Cuando no había pasado ni una hora desde su llegada a la Nunciatura, en Ciudad de México, al finalizar el viernes de 12 de febrero, el Papa Francisco salió a saludar a los cientos de fieles que se agolpaban en la entrada, aunque no había ninguna alocución oficialmente prevista.
Francisco, visiblemente cansado, pero alegre, recibió dos rosas blancas que le entregaron entre gritos de júbilo mientras traían un micrófono para improvisar un mensaje de bendición.
El encuentro improvisado con los fieles duró diez minutos. Oró con ellos, y les pidió orar por "las personas que no nos quieren bien", mediante la intercesión de la Virgen de Guadalupe y el santo indio que difundió su mensaje, San Juan Diego.
Para Francisco era importante remarcar la necesidad de orar por los enemigos. Pidió rezar “por las personas que quiero y también las que no quiero y por las que están enojadas, tienen celos o envidias”. A través de la Virgen propuso orar por “los que nos han hecho mal” ya que el “Señor nos va a dar la fuerza” para hacerlo.
El Pontífice les dio la bendición y les recordó “que mañana es sábado, es un día medio libre y pasado mañana es domingo y es un día libre y tenemos muchas actividades. Tenemos que estar todos descansados”.
“Mañana nos volvemos a encontrar, pero no se olviden, mientras van a casa y antes de dormir, recuerden esos rostros: las personas que quieren, las que no nos quieren, y a las que nos han hecho daño, para que la Virgen los bendiga”. “Adiós, buen descanso, que Dios los bendiga”, concluyó.