Es un libro breve, en el que no encontramos grandes titulares para los periódicos, ni complicadas reflexiones teológicas. Es una charla de pastor y oveja, de padre e hijo, en la que el Papa responde con un lenguaje sencillo a preguntas profundas sobre la confesión, el pecado, y su propia experiencia de “miseria”.
Es una de las primeras cosas que subraya: “Etimológicamente, misericordia significa abrir el corazón al miserable”. Miseria mía, misericordia de Dios.
Lo primero que encontramos al abrir las páginas es este Evangelio:
»Y Jesús dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh, Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias”. En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado». Lucas 18, 914
Y ahí está resumido prácticamente todo lo que viene a continuación. El relato arranca en la misa de Santa Ana, el domingo siguiente a la elección del Papa Francisco, donde en su segunda homilía, a propósito del evangelio de la adúltera, predicó: «El mensaje de Jesús es la misericordia. Para mí, lo digo desde la humildad, es el mensaje más contundente del Señor»
A partir de ahí, cien páginas a modo de caricia de parte de Dios. El propio Andrea Tornielli, veteranísimo periodista especializado en el Vaticano, se sitúa en el plano del lector, aportando ingredientes a la conversación con preguntas como esta:
»Don Luigi Giussani citaba este ejemplo sacándolo de la novela de Bruce Marshall A cada uno un denario. El protagonista del libro, el abad Gaston, tenía que confesar a un joven soldado alemán que los partisanos franceses estaban a punto de condenar a muerte. El soldado había confesado su pasión por las mujeres y las muchas aventuras amorosas que había tenido. El abad le había explicado que debía arrepentirse. Y él: «¿Cómo hago para arrepentirme? Era algo que me gustaba, si tuviera la ocasión lo haría ahora también. ¿Cómo hago para arrepentirme?». Entonces, al abad Gaston, que quería absolver a toda costa a ese penitente al borde de la muerte, se le ocurrió una idea genial y dijo: «Pero ¿a ti te pesa que no te pese?». Y el joven, espontáneamente, respondió: «Sí, me pesa que no me pese». Es decir, siento no estar arrepentido. La hendidura en la puerta que había permitido la absolución…
Reproducimos aquí algunos fragmentos escritos por el Papa Francisco:
»Etimológicamente, misericordia significa abrir el corazón al miserable. Y enseguida vamos al Señor: misericordia es la actitud divina que abraza, es la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar. Jesús ha dicho que no vino para los justos, sino para los pecadores. No vino para los sanos, que no necesitan médico, sino para los enfermos. Por eso se puede decir que la misericordia es el carné de identidad de nuestro Dios.
»La Iglesia condena el pecado porque debe decir la verdad. Dice: «Esto es un pecado». Pero al mismo tiempo abraza al pecador que se reconoce como tal, se acerca a él, le habla de la misericordia infinita de Dios. Jesús ha perdonado incluso a aquellos que lo colgaron en la cruz y lo despreciaron. Debemos volver al Evangelio.
»Hay que entrar en la oscuridad, en la noche que atraviesan tantos hermanos nuestros. Ser capaces de entrar en contacto con ellos, de hacer notar nuestra cercanía, sin dejarnos envolver y condicionar por esa oscuridad. Ir hacia los marginados, hacia los pecadores, no significa permitir a los lobos entrar en la grey. Significa tratar de llegar a todos testimoniando la misericordia.
»-¿Puedo preguntarle cuál es su experiencia como confesor con las personas homosexuales? Se hizo famosa aquella frase suya pronunciada durante la conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Río de Janeiro: «¿Quién soy yo para juzgar?».
»-En esa ocasión, dije: «Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Parafraseé de memoria el Catecismo de la Iglesia católica, donde se explica que estas personas deben ser tratadas con delicadeza y no deben ser marginadas. En primer lugar, me gusta que se hable de «personas homosexuales»: primero está la persona, con su entereza y dignidad. Y la persona no se define tan sólo por su tendencia sexual: no olvidemos que somos todos criaturas amadas por Dios, destinatarias de su infinito amor. Yo prefiero que las personas homosexuales vengan a confesarse, que permanezcan cerca del Señor, que podamos rezar juntos. Puedes aconsejarles la oración, la buena voluntad, señalarles el camino, acompañarlos.
»La corrupción no es un acto, sino una condición, un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir. El corrupto está tan encerrado y saciado en la satisfacción de su autosuficiencia que no se deja cuestionar por nada ni por nadie. El corrupto a menudo no se da cuenta de su estado, precisamente como quien tiene mal aliento y no se da cuenta. Tenemos que rezar de una manera especial durante este Jubileo para que Dios haga mella también en los corazones de los corruptos, otorgándoles la gracia de la vergüenza, la gracia de reconocerse pecadores necesitados de su perdón
»Al acoger al marginado que tiene el cuerpo herido, y al acoger al pecador con el alma herida, se juega nuestra credibilidad como cristianos. Recordemos siempre las palabras de san Juan de la Cruz: «En la noche de la vida, seremos juzgados en función del amor»
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FICHA TÉCNICA | COMPRA ONLINE | |||
Título: | El nombre de Dios es Misericordia |
Ocio Hispano | ||
Autor: | Papa Francisco (con Andrea Tornielli) | |||
Editorial: | Planeta Testimonio | |||
Páginas: | 150 páginas | |||
Precio | 17,90 € | |||