En la confesión que monseñor Lucio Vallejo Balda entregó a su primer abogado (luego sustituido) el pasado 8 de noviembre reconoce sus relaciones, incluso carnales, con Francesca Immacolata Chaouqui. También se encuentra ahí su preocupada convicción: “Ella era de los servicios secretos, tenía detrás a [Luigi] Bisignani”. Y está el relato de todos los amigos importantes de la relaciones públicas convertida en asesora de las finanzas del Vaticano por voluntad del Papa Bergoglio.
“No podía ceder… Tenía siempre al Papa ante mis ojos, hablando del carácter sagrado de la mujer casada y del matrimonio”, se atormenta monseñor. Es el momento más dramático de la confesión sobre su relación con Chaouqui, uno de los asesores de las finanzas de la Santa Sede.
Han pasado seis días desde su arresto y monseñor dicta su confesión sobre la difusión de las cartas secretas de la prefectura económica, de la que era secretario. La Repubblica presenta este documento mientras hoy, en el proceso sobre el caso Vatileaks, tanto el monseñor español como la relaciones públicas italiana serán interrogados por el tribunal. Sobre la mesa, una primera decisión importante tomada los últimos días: el rechazo del tribunal a la petición del abogado de oficio de Balda (ninguno de los imputados en este proceso ante la Santa Sede tiene abogado propio) de someter a su representado a una pericia psiquiátrica.
“Hablaré de Francesca, pero para mí es muy doloroso… Me avergonzaba de lo que había hecho con Francesca y cuando pasaba los documentos pensaba en el escándalo si se sabía. ¡Dios mío…!”. Continúa: “Me dijo que pertenecía a los servicios secretos italianos y que su unión con Corrado Lanino era un matrimonio tapadera. Me envió fotos de Corrado con otra mujer, su verdadera esposa”.
Francesca Chaouqui fue presentada al monseñor en los primeros meses de 2013. Su nombre vino sugerido, sostiene Vallejo Balda, por el cardenal Jean-Louis Tauran, amigo de la condesa Marisa Pinto Olori del Poggio, presidenta de la Fundación Mensajeros de la Paz y aristócrata muy próxima a Chaouqui. Cuando fue nombrada la Comisión Cosea [Commissione Referente di Studio e Indirizzo sull´Organizzazione delle Strutture Economico-Amministrative della Santa Sede], con el encargo de reformar las finanzas de la Santa Sede, quien dio el nombre de la mujer al Papa Francisco fue el mismo Vallejo Balda, siguiendo la indicación del cardenal Tauran.
La comisión concluye sus tareas en mayo de 2014. Chaouqui se gana la confianza de monseñor. Es ella quien recomienda una empresa informática que conduce hasta su, y sigue haciendo de consejera en el interior de la Prefectura de Asuntos Económicos. Al clausurarse la Cosea, dice Balda, “Chaouqui se esperaba un encargo importante, pero esto no sucedió por las habladurías que la rodeaban”. En junio –continúa la confesión- Corrado Lanino llama a monseñor preguntando por qué estaba llorando su mujer y por qué no había recibido un nombramiento. Balda, que –sostiene ahora- sentía una debilidad sentimental por la mujer, permitió que ella le ayudase a completar el archivo de la comisión, junto a Nicola Majo, su secretario.
El monseñor español pone por escrito que Chaouqui le sedujo el 28 de diciembre de 2014. Él, inmediatamente después de haber consumado, se arrepiente e intenta alejarse de la mujer. Pero la teme. “Tuve miedo de esto… Ella tenía muchos números de teléfono”. Intenta desenmascarar a su colaboradora. “Fui a hablar con el jefe de los servicios secretos. Él ni siquiera la conocía. Me quedé sorprendido. Empecé a pedir información y cada vez descubría engaños distintos”.
La relación entre ambos se hace difícil. “Hablé con una psicóloga, que me dijo que mantuviese la calma, que no le dijese de pronto que no, y entonces le decía: ‘Vale, Francesca, veamos…’ Pero ella era violenta, muy mala, me escribía ‘gusano, eres un gusano’”. Una bronca durísima tuvo lugar a consecuencia de la serie que rodaba el director Paolo Sorrentino en el Vaticano. “Francesca me escribió que quería mi autorización para el equipo de Sky. Yo le dije: No se puede, porque hace falta la autorización de la Gendarmería. Ella me mandó un whatsapp diciéndome que era un imbécil”.
El encuentro con los periodistas que escribieron los dos libros de investigación tuvo lugar en marzo de 2015. “Francesca me organizó un aperitivo. Cuando llegó vi a [Gianluigi] Nuzzi, a quien ya conocía, pero fingí no conocerlo”.
Ante las preguntas de los dos periodistas, monseñor dice haber sucumbido “y pasé documentos”. Y añade: “Intenté darles los menos peligrosos o dañinos, o de escaso valor”. Pasará también cinco folios con las contraseñas de los archivos encriptados que tenía en su correo. Lanino y Chaouqui, dijo verbalmente monseñor Balda, tienen la contraseña de su e-mail.
“El 12 de diciembre recibo una invitación a comer de Luigi Bisignani. En ese encuentro querían hacerme creer que Francesca trabajaba para los servicios secretos, que su jefe era el embajador [Giampiero] Massolo [director general del Departamento de Información para la Seguridad]. Chaouqui tenía complicidad con Bisignani y él me pidió que conociese a alguno de sus patrocinadores. Gracias a Dios la segunda comida no tuvo lugar… Detrás de Francesca está Paolo Berlusconi [quizá se confunde con Silvio, nota de La Repubblica]: ella acudía de forma habitual a las fiestas del Palacio Grazioli [residencia privada de Berlusconi, n.n.], en Roma. Y además es amiga de Gianni Letta y de su mujer y del cardenal Tauran, a quien denominaba ‘el cardenal de nuestra propiedad’. Y también del cardenal Re. Su contacto con la Santa Sede es el padre Sapienza, que gestiona las audiencias generales del Papa los miércoles… Francesca tiene una gran relación con la ministra de Sanidad, Beatrice Lorenzin, cuyo marido trabaja en la RAI. Chaouqui dice que está allí por voluntad de [Matteo] Renzi”. Y añade: “Carlo Carrai [se refiere probablemente a Marco, amigo del primer ministro, nota de La Repubblica) es muy próximo a Francesca, ha salido con el matrimonio”.
“En la Comisión Cosea había personas que estaban allí con objetivos personales. Uno era el presidente Joseph Zahra, otro Jean Baptiste de Franssu, el presidente del IOR. Me llegaban todos los días noticias inquietantes sobre la actividad de todos ellos. En abril de 2014, Francesca, su marido, Nicola Majo y yo hicimos un dossier y en mayo se lo llevé al Papa. Francisco me pidió que se lo diese al cardenal Pell, quien reaccionó con agresividad e ignoró mis informaciones. Eran personas de su confianza”.
Publicado en La Repubblica.