Uno de los círculos menores de lengua española, moderado por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga y cuyo relator es el cardenal José Luis Lacunza Maestrojuán, reconoce en su presentación tras las reuniones de estos días que es cierto que los “factores externos” nos afectan y son fuertes, pero “¿cómo hemos respondido como Iglesia?”.
Aseguran que “hemos fallado en la ‘formación cristiana’ y en la ‘educación de la fe’ y se llega al matrimonio con muchas lagunas.
Del mismo modo, precisan que deberíamos preguntarnos “¿qué hemos dejado de hacer? Somos también culpables de la situación de la familia, ya que, en muchas ocasiones, hemos vivido de rentas”.
Entre las propuestas presentadas por este grupo están la necesidad de “resaltar la belleza del amor humano abierto a la vida” y “explicitar más que significa ‘escuela de humanidad’, a la vista sobre todo de alguna exposición en el aula sobre familias en las que se verifican actos de violencia contra la mujer, los niños, etc”.
Por otro lado, indican que no se hace suficiente hincapié en los abuelos: “hoy día crece el promedio de edad de vida y los abuelos disponen de tiempo y capacidades para intervenir en la formación de los nietos. Habría que hacer una llamada a vivir con gozo el cumplimiento de esa misión”. [ReL recogió ideas en este sentido aquí].
Además, observan que los comentarios del ámbito secular, cuando la Iglesia habla de la familia, “dicen que el pensamiento de la Iglesia es medieval, que no está en sintonía con el mundo actual, que no percibe la realidad”.
Quizá eso nos hace ver -precisan- que en nuestra reflexión sobre la familia y el matrimonio ha sido monotemática, hemos hecho hincapié en algunos aspectos y nos hemos quedado en la pura norma sin asumir lo que es en realidad el verdadero ser de la familia que, desde una visión integral, es un tesoro.
Y se preguntan, “¿Cómo nació la crisis?” Sin duda, “también ha tenido que ver el tipo de catequesis que hemos hecho y se necesita una preparación mas profunda”.
Otro aspecto analizado es que “tratamos de resolver problemas sin saber cual es su origen”. Así como la necesidad “de mayor renovación, no solo de las personas sino también de las comunidades, teniendo cuidado con el lenguaje y el modo de presentar la doctrina”.
Hablan también de la necesidad de ampliar lo que tiene que ver con el “cambio antropológico”. Habría que poner de relieve --indican-- cómo se oculta la presencia de Dios y, en consecuencia, también del otro; hay un cuestionamiento y sospecha de la institución.
Falta análisis sobre la influencia de las tecnologías que conllevan soledad, falta de comunicación, individualismo. Hay que sembrar en la cultura el Evangelio de la familia, pero no siempre conocemos la cultura.
Otra advertencia surgida en este círculo menor es que “las parejas se casan sin saber a qué van, cuál es su identidad como matrimonio y como familia. Inclusive, muchos sacerdotes no saben cuál es. Hay que apoyar ese proceso en todo el trayecto de formación”.
Por otro lado, precisan que “no se dice qué es la familia. Y no es cuestión solo de preparación porque muchos, sin preparación, han sido fieles y felices, y otros, con mucha preparación, han terminado separados”.
Otra observación ha sido la “ruptura de la unidad entre amor, sexualidad y procreación”. Y no solo eso, “sino que se ha separado también de la dimensión educativa: se ha roto la relación entre amor, sexualidad, matrimonio, familia y educación de los hijos”.
De esta manera, al terminar el análisis de los 36 puntos que contiene la primera parte, este grupo aprobó 54 modos.
El otro grupo de lengua española, moderado por el cardenal Francisco Robles Ortega y cuyo relator es monseñor Enrique Baltazar Porras Cardozo, ha destacado la gran libertad y fraternidad con la que se trataron los temas. Asimismo, precisan que durante el trabajo del círculo menor, en general, “fueron mayores las coincidencias que las divergencias lo que permitió llegar a consensos y unanimidad”.
Entre las ideas principales en las que hubo mayor consenso, indican que no hay que “hablar de la familia en abstracto, sino desde las distintas realidades de la misma; las mudanzas antropológicas son más profundas de lo que nos imaginamos (biotecnología, género)”. Y esto “es un reto lleno de esperanzas”. Asimismo invitan a “preguntarnos por lo que hacemos y lo que debemos hacer”, así como “evaluarnos a la luz del estilo Francisco”.
También destacan la “familia como sujeto de toda la pastoral”, la “necesidad de la formación”, y la importancia de “no sentirnos dueños sino servidores de la familia”.
Advierten también sobre “la deficiente iniciación cristiana y la fragmentación de la pastoral”, y “la disminución de los miembros de la Iglesia”.
Por otro lado reconocen la importancia de “señalar las experiencias positivas: movimientos, catecumenado domiciliario, familias formadas y formadoras, apoyar programas de familia y bioética en las universidades y colegios”.
Finalmente, indican algunas realidades inter-comunicadas como “la fe es débil y así no puede asumir el desafío. Fragilidad e inmadurez, sanación afectiva”; el “descuido de Dios, indiferencia, así no hay capacidad de iluminar”; “las legislaciones nacionales e internacionales responden a un mismo patrón y pretenden imponerse”; “pasar de una espiritualidad individual a la de comunión, de lo contrario no se superan los problemas de la familia”; “revisar la autoridad y la obediencia, como fraternidad y servicio” y “ver la familia como un desafío cultural (ideología de género, nuevo orden mundial, lenguaje ambiguo)”.
En el vídeo, una película coreana reciente sobre el valor de la paternidad, uno de los valores universales que están bajo ataque y la Iglesia quiere revalorizar