A su llegada, durante algunos minutos, el Pontífice saludó a las personas que desde ambos lados del pasillo, se acercaban para hacerle llegar su afecto y cercanía.
En el resumen hecho en español de la catequesis, el Santo Padre ha explicado que “el texto de la primera carta de san Pedro que hemos escuchado, centra la reflexión de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos”. Así, ha indicado que en este texto, “el apóstol se dirige a la primera generación de fieles para que tomen conciencia del don que han recibido por el bautismo”. Del mismo modo, ha proseguido, todos nosotros, durante esta Semana de Oración, estamos llamados a redescubrir nuestro bautismo, y a hacerlo juntos todos los cristianos, católicos, protestantes y ortodoxos, dejando atrás lo que nos divide.
El Papa ha precisado que “compartir el Bautismo significa que todos somos pecadores y que necesitamos la salvación que Dios nos ofrece, todos experimentamos la misma llamada a salir de las tinieblas e ir al encuentro de Dios lleno de misericordia”. Precisamente en el bautismo, ha indicado, nos sumergimos en la fuente de la misericordia y de la esperanza, de la que nadie está excluido, esta experiencia de gracia crea un vínculo indisoluble entre los bautizados, de modo que nos consideremos realmente hermanos y miembros de un solo pueblo de Dios, capaz de anunciar las maravillas que Él ha obrado a partir del testimonio sencillo y fraterno de la unidad, así como del compromiso mutuo de poner en práctica las obras de la misericordia corporales y espirituales, realizando así nuestra común misión de transmitir a los otros la misericordia recibida, empezando por los pobres y abandonados.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. En esta semana de oración –ha exhortado– pidamos que todos los discípulos de Cristo encontremos el modo de colaborar juntos para llevar la misericordia del Padre a cada rincón de la tierra.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Papa ha dedicado también unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Así, ha asegurado que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nos recuerda que todos los creyentes en Cristo, a través del bautismo, forman parte de un pueblo de Dios. Por eso, ha pedido a los jóvenes que recen para que “todos los cristianos sean cada vez más una única gran familia”. A los enfermos les ha invitado a ofrecer sus sufrimientos por la causa de la unidad de la Iglesia de Cristo. Y finalmente, a los recién casados les ha extendido la invitación para que cultiven el amor misericordioso y gratuito como el que Dios tiene por nosotros.
Antes de la audiencia general, el Santo Padre ha recibido esta mañana a una delegación de musulmanes que le han entregado la invitación para visitar la mezquita de Roma. Y a continuación, ha recibido también a los obispos de Sudán y Sudán del Sur, que participan en el encuentro promovido por la Congregación para la Evangelización de los pueblos.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos escuchado el texto bíblico que este año guía la reflexión en la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que va del 18 al 25 de enero. Este pasaje de la primera carta de san Pedro ha sido elegido por un grupo ecuménico de Letonia, encargado por el Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos.
En el centro de la catedral luterana de Riga hay una fuente bautismal que se remonta al siglo XII, al tiempo en el que Letonia fue evangelizada por san Mainardo.
Esa fuente es un signo elocuente de un origen de fe reconocido por todos los cristianos de Letonia, católicos, luteranos y ortodoxos. Tal origen es nuestro común Bautismo.
El Concilio Vaticano II afirma que “el bautismo constituye el vínculo sacramental de la unidad existente entre todos los que por medios de él han sido regenerados” (Unitatis redintegratio, 22).
La Primera Carta de Pedro está dirigida a la primera generación de cristianos para hacerles conscientes del don recibido con el bautismo y de las exigencias que esto implica. También nosotros, en esta Semana de oración, estamos invitados a redescubrir todo esto, y a hacerlo juntos, yendo más allá de nuestras divisiones.
En primer lugar, compartir el bautismo significa que todos somos pecadores y necesitamos ser salvados, redimidos, liberados del mal. Y este es el aspecto negativo, que la primera carta de Pedro llama “tinieblas” cuando dice: “[Dios] os ha llamado fuera de las tinieblas para conduciros en su luz maravillosa”. Esta es la experiencia de la muerte, que Cristo ha hecho propia, y que está simbolizada en el bautismo del estar sumergidos en el agua, y a la cual sigue el resurgir, símbolo de la resurrección a la nueva vida en Cristo.
Cuando nosotros cristianos decimos que compartimos un solo bautismo, afirmamos que todos nosotros –católicos, protestantes y ortodoxos– compartimos la experiencia de ser llamados de las tinieblas feroces y alienantes al encuentro con el Dios vivo, pleno de misericordia. De hecho, todos lamentablemente tenemos experiencia del egoísmo, que genera división, cerrazón, desprecio.
Partir de nuevo del bautismo quiere decir encontrar de nuevo la fuente de la misericordia, fuente de esperanza para todos, porque nadie está excluido de la misericordia de Dios. Nadie está excluido de la misericordia de Dios.
El compartir esta gracia crea un vínculo indisoluble entre nosotros cristianos, de tal forma que, en virtud del bautismo, podemos considerarnos todos realmente hermanos. Somos realmente pueblo santo de Dios, aunque si, a causa de nuestros pecados, no somos aún un pueblo plenamente unido.
La misericordia de Dios, que actúa en el bautismo, es más fuerte de nuestras divisiones, es más fuerte. En la medida en la que acogemos la gracia de la misericordia, nos hacemos cada vez más plenamente pueblo de Dios, y nos hacemos también capaces de anunciar a todos sus obras maravillosas, precisamente a partir de un simple y fraterno testimonio de unidad.
Nosotros cristianos podemos anunciar a todos la fuerza del Evangelio comprometiéndonos a compartir las obras de misericordia corporales y espirituales. Este es un testimonio concreto de unidad entre nosotros cristianos: protestantes, ortodoxos y católicos.
En conclusión, queridos hermanos y hermanas, todos nosotros cristianos, por la gracia del bautismo, hemos obtenido misericordia de Dios y hemos sido acogidos en su pueblo. Todos, católicos, ortodoxos y protestantes, formamos un sacerdocio real y una nación santa.
Esto significa que tenemos una misión común, que es el de transmitir la misericordia recibida a los otros, empezando por los más pobres y abandonados. Durante esta Semana de oración, recemos para que todos nosotros, discípulos de Cristo, encontremos el modo de colaborar juntos para llevar la misericordia del Padre en cada lugar de la tierra. Gracias.
(Traducido desde el audio por ZENIT)