los valores que los sostenían": "Allí suelen faltarles los puntos de referencia y las raíces culturales que les daban una identidad y un sentido de dignidad, y engrosan el sector de los desechados" (n. 30).
Aunque reconoce "límites" en las culturas nativas, éstas tienen también mucho que aportar porque las "etnias" que desarrollaron ese "tesoro cultural" están "enlazadas con la naturaleza, con fuerte sentido comunitario, advierten con facilidad nuestras sombras, que nosotros no reconocemos en medio del pretendido progreso. Por consiguiente, recoger su experiencia de la vida nos hará bien" (n. 36).
"Como una madre"
Al describir su "sueño ecológico", el Papa hace un canto poético a las bellezas de la Amazonia y a los intereses que pueden vulnerarla, poniendo en riesgo también a algunas especies (cada una de ellas "tiene un valor en sí misma", dice en el n. 54) y el "equilibrio planetario" (n. 48).
Por el contrario, "aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonia" para "reconocer ese misterio precioso que nos supera": "Podemos amarla y no sólo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no sólo defenderla, y entonces la Amazonia se volverá nuestra como una madre" (n. 55).
Esto tiene también un sentido religioso, dice Francisco, porque "si entramos en comunión con la selva, fácilmente nuestra voz se unirá a la de ella y se convertirá en oración" (n. 56): "Los creyentes encontramos en la Amazonia un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos" (n. 57).
Ni celibato, ni diaconisas
A reserva de lo que pueda significar en el futuro la invitación del Papa a aplicar el Documento de conclusiones del sínodo y de la "cierta autoridad moral" que le confiere el cardenal Czerny, el texto de Querida Amazonia descarta la ordenación de hombres casados como forma de multiplicar la presencia de la Eucaristía en las regiones amazónicas más inaccesibles o distantes, y también que el papel de la mujer en las comunidades cristianas deba incluir la participación en el sacramento del orden, siquiera fuese como diaconisas.
El Papa, al presentar su "sueño eclesial" para la Amazonia, afirma que la Iglesia no puede conformarse "con un mensaje social": "Si damos la vida por ellos, por la justicia y la dignidad que ellos merecen, no podemos ocultarles que lo hacemos porque reconocemos a Cristo en ellos y porque descubrimos la inmensa dignidad que les otorga el Padre Dios que los ama infinitamente" (n. 63).
En efecto, "ellos tienen derecho al anuncio del Evangelio, sobre todo a ese primer anuncio que se llama kerygma" (n. 64), y que es "el anuncio de un Dios que ama infinitamente a cada ser humano, que ha manifestado plenamente ese amor en Cristo crucificado por nosotros y resucitado en nuestras vidas". El Papa invita a que la "maduración en la vida cristiana" (n. 65) se produzca teniendo ese anuncio como "eje permanente".
La palabra "inculturación" aparece veinte veces en este apartado de la exhortación: "Para lograr una renovada inculturación del Evangelio en la Amazonia, la Iglesia necesita escuchar su sabiduría ancestral" (n. 70), afirma Francisco, "con riquezas que vienen de las culturas precolombinas".
Por ejemplo, "hay que valorar esa mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística de gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida" (n. 73): "No obstante, también se trata de lograr que esta relación con Dios presente en el cosmos se convierta, cada vez más, en la relación personal con un Tú que sostiene la propia realidad y quiere darle un sentido, un Tú que nos conoce y nos ama".
La exhortación defiende por un lado algunas formas de catolicismo popular: "No nos apresuremos en calificar de superstición o de paganismo algunas expresiones religiosas que surgen espontáneamente de la vida de los pueblos" (n. 78).
Pero, por otro, extiende la consideración a otro tipo de cultos, pidiendo que sean discernidos, en lo que parece una velada alusión a la polémica que causó durante el sínodo el culto público a la Pachamama realizado ante su presencia en los jardines vaticanos: "Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano.... Un misionero de alma trata de descubrir qué inquietudes legítimas buscan un cauce en manifestaciones religiosas a veces imperfectas, parciales o equivocadas, e intenta responder desde una espiritualidad inculturada" (n. 79).
Tras proponer la inculturación de la liturgia en la cultura amazónica, el Papa pide también una "inculturación de la ministerialidad": "Si se incultura la espiritualidad, si se incultura la santidad, si se incultura el Evangelio mismo, ¿cómo evitar pensar en una inculturación del modo como se estructuran y se viven los ministerios eclesiales?" (n. 85).
Pero es aquí donde el Documento de conclusiones del sínodo pedía la ordenación de hombres casados, que el Papa descarta al plantear otras alternativas: aunque "en las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal" (n. 89), esto le lleva a "exhortar a todos los Obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia".
En cuanto a la labor de las mujeres, ensalzada porque ellas sostienen y transmiten la fe en las comunidades cristianas amazónicas, sería una "reduccionismo" "pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al Orden sagrado" (n. 100): "Esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable".
Lo que sí propone el Papa es una mayor implicación laical en los ministerios y "dar lugar a la audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia, marcadamente laical. Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos" (n. 94).
La Madre de la Amazonia
La exhortación concluye con una oración a la Virgen María, porque, según afirma citando un convenio del CELAM sobre teología india en 2006, "los indígenas se encuentran vitalmente con Jesucristo por muchas vías; pero el camino mariano ha contribuido más a este encuentro" (n. 111).
Una de las súplicas recoge bien el espíritu de la exhortación:
Madre del corazón traspasado
que sufres en tus hijos ultrajados
y en la naturaleza herida,
reina tú en la Amazonia
junto con tu hijo.
Reina para que nadie más se sienta dueño
de la obra de Dios.