En ella, junto a preguntas generales sobre cuestiones de la Iglesia y del mundo, y de su propia forma de ejercer el pontificado, le plantearon uno de los temas que entonces, como ahora, colma la actualidad política española: "¿Le preocupa el conflicto entre Cataluña y España?".
La respuesta de Francisco fue muy matizada, pero muy clara: "Toda división me preocupa. Hay independencia por emancipación y hay independencia por secesión. Las independencias por emancipación, por ejemplo, son las americanas, que se emanciparon de los estados europeos. Las independencias de pueblos por secesión es un desmembramiento, a veces es muy obvio. Pensemos en la antigua Yugoslavia. Obviamente, hay pueblos con culturas tan diversas que ni con cola se podían pegar. El caso yugoslavo es muy claro, pero yo me pregunto si es tan claro en otros casos, en otros pueblos que hasta ahora han estado juntos. Hay que estudiar caso por caso. Escocia, la Padania, Cataluña. Habrá casos que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso".
Las palabras del Papa fueron tan claras que desde los ámbitos independentistas no tardaron en contestarlas, y así Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural, alegó que Cataluña estaba celebrando ese año "los trescientos años de esta unidad forzosa por derrota militar", en alusión al final de la Guerra de Sucesión en 1714, como si entonces hubiese sido Cataluña la derrotada.
Pero esta interpretación de la Guerra de Sucesión choca con la realidad histórica, como señaló el profesor Javier Barraycoa, autor de Historias ocultadas del nacionalismo catalán y Cataluña Hispana, precisamente con vistas a ese tercer centenario: "Se trató de una Guerra de Sucesión al trono de España, no de secesión como nos cuentan los nacionalistas. En la guerra combatieron dos candidatos a Rey, uno francés (Felipe V, Borbón) y otro austríaco (Carlos, Habsburgo) y, en definitiva, no había un ´bando castellano´ y ´otro catalán´, como dicen los nacionalistas. Al contrario, había catalanes y castellanos (y navarros, gallegos, valencianos, etc) luchando juntos en cada uno de los bandos".
El profesor Barraycoa destaca en esa entrevista dos hechos que rompen la idea de 1714 como una derrota "de Cataluña".
El profesor Javier Barraycoa, junto a dos de los libros que ha consagrado a la raigambre hispánica de Cataluña.
Un primer hecho, que castellanos y navarros defendieron Barcelona contra las tropas de Felipe V: "En la defensa de Barcelona en 1714 participó un Tercio de Castellanos austracistas. Se trataba de una unidad de infantería llamada Regimiento de la Concepción. Su coronel era Gregorio de Saavedra; sus colores de divisa eran el azul y rojo; y su patrona -evidentemente- la Inmaculada Concepción. El Regimiento estaba compuesto por unos 700 castellanos, se fundó en 1713 tras la traición inglesa, y tuvo el sobrenombre de Villarroel, pues él fue su organizador directo. También había otro regimiento, el de Infantería Santa Eulalia, formado por navarros, dirigido por el coronel Íñiguez Abarca, y más tarde substituido por el castellano Coronel Antonio del Castillo y Chirino".
Un segundo hecho, el inverso, esto es, soldados catalanes combatiendo del lado borbónico: "Un Tercio creado por Blas de Trincheria, compuesto por antiguos miqueletes, unos 700 soldados en total, se mantuvieron fieles a Felipe V hasta el final de la guerra. Otras unidades compuestas por catalanes también se mantuvieron en filas felipistas: los Regimientos de Dragones Pons, Camprodón, Picalqués, Grimau, Tarragona y Sagunto. Otro Tercio de infantería catalana fue el Llovet, formado por 600 catalanes y destinado a Ceuta; tras el alzamiento austracista se mantuvo fiel al Borbón. Y muchos más".
Y "una curiosidad histórica", añade Barraycoa: "El Regimiento de Dragones Camprodón salvó la vida al mismísimo Felipe V en la batalla de Almenar. Éste huía en desbandada, tras una terrible carga de las tropas austracistas, comandadas por el general inglés James Stanhope. El ejército felipista hubo de retirarse a Zaragoza y, si no fuera por la protección de los catalanes, Felipe V habría caído prisionero".