Francisco ha sido el primer Papa de la Historia en ser recibido allí.
En realidad, en la noche del viernes, al llegar a México, ya saludó al presidente y a su esposa que le esperaron en el aeropuerto, donde miles de personas le recibieron calurosamente, realizando un espectáculo con coreografías y folclore. Desde allí el Santo Padre fue a la Nunciatura, donde descansó.
Este sábado por la mañana el Santo Padre partió de la sede diplomática de la Santa Sede en la capital azteca y recorrió una significativa distancia en el vehículo descubierto, a través de las avenidas del Distrito Federal, en donde miles de personas le aguardaban a su paso, agitando pañuelos, banderas y pancartas, hasta que llegó al Palacio Nacional.
En la entrada del mismo, el Pontífice latinoamericano ha sido recibido por el mandatario y la primera dama, quienes le acompañaron hasta el Patio de Honor. Tras la interpretación de los himnos de México y del Vaticano, tuvo lugar la presentación de las dos delegaciones, en una ceremonia muy formal.
Concluida la misma, el Papa se dirigió con el presidente Peña Nieto al estudio presidencial para el encuentro privado, que se concluye con la presentación de los familiares y de las delegaciones. Al mismo tiempo se ha realizado un encuentro bilateral entre algunos miembros de la delegación de la Santa Sede con autoridades del Gobierno.
En su discurso a las autoridades, a la sociedad civil y al cuerpo diplomático, en el Palacio Nacional de la capital, Francisco indicó: “Me dispongo a recorrer este hermoso y gran país como misionero y peregrino que quiere renovar con ustedes la experiencia de la misericordia como un nuevo horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz”.
El Santo Padre ha indicado que “hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella”.
Y “buscando ser buen hijo, siguiendo las huellas de la madre”, el Papa ha manifestado su deseo de rendir homenaje “a este pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad”. De este modo ha saludado y abrazado “al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir”.
El Pontífice ha asegurado en su discurso que “México es un gran país” y ha subrayado algunas de sus características como los “abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio”.
Asimismo ha señalado que “su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en un referente de América”. A propósito de “sus culturas indígenas, mestizas y criollas” ha observado que “le dan una identidad propia que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar”. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es –ha añadido– uno de sus mayores recursos biográficos.
Por otro lado, el Santo Padre ha indicado que “la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven”. En esta línea ha precisado que un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Y así ha asegurado que “esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana”.
Eso da –ha precisado– esperanza y proyección. También ha querido recordar que “un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente”.
El Santo Padre ha subrayado que esta realidad hace reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir “el México que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones venideras”. Y también “a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común”.
Por eso, el Pontífice ha advertido que la experiencia demuestra que cuando se busca el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, “la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Al respecto, el Santo Padre ha observado que el pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, “era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona”.
En este punto, el papa Francisco ha invitado a encontrar “nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario”. Asimismo, ha señalado que a los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde trabajar “para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana”, ayudándoles a tener un “acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”.
Según el papa Francisco, esto no es sólo un asunto de leyes, sino de una “urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno”.
Es una tarea –ha asegurado– que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales. Y en este esfuerzo, el Pontífice ha asegurado que el Gobierno mexicano “puede contar con la colaboración de la Iglesia católica”.