Invitó a trabajar juntos por una “ecología integral” y por la justicia y la paz, defendiendo la vida, “don de Dios”. El discurso del Papa fue interrumpido 16 veces por los aplausos y por una ovación.
Ruth Dureghello, presidente de la comunidad judía romana, Renzo Gattegna, presidente de la Unión de las comunidades judías italianas (UCEI), y Riccardo Di Segni, jefe de los rabinos de Roma, reclamaron una alianza contra el terrorismo.
Católicos y judíos son “hermanos y hermanas” por “un vínculo único y peculiar, en virtud de las raíces judías del cristianismo”. Esto lleva a profundizar el diálogo teológico entre ambas comunidades, iniciado 50 años atrás luego del Concilio Vaticano II, y a una colaboración en pos de una “ecología integral” en el “cuidado de la creación” y para defender la vida “en tanto don de Dios”, contra “la violencia del hombre contra el hombre”.
Es el mensaje que el Papa Francisco llevó este domingo 17 de enero a la comunidad judía de Roma, visitando la sinagoga (o “Templo mayor”) de la ciudad, ante la presencia de representaciones judías de toda Europa.
El pontífice llegó hacia las 16 horas ante la sinagoga, y allí se reunió con las autoridades de la comunidad: Ruth Dureghello, presidente de a comunidad judía romana, Renzo Gattegna, presidente de la Unión de las comunidades judías italianas (UCEI), Mario Venezia, presidente de la Fundación Museo de la Shoah.
Luego colocó flores ante dos lápidas: la que conmemora la deportación de los judíos romanos en 1943; la que recuerda al pequeño Stefano Gai Taché, asesinado por un comando terrorista palestino en 1982.
Luego de detenerse en silencio, el pontífice saludó a los familiares y sobrevivientes del acto terrorista, y luego ingresó al templo acompañado por el jefe de los rabinos de Roma, Riccardo Di Segni.
El Papa marchó lentamente, estrechando las manos a los presentes dispuestos sobre las dos alas de un estrecho corredor. La atmósfera era amistosa.
Algunas mujeres se avalanzaron, abrazándolo y besándolo. Uno de los sobrevivientes al ataque terrorista palestino de 1982 le dijo: “¡Usted es muy simpático y todos lo queremos!” Y luego agregó: “Visto que usted es un reconstructor, ¿por qué no vuelve a celebrar la fiesta de la circuncisión de Jesús, como se hacía en mi infancia?"
El anciano judío se refería a la fiesta de la Circuncisión de Jesús el 1 de enero, que luego el Concilio Vaticano sustituyó por la solemnidad de María Madre de Dios.
En el templo, completamente colmado, tomó primero la palabra Ruth Dureghello. Luego de haber recordado las visitas de Juan Pablo II (en 1986) y de Benedicto XVI (2010), la presidente de la comunidad judía romana auguró una mayor colaboración entre judíos y católicos, porque “las religiones deben reivindicar una espacio en la sociedad para participar en la solución de los problemas...y combatir los males de nuestro tiempo”.
Luego pidió que se combata el antisemitismo, incluso cuando el mismo se encuentra tras un “ataque deliberado contra [el Estado de] Israel”. E hizo un elenco de toda una serie de actos terroristas padecidos por los judíos en Israel, por obra de la Intifada de los cuchillos y de los misiles de Gaza.
Ella asimismo expresó la esperanza de que “también los musulmanes” – a menudo víctimas también ellos del terrorismo- participen en la “regeneración del mundo bajo el imperio del Omnipotente”.
También Renzo Gattegna habló sobre las amenazas comunes que pesan sobre los “cristianos y judíos …forzados a defenderse de enemigos comunes que usan el nombre de Dios para llevar a cabo crímenes contra la humanidad” y sugirió “una fuerte coalición basada en el respeto de la vida y de la paz”.
Riccardo Di Segni primero recordó que el evento del Jubileo, lanzado por el Papa Francisco este año, tiene raíces judías en virtud de una “refundación de la sociedad sobre la base de la justicia, de la dignidad, de la misericordia. Un patrimonio común que consideramos sagrado”.
Luego de haber sugerido que la visita del Papa se vuelva una “costumbre”, manifestó una “urgencia de los tiempos”: “Medio Oriente y Europa están siendo atravesados por el terrorismo. Después de dos siglos de violencia de impronta nacionalista y racista, actualmente se ve una violencia inspirada en la religión, que lleva a la persecución de comunidades religiosas. Este encuentro es un baluarte contra la invasión y la opresión de dicha violencia”.
Francisco tomó la palabra agradeciendo la bienvenida con un saludo en legua hebrea: : “¡Todà rabbà (gracias)!”. También él definió a esa como su “primera visita” a la comunidad judía, tal vez para dar esa “continuidad” esperada por el jefe de los rabinos, en base al modelo de relaciones que el entonces cardenal Bergoglio tenía en Buenos Aires. Recordando aquél período, el Papa dijo: “Esas relaciones están muy grabadas en mi corazón”.
Luego él subrayó los valores de un diálogo entre católicos y judíos: “En el diálogo interreligioso es fundamental que nos encontremos como hermanos y hermanas ante nuestro Creador y a Él alabemos, que nos respetemos y apreciemos mutuamente y que tratemos de colaborar. Y en el diálogo judío-cristiano hay un vínculo único y peculiar, en virtud de las raíces judías del cristianismo: judíos y cristianos deben por lo tanto, sentirse hermanos, unidos por el mismo patrimonio espiritual común (cfr Declaración Nostra aetate, 4), en el cual basarse y continuar construyendo el futuro”.
También destacó los avances logrados desde la Declaración conciliar Nostra Aetate, de 50 años antes, que "abrió el camino" en la relación entre la Iglesia católica y el judaísmo: "´sí’ al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo; ´No´ a toda forma de antisemitismo, y la condena a toda injuria, discriminación y persecución que derivan de ellos derivan". Aquí el público aplaudió animadamente.
El Papa también instó a continuar "la dimensión teológica del diálogo judeo-católico", reiterando que "los cristianos, para entenderse a sí mismos, no pueden no hacer referencia a las raíces judías, y la Iglesia, mientras que profesa la salvación por la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad del Antiguo Testamento y el amor constante y fiel de Dios por Israel".
Más que en en una lucha contra el terrorismo, el pontífice expresó su esperanza de que los católicos y los judíos trabajen juntos por una "ecología integral” ( ...) [que] “como cristianos y judíos podemos y debemos ofrecer a la humanidad el mensaje de la Biblia sobre el cuidado de la creación". En segundo lugar, la colaboración debe tener lugar en el ámbito de la justicia y la paz.
"La violencia del hombre sobre el hombre es una contradicción en toda religión digna de este nombre, y en particular en las tres grandes religiones monoteístas. La vida es sagrada, en cuanto don de Dios".
"El quinto mandamiento del Decálogo es: “No matarás” (Éxodo 20,13). Dios es el Dios de la vida y quiere promoverla y defenderla siempre; y nosotros, creados a su imagen y semejanza, estamos llamados a hacer lo mismo. Cada ser humano en cuanto creatura de Dios es nuestro hermano, independientemente de su origen y de su pertenencia religiosa… Allí donde la vida está en peligro estamos llamados a protegerla todavía más”.
“Ni la violencia ni la muerte tendrán jamás la última palabra frente a Dios, que es el Dios del amor y de la vida. Tenemos que pedirle con insistencia para que nos ayude a practicar en Europa, en Tierra Santa, en Oriente Medio, en África y en cada parte del mundo la lógica de la paz, de la reconciliación, del perdón y de la vida".
Una última reflexión fue dirigida a los sobrevivientes de la Shoah, "su sufrimiento - dijo - sus ansiedades, sus lágrimas nunca deben ser olvidados. Y el pasado debe servir de lección para el presente y para el futuro".